Así describe Roque Barcia en 1863 a la Isla Cristina en su misiva pública, dirigida al director de rentas estancadas del estado para solicitar su intervención ante las injustas tornaguias, y los grandes impuestos al consumo que se pagaban por el estanco de la sal y otros tributos.
El escrito consta de 60 páginas y es una defensa absoluta a la Isla ( a la que llama colonia) y sus gentes. He destacado esta parte del texto por su hermosura descriptiva.
Nunca antes había leído nada de Roque Barcia donde se hiciera referencia o mención tan directa hacia Isla Cristina, en esta ocasión, es todo un argumento lleno de párrafos y alusiones a la belleza del lugar, a su configuración, la dureza de la vida y la injusticia que tanto los hombres de la mar como los salazoneros y almadraberos tenían que soportar ante tantos impuestos del estado que no revertían en mejoras para la localidad ni sus gentes.
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Roque Bárcia Martí 1821-1885 |
"En la parte más meridional de
nuestro país, rayando con los Algarbes de Portugal, enfrente de la Isla de San
Bruno, casi rodeada por un brazo del Océano Atlántico, como una roca que se
deja ver en medio del mar, existe hoy una Colonia que fundaron en el siglo
pasado varios comerciantes catalanes. Por un milagro de la industria, de la
diligencia y del deseo del hombre, al lodo sucede la tierra, la marisma se
torna en piso firme, y sobre aquellos incultos terraplenes, casi al nivel del
mar, se levantan algunas casas de negociantes y varias chozas de pescadores. Arriba, cielo; abajo, agua
salada; agua salada alrededor; agua salada por todas partes. El agua salada es
su campo; las playas son sus bosques; los arenales, sus praderas; las redes,
sus arados; la pesca, su mies. Ese mar inmenso y solitario; ese mar grandioso y
solemne, ese Océano prodigioso, esa sublime y asombrosa creación de Dios, es
toda la herencia de los hombres que habitan esas casas y esas chozas. Al pie de
las borrascas nacen; al pie de las borrascas mueren; el huracán que mueve la
cuna del niño, azota el sepulcro del anciano, y el querer borrar esto, sería
como querer borrar la Colonia".
Finaliza diciendo: "No debo proseguir. En aquellas arenas me he criado, Señor Director. Cuando era niño, oí llorar. Cuando fui hombre, oí llorar. Ahora que soy ya casi viejo, oigo llorar también. V. S., Ilustrísimo Señor, verá que es lo que debe hacer de esas lágrimas. La Isla Cristina espera; espera todo el litoral de nuestro país; esperan todas esas almas que pueblan nuestras costas, y que reciben su vida del mar".
Finaliza diciendo: "No debo proseguir. En aquellas arenas me he criado, Señor Director. Cuando era niño, oí llorar. Cuando fui hombre, oí llorar. Ahora que soy ya casi viejo, oigo llorar también. V. S., Ilustrísimo Señor, verá que es lo que debe hacer de esas lágrimas. La Isla Cristina espera; espera todo el litoral de nuestro país; esperan todas esas almas que pueblan nuestras costas, y que reciben su vida del mar".
Roque Bárcia 1863