sábado, 15 de enero de 2022

CUANDO SE CUMPLIRÁN CIEN AÑOS DE EL BATALLÓN INFANTIL DE DESEMBARCO

 Artículo publicado en el Periódico La Higuerita 15-1-2022

Acto de la bendición de la bandera de la Columna Infantil de Desembarco donde el alcalde Román Pérez hace entrega a la niña Paquita Caballero.
Foto Salcedo. La Unión Ilustrada 27-8-1922


Durante la celebración de las fiestas en honor a la Stma. Virgen del Carmen de 1922, tuvo lugar la presentación y la bendición de la bandera de la Columna Infantil de Desembarco.  Agrupación conocida popularmente como < El Batallón Infantil >.

El acto1 tuvo lugar en el atrio de la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de los Dolores, donde fue celebrada una misa, bendiciéndose una bandera y ejerciendo como madrina la niña Paquita Caballero Pérez,  la fotografía, deja constancia del momento de la entrega y nos llama poderosamente la atención,  la imagen de la Virgen del Carmen expuesta para los cultos y que no se corresponde con la imagen de la actual Patrona de los Marineros de Isla Cristina.

A la finalización y en perfecta formación con sus trompetas y tambores recorrerían la población entre el júbilo y las aclamaciones del vecindario, así nos lo manifiesta la fotografía, delante del antiguo ayuntamiento y mientras giran hacia la Calle del Carmen.

La bandera, ante el Ayuntamiento.
Foto Salcedo.
La Unión Ilustrada 27-8-1922


Este batallón de corte músico-militar estuvo bajo la dirección del practicante Juan Acosta de la Torre, y los profesores Félix Seglar y Demetrio Pain, quiénes realizaron una gran labor educativa en aquellos chiquillos, donde además de la parte musical, les impartían la concepción militar, gimnasia, señales marinas, el sentido patriótico, la consideración moral y la formación educativa, mientras iban engalanados con el uniforme militar de la Marina Española,  su gorra de lepanto,  y todo gracias al mecenazgo de su promotor Román Pérez Romeu,  quién donó2 6000 ptas. de su peculio particular, mientras que como alcalde consignó 2000 ptas. del erario público,  más 1500 ptas. que fueron aportadas por su primo, el conde de Barbate,  Serafín Romeu Fages y que unidos a otros ingresos extraordinarios pudrieron cubrir con éxito durante algunos años el sostenimiento del Batallón Infantil de Isla Cristina.

Esta banda de cornetas y tambores, por su marcialidad y compostura, fue solicitada por numerosos pueblos de la provincia, así que nuestros marineritos-militares, se convirtieron en escoltas de diferentes  procesiones y realizaron excursiones organizadas por el Sr. Pérez Romeu, concretamente en esta instantánea realizada en Huelva, observamos a los niños del batallón en el comedor tras participar y desfilar en la fiesta de la Virgen de la Cinta.    

Batallón Infantil en Huelva,
invitado por el alcalde a las Fiestas de la Cinta.
Foto Calle. Semana Gráfica 16-9-1922


La plantilla del Batallón Infantil, según la prensa3 local  era la siguiente, aunque intuimos que solo están los cargos y faltan muchos niños, (soldados o fusileros):

Director: Don Juan Acosta de la Torre.  Profesores: Félix Seglar en las  cornetas, y Demetrio Pain en los tambores, con 109 plazas con las clases siguientes: Jefe-Capitán: Antonio Aponte Martín. Abanderado-Teniente: Manuel Cabot Milá.

Segunda sección: Teniente, Tomás Méndez Escobar. Sargentos: Juan López Sánchez y Miguel Botello. Cabos: Félix Aponte, Andrés Bermúdez, Rafael Sousa, Francisco Virella, y Andrés Vázquez de gastadores. 

Tercera sección: Teniente (vacante). Sargentos: Augusto Herencia Martín y José Alzaga Paradas. Cabos: Francisco Aguilera Cabezas, Francisco Cabet Ríos, Antonio Rodríguez Flores y Antonio Cabet Casanova.

Cornetas: Sargento,  Manuel González Rodríguez. Cabo,  Manuel  Gago Rosa. Tambores: Cabo, José Sosa Rodríguez.  Sanidad: Cabo, Antonio Martín Rodríguez.

En el Hospital de la Cruz Roja de Huelva
durante las Fiestas de la Cinta
Foto Calle. La Unión Ilustrada 24-9-1922

                                     
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1.- La Higuerita. 23-7-1922

2.- Sosa Rodríguez, José.  Historia de Isla Cristina, Biografía Sentimental.

3.- La Higuerita. 27-8-1922                                                                                                                                                                                                      



sábado, 1 de enero de 2022

CUANDO EL HIJO DE ROQUE BARCIA PIDIÓ TRABAJO A LOS DIRIGENTES DE LA II REPÚBLICA

 Articulo publicado en el periódico La Higuerita  1-1-2022

Roque Barcia de Cantos. Foto Heraldo de Madrid

Finalizado el año 2021, y cuando aún resuenan los ecos de los actos conmemorativos del bicentenario del nacimiento de Roque Barcia, recuperamos este interesante documento que nos viene a aportar una interesante información publicada en  la prensa1 de la época, entrevista, realizada a su hijo, Roque Barcia de Cantos, quién en una situación desesperada, recurrió a los líderes de la segunda república en busca de trabajo.

El cronista, encabezaba su artículo con una pregunta: Los hombres de la república actual, ¿se olvidarán de este gran propagandista?, mientras, se dirigía a Marcelino Domingo (varias veces ministro durante los gobiernos de la Segunda República) y a Manuel Azaña (Presidente del Consejo de Ministros de la II República) diciéndoles: “Tengo delante de mí a este hombre menudo, enjuto, gris, de ademanes pausados, que se llama Roque Barcia. ¿Le suena a usted este nombre, querido Marcelino Domingo? ¿Y a usted, amigo Azaña?  Y les preguntaba, sí no se encendían en la memoria de los hombres de letras, ningún eco dormido al oír las palabras de Roque Barcia de Cantos, y como contaba la aventura republicana –Pasión y muerte de su padre-.

Lleno de melancolía del recuerdo, con aires de otro tiempo, incluso con esa pátina amarillenta de las cosas que son irremediablemente viejas. El autor de la entrevista, afirma quedar un poco anestesiado en el hábito del reportaje, llegando a considerarse conmovido por el relato de este hombre.

Cuenta R. Barcia de Cantos, que cuando su padre murió él tenía 13 años, por lo que pudo nacer en 1872, y cuando se le realizó esta entrevista, tendría unos 61 años. (sic)«Los recuerdos que conservaba de él no podrían formar sino unas humildes memorias de infancia. Casi he aprendido a conocerle leyéndolo que los demás escribieron acerca de él. De sus días en Paris, tan azarosos, tan difíciles, yo podría contarle bien poco. Mi padre me internó en un colegio de Choisy-le- Roi, cerca de París. Yo le veía raramente, algún domingo que otro, y la imagen que conservo es la de un rostro encendido por la sonrisa paternal. Pero preocupado, angustiado... Mi padre se ganaba difícilmente la vida en la emigración, que no tenía, como usted  supondrá, esa melancolía dorada de los reyes en destierro «a lo Daudet». Libros, correspondencias políticas, artículos para las revistas americanas. . .El año 79 nos vinimos a Madrid. Mi padre se había alejado ya de la política.  Pidió un pasaporte para venir  a publicar aquí su «Diccionario General Etimológico». Se lo concedieron y nos plantamos en la calle de Atocha. Yo tenía entonces ocho años. Me acuerdo aún del Madrid pequeñito y pálido del 79: un Madrid lleno de silencio. Yo le estoy agradecido a este Madrid porque él me precisó la imagen, un poco desvaída en los días del colegio francés, de mi padre.  Era un santo. No tenía céntimo suyo.  Su mismo corazón era para los demás…… En Portugal, adonde también tuvo que huir, le llamaban «el padre de la emigración».

En su entrevista llegó a afirmar que un día dio limosna a un aventurero y que los amigos le reprendieron por su liberalidad descompasada, su padre les contestó: «Yo sé  perfectamente que no es un emigrado político. Sé que acaso será un asesino, un ladrón, un monedero falso. ¿Qué me importa? Tiene hambre. Y cuando un hombre siente dolor es santo, bueno, sabio y héroe, i Ay, amigos míos! Ustedes no saben mi secreto. Yo no busco un partido: busco una Humanidad. Así era mi padre».

Retrata el momento más triste de su vida: «Un día la casa de la calle de Atocha, llena de libros, atestada de papeles, de mapas, de pinturas, se llenó también de lágrimas. Y de unas sombras enlutadas que andaban por los pasillos sin hacer ruido, hablando en voz baja, sollozando. Mi padre  había muerto. He aquí, exactamente, el más penoso recuerdo de  mi infancia».

Firma el artículo Salvador Monsalud, quién intuimos, lo hace con pseudónimo, ya que dicho nombre se corresponde con el personaje principal de la segunda serie de los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós. Prosigue y le forma una interesante pregunta: ¿Dejó su padre algún otro hijo? a lo que este hombre menudo, enjuto, gris, de ademanes pausados, mueve la cabeza negando y respondiendo: no, señor, sólo a mí.

A lo largo de la entrevista, Monsalud nos narra que Roque Barcia se calla, y el cronista nos retrata una imagen bastante descriptiva: «con sus manos huesosas da vueltas al sombrero. Me mira, sin atreverse a hablar. Yo le miro también».

