martes, 16 de mayo de 2023

EL FALUCHO “SAN MANUEL” ATRACADO EN EL MUELLE DEL MIRAMAR.

Artículo publicado en el periódico La Higuerita  15-5-2023

Falucho "San Manuel", atracado en el muelle del Miramar en 1947.
Foto cedida por Paco Delmo.

 Fue en 1928, cuando la barriada de Punta del  Caimán se unió al núcleo urbano de Isla Cristina a través de un pequeño puente de madera que posibilitaba el paso a pie de una a otra orilla, este hecho, propició una mejor comunicación entre ambos lados, y el movimiento de personas, sin tener que utilizar barquillas para cruzar de un lado al otro el Caño del Cepo.

Este Caño de ría, tenía su entrada hacia tierra justamente donde hoy se encuentra el Puerto Deportivo y moría en los Huertos, casi a la altura donde hoy se encuentran los edificios de las torres de la playa. El puente, cruzaba suspendido sobre el agua con una forma curva de norte a sur y estaba enclavado más o menos, donde hoy se encuentra el Monumento al Marinero, de ahí ese dicho popular de los viandantes, sobre todo los residentes en la barriada puntera, que aún hoy,  siguen diciendo cuando  vienen al centro: “vamos pal pueblo” o “vamos pa La Punta”, un símil a lo que ocurre hoy día con Sevilla y Triana.

La única edificación que existía en la parte en la orilla norte que daba a la población, era el Miramar,  y justo delante de su puerta principal, hacia levante, de norte a sur, existía un pequeño muelle de hormigón donde los barcos atracaban para cargar y descargar justo antes de la bocana que daba a la ría Carreras y a unos 30 metros aproximadamente, más hacia levante, se ubicaba el inicio del puente.   

Hoy publicamos esta interesante fotografía que hemos recuperado y que nos muestra con gran claridad el muelle del Miramar con un sombrajo delante del edificio y donde se encuentra atracado un hermoso falucho de “Vela Latina”, llamado “San Manuel” popularmente conocido como “El Falucho”, propiedad de Francisco Delmo Mena, natural de Estepona.

La imagen corresponde a finales de 1947. Curiosamente el barco está pintado de negro por el fallecimiento de su propietaria Gertrudis Escobar Sosa.  El personaje que aparece también vestido de luto por su madre difunta es Manuel Delmo Escobar, hijo de los propietarios.  

La principal actividad de este falucho, era la pesca de sardinas, caballas, la modalidad de arrastre y los mechillones (chirlas). En ciertas épocas, Francisco Delmo, el armador, se dedicaba a la compra de grandes cantidades de  mechillones y los vendía en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz y Tánger.

Me cuenta Francisco Delmo González-Barrero, (Paco Delmo), nieto del propietario, que a su abuelo, le había tocado la lotería en Tánger y con ese dinero pudo realizarle una obra a su barco,  montándole un motor de 18 CV de la marca SKANDIA, con lo que dejó de depender de la vela,  aunque la siguió utilizando.

Tanto el puentecito de madera, como el muelle del Miramar, dejaron de ser funcionales a finales de los años 50, tras la construcción de dos muros de contención que se utilizaron para cegar las aguas del Caño del Cepo con una draga que rellenó su cauce.  Dichos muros, el de poniente, limitaba con la ría,  y partía desde el astillero de Demófilo Vitorique, hasta la orilla del Cantil, y el de levante, desde el mismo Miramar hasta la Punta del Caimán, lo que es hoy la valla del colegio Reina María Cristina.  

Hasta la década de los años 90 en Caño del Cepo retuvo agua estancada quedando como una marisma o “zapal”,  que se fue rellenando poco a poco con los escombros y residuos de los derribos y las construcciones  así como todo tipo de basura que convirtieron la zona en un autentico vertedero y que con el paso de los años, dio lugar a toda la zona hoy edificada y que comprende el Monumento al Marinero, la Avenida del Carnaval, el Conservatorio, Parque Central, el Supermercado Mercadona y todas las edificaciones posteriores en aquel entorno.


martes, 2 de mayo de 2023

La familia Monclova y el origen del “Quiosco de Las Castañas”

Articulo publicado en el periódico La Higuerita 1-5-2023

José Monclova y Sierra Lopera, propietarios del Quiosco de Las Castañas junto a su nieto Jesús 

A largo de los tiempos y desde el nacimiento de la antigua Higuerita, el número de  habitantes de Isla Cristina siempre fue aumentando paulatinamente, gracias al trabajo que nunca faltaba, en la extracción, elaboración  y la transformación del pescado.  

Las características históricas y geográficas de Isla Cristina, poco a poco  convirtieron aquel pequeño núcleo de colonos que vivían exclusivamente de la pesca y su trasformación, en una urbe que necesitaba mano de obra y que llegaban de los pueblos de los alrededores y la vecina Portugal,  así como también de profesionales en otras materias desde otros muchos lugares de la geografía española. 

Adentrados ