Artículo publicado en el periódico La Higuerita 13-2-2020![]() |
Foto: Temas
de Historia y actualidad en Historia de Carmona. Blog de Esteban Mira Caballos.
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La gravedad epidémica desatada en la ciudad China de Wuhan,
por el coronavirus, que está acabando con la vida de cientos de personas, y que
podría convertirse en una pandemia, me
trae un suceso que azotó a España y concretamente a la costa de nuestra
localidad, el cólera morbo de 1885, que
no fue el mismo que propició el cambio de nombre de la Real Isla de La
Higuerita por el de la Reina Regente María Cristina de Borbón en 1833/1834.
En mayo de 18841 un buque procedente del Tonkín
propagó el cólera morbo asiático a las ciudades francesas de Tolón y Marsella, propagándose a
Nápoles y posteriormente a España. Procedente de la India afectó a más de 2.250
localidades, con 350.000 infectados y
120.000 fallecidos. En la provincia de Huelva afectó a 11 municipios en los que
se infectaron 462 personas y fallecieron 2312.
El 25 de junio de 18853, el Gobierno Civil de
Huelva, informó al alcalde de Isla Cristina para que sometieran a cuarentena a todas las
embarcaciones procedentes de los puertos franceses del Mediterráneo. El 23-8-1885, el alcalde Serafín Zarandieta celebra una
sesión extraordinaria dado los contagios que se estaban produciendo en
Andalucía, adoptando las medidas de la
R.O. de 12-6-1885 para intentar evitar sus devastadores efectos.
El foco infeccioso se inició el 2 de noviembre, a menos de
media milla del núcleo urbano de Isla Cristina, concretamente en las casas de
los galeones de la Playa de las Cabezas,
(Punta de Afuera en la Punta del Moral) tras el fallecimiento por enfermedad
sospechosa de una mujer de origen portugués. Estas casas destinadas a los
pescadores portugueses y sus familias, se encontraban ubicadas entre Las
Cabezas y el estero de la Mojarra en la Isla de Canela, además de en las playas
de Isla Cristina, desde la Punta de la Espada o del Caimán, hasta la del Hoyo. Eran
26 los galeones que se dedicaban por aquellos años a la pesca de la sardina, 4
de Ayamonte y 22 de Isla Cristina.
Según el registro de enterramientos local, el primer
fallecido en Isla Cristina se produjo el día 4 de noviembre. Ese mismo día, la
prensa provincial publicaba “habiéndose
dado algunos cólicos sospechosos en las playas de Isla Cristina y uno en dicho
pueblo, ocurriendo tres defunciones en la tarde de ayer, han salido para dicho
punto en el vapor de guerra Arlanza, los Sres. Gobernador Civil, el diputado
provincial Sr. Solecio y nuestro amigo el médico Sr. López Hernández”4.
En una carta remitida desde Ayamonte al director del
periódico La Provincia, José García
Cabañas, el 5-11-1885 por el Sr. Rafael López Hernández, médico, quién dirigía la Junta Provincial de Sanidad,
informaba de que al parecer, “el origen del padecimiento es, haber comprado
los tripulantes de algunos de los galeones ropas usadas, a las parejas de pescadores procedentes del
Puerto de Santa María. Témese, y con
fundamento, que dichas ropas procedieran
de los coléricos de aquel puerto”5. También en los informes, afirmaba que en el término de Ayamonte, sitio
o estero de la Mojarra se han presentado 15 casos con siete defunciones. En Isla
Cristina, han ocurrido 5 intervenciones con 3 defunciones. Lo más grave,
afirmaba, es que hay unos 2.000 portugueses sin ropas, sin alojamientos y sin
recursos en la playa afecta a la epidemia. En los resúmenes, afirmaba que “los atacados son pescadores portugueses alojados en barracones
situados en la playa (…) el número de personas que hay que atender sobrepasan
los 1.500”. Proponía que se habilitara
un local existente en Vila Real de Santo Antonio que fue utilizado como
lazareto y que está cerrado y vacío que bien podría acoger a unas 250 personas.