Es en ese momento es cuando le confiesa su penosa situación y la necesidad de encontrar un trabajo, «yo quiero un trabajo, no una limosna, trabajo, un trabajo honrado». Afirma que le hace falta dinero y que nadie le hace caso, y que invocando al recuerdo de su padre,  se atrevió a pedírselo a Niceto Alcalá Zamora (Presidente de la II República) recordando que le aportó no sólo un recuerdo filial de tipo lírico, sino que su padre en su causa por la república, llegó a reunir doscientos cuarenta años de presidio, dos condenas a muerte y cuarenta y cuatro excomuniones, (algunos historiadores afirman que fueron hasta 68), y que además le fueron confiscados por dos veces sus bienes. Y por si todo esto fuera poco, le recogieron siete obras sin publicar y se las quemaron, entre ellas «El progreso y el cristianismo», en la que invirtió diez años de trabajo. Concluye en que Niceto le reconoció la razón de su caso y alguien le insinuó que tal vez hubiera un hueco para él en los Petróleos o en el Patronato de Turismo, algo que  Alcalá Zamora negó: «No es conveniente—dijo—. Además,  eso del Turismo está ahora en liquidación...»  Total: se le dijo que el camino recto era escribir a Albornoz (Álvaro Albornoz, Ministro de Fomento y de Justicia durante la II República  y a Lerroux,  (Alejandro Lerroux, Ministro durante la II República y posteriormente Presidente del Consejo de Ministros).

El cronista volvió a preguntar, sí les escribió, respondiendo: a los dos, insistiendo ¿con qué respuesta?, Roque le respondió, que la de Albornoz aún sigue esperándola  la  y que Lerroux,  más amable, le dijo que este caso solo podía resolverlo Alcalá Zamora, dada su autoridad moral sobre los demás ministros.  Un callejón sin salida.

Después con la crisis política, se marcha Alcalá Zamora y con él Miguel Maura  (Ministro de la Gobernación durante la II República)  subiendo al poder Azaña,  desde el Ministerio de Guerra, y a quién también acudió. Azaña era escritor, presidente del Ateneo, biógrafo de Valera, es decir, que era un hombre que podría ser comprensivo con su causa. Le dejó una carta a su secretaria donde se encontraban tantos republicanos recién llegados que se apiñaban allí. Pasados algunos días volvió al antedespacho de Azaña y un secretario le dijo que no sería olvidado y que el presidente lo tendría en la memoria, y que querían darle una cosa digna.

A lo largo de su entrevista, mientras contaba su historia afirmaba que: «estoy enfermo, no tengo dinero y este mes, si las cosas siguen así, no sabría cómo iba a arreglárselas para poder pagar la casa». Una tragedia.

Es cuando el periodista, afirma que «este este hombre,  también es un republicano de corazón….  Es decir, un republicano anterior al 14 de abril. Nada menos que un republicano de los años en que era heroico oponerse a la corriente monárquica.. Cabe, pues, premiar en él la fe sin vacilaciones».

Concluye el cronista: «que es un hombre de vida en línea recta, derecha, sin la curva de una claudicación. Roque Barcia, hijo, sigue la misma  trayectoria de su padre. A la Monarquía no le pidió nada. A la República, sí. Y pide porque tiene derecho a pedir. Hay, efectivamente, demasiados republicanos de última hora apiñándose en las secretarías. Y todos se llevan su puñadito. Buen provecho les haga. Pero ustedes, los hombres del Gobierno, ¿se van a olvidar de este hombre menudo, enjuto, gris, de ademanes pausados, que se llama Roque Barcia? ¿Va a olvidarse usted, querido Marcelino Domingo? ¿Y usted, Indalecio Prieto? (Ministro de Obras Públicas durante la II República).   Ustedes han conocido también a qué sabe el pan de la emigración. Y son tan distintos el Paris de 1879—el Paris de Roque Barcia—y el París de 1931. Más luces ahora en el (boulevard», más «desnudos» en el Folies. Pero tan tristes el uno como el otro para el hombre que no cruza la «place de l’0pera » con ojos de turista. Melancolía del destierro.  ¿Se acuerda usted, querido Marcelino, del hotelito silencioso en la «rivegauche»?  ¿Y usted, amigo Prieto, de la tertulia  del «Napolitain»?. Recuerdos amables, en fin de cuentas, puesto que siempre es un ejercicio alegre evocar el dolor en los momentos de ventura. Por esos mismos recuerdos vamos a ver si ayudamos entre todos a este Roque Barcia, que no pide más que trabajo. . . Realmente es lo menos que puede pedir en una República de trabajadores»

Roque Barcia Martí escribió el 1 de junio de 1852, treinta y tres años antes de su muerte: «Mi vida ha sido y es un drama de un solo personaje; yo».

El drama de su vida, en una etapa convulsa y complicada en la historia de España, el drama de un gran propagandista, político, idealista, filósofo y lexicógrafo, autor del Primer Diccionario Etimológico de la Lengua Española y que murió en la miseria sin conocer el éxito de su obra,  y que sin querer, condenó  a las penurias de la vida a su esposa Ana de Cantos y Oller,  y por ende, a su hijo Roque Barcia de Cantos.  

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1.- Heraldo de Madrid. 12-1-1932