(Cuestión que nunca se realizó)
El Gobernador Civil Sr. Leopoldo Molano, telegrafió al Sr. ministro de la
Gobernación “La mayoría de los pescadores portugueses que ocupaban el islote (de
las Cabezas) se habían refugiado en los galeones con sus
familias, otros se mantuvieron albergados en chozas y casas pero abandonados;”. Ni los recursos de estos pueblos, ni la
caridad, ni los socorros del gobierno portugués (alimentos y medicinas) eran bastantes para cortar la enfermedad que ya
era de un 80% de mortalidad en los infestados.
El alcalde de Isla Cristina, después de la visita del gobernador, envió
víveres al islote obligándose a suministrarlos por estar más inmediato de dicho
punto al sitio contagiado, que el pueblo de Ayamonte al que pertenecían.
En correspondencia remitida el 7-11-1885 al Sr. D. José Cabañas por el doctor Rafael
López Hernández, narraba el inexplicable
abandono al que han tenido los dos ayuntamientos, el de Isla Cristina y
Ayamonte, a los infelices moradores del
estero de las Cabezas y de la situación en la que se encontraban, sin comida, sin pan ni leña. También
informaba, que el cura y el médico, han cargado con los enfermos y los han
enterrados cuando los encontraban tendidos en la playa o muertos en el interior
de alguna choza. Era tan grande el pánico, que no encontraron a ni un solo
individuo de los dos ayuntamientos que los acompañaran salvo el alcalde de Isla
Cristina y el secretario que los acompañó hasta la orilla pero sin
desembarcar. Informaba, que en los pueblos por donde pasaban los
habían intentado detener para fumigarlos, en algunos casos no se ha permitido
ni el paso de los carros cargados de
pescado. Narraba, que en todos los pueblos habían visto evidentes señales de temor y afirmaba,
que de Isla Cristina, habían salido multitud de familias huyendo así como de
Ayamonte. Se lamentaba de la inhumanidad y de ver tanto miedo en vez de
remediar el hambre y dar abrigo a los enfermos que lloraban implorando pan y
auxilio al que tenían derecho por vivir en un pueblo culto. De tanto como había
sufrido en la expedición se jactaba de que también había gozado y no poco, viendo al Sr. Gobernador increpar, multar o
apercibir tanto a los Ayuntamientos de Isla Cristina, Ayamonte, Lepe y
Gibraleón, cuando lo he visto perorando
al corazón de las turbas ignorantes, pidiéndoles clemencia y auxilios para sus
hermanos en desgracia, en vez de aislarse y esconderse como tímidas mujercillas
e instaba, que era necesario que tanto
la Diputación como el Gobierno se preocuparan de la situación de aquellos
infelices y avisaba, de que terminada la temporada de los galeones los
armadores despedirían a las tripulaciones y con ello la terminación de sus
salarios, preguntándose “¿qué va a ser de
esas 3.000 personas, 2.500 portugueses en aquel estero sin casas, sin abrigo,
con mucha suciedad y sin alimentos?. Si no son trasladados a los lazaretos de
la muy inmediata Vila Real de Santo Antonio, no solo no se cortará la epidemia
sino que sobrevendrán nuevas enfermedades que con el hambre, acabarán con la vida de todos, comprometiendo a los pueblos limítrofes”.
Entre tanto, remitió la ayuda de alimentos y medicinas que fue
soportada por la Diputación y las donaciones de la Duquesa de Sessa y la
Marquesa de Miraflores con la aportación de mantas. El gobierno portugués cerró sus fronteras con
barcos de guerra ante el intento de entrada por parte de los pescadores portugueses
que se encontraban junto a la desembocadura del Guadiana.
Los galeones quedaron fondeados de noche y día en la ría y en
los caños del Carreras, cargados de
personas. El 10-11- 1885, la prensa
informaba de la oposición por parte del Ayuntamiento de Isla Cristina al
establecimiento de barracas en sus playas, para algunos de los tripulantes de
los galeones con el fin de dar impulso al socorro de los atacados en el estero
de las cabezas, (termino de Ayamonte) por ello, el Sr. Gobernador se
desplazaría días después a dichos puntos
acompañado de la Guardia Civil.
El día 22, en Punta
del Caimán, término de Isla Cristina, se habían detectado dos invasiones y
siete defunciones, el pánico era tal, que las casas de Isla Cristina
permanecían cerradas y muchas familias pudientes abandonaron el pueblo. Solo
dos o tres tiendas de comestibles quedaron abiertas y sus dueños llevaban sus
miedos hasta el extremo de colocar a la entrada y por la parte de afuera, vallas
de madera desde donde los compradores recibían sus artículos facilitados a
través de una esportilla que colgaba de
un palo de largas dimensiones desde el mostrador. Si censurable fue el proceder de las clases
pudientes que abandonaron el pueblo a merced
del terrible “Huésped del Ganges”
dejando a los más pobres por el
terrible azote del hambre y la miseria, imperdonable fue como huyeron y
abandonaron la localidad gran parte de los concejales hacia otros puntos, teniéndose que suspender la sesión plenaria
convocada para el día 26-11-1885 ya que solo acudieron tres ediles y la
ausencia del alcalde Serafín Zarandieta Casanova quedando solo el secretario D.
Juan Prieto quién tuvo que asumir las responsabilidades, siendo nombrado por el
Gobierno Civil, Presidente de la Comisión Municipal al frente del ayuntamiento hasta 29-3-1886 en
el que se constituyó un nuevo ayuntamiento presidido nuevamente por Serafín
Zarandieta Casanova.
Los focos coléricos localizados ya estaban en el citado punto
de las Cabezas, (Ayamonte), la lengua de tierra de Punta del Caimán, la playa
del Berdigón (Playa Central) y la propia localidad de Isla Cristina. Los
tripulantes españoles de los galeones casi todos tras unos días de observación,
se reubicaron con sus familias, no así
los portugueses que no tenían casas y al no ser admitidos en su nación, deambulaban por las playas como podían. El
Gobernador Provincial estuvo a pie de playa desde que llegó facilitando socorro
así como el Cónsul portugués en Cádiz. Para atender a los enfermos se
establecieron pequeños hospitales de campaña en Las Cabezas, atendidos por el
médico de Ayamonte, D. Isaías Fernández, y el cura Campos, que fue infectado
aunque pudo salvar la vida, y en Punta
del Caimán, atendidos por los médicos de
Isla Cristina, los doctores, Vázquez, Vinuesa y Rocillo. Además, en estos
hospitales colaboraron cuatro hermanas de la Caridad llegadas desde Huelva, y
dos sacerdotes, uno de Ayamonte y otro, Práxedes Zarandieta, de Isla Cristina
que atendió a los enfermos de Punta del Caimán.
Los fallecidos ante el hedor y el aire corrompido por la putrefacción de
los cadáveres fueron enterrados en las
playas cubiertos de cal y posteriormente con arena todo lo profundo que podían
y volviéndolos a cubrir con una nueva capa de cal.
Sería complicado calcular la
incidencia de la epidemia sobre la población de Isla Cristina, ya que sólo conocemos
una parte de los fallecidos, los enterrados en el cementerio municipal.
Según el citado registro6,
los fallecidos por cólera morbo enterrados en el antiguo cementerio de Isla
Cristina fueron 74, dándose la mayor incidencia entre los días 19 de noviembre
y 10 de diciembre. Hay que tener también
en cuenta, que los enterrados por otras causas en total hacían 105. A estos fallecidos por cólera morbo habría
que añadir los cientos de portugueses fallecidos y que quedaron enterrados anónimamente
en las playas y de los que se ignora su número.
Las fuentes
utilizadas para la realización de este artículo son varias, especialmente las
cartas escritas por el doctor Don Rafael López Hernández y publicadas en el
periódico La Provincia.
1.- Diario de Cádiz
13 Marzo, 2017
2- A. López
Martínez. II Jornadas de Historia de Isla
Cristina, 2010
3.- Archivo
Municipal de Isla Cristina. Sanidad y
Asistencia Social, Legajo 557
4.- La Provincia.
4-11-1885
5.- La Provincia.
5-11-1885
6.-Registro general de
enterramientos, Ayto. de Isla Cristina, legajo 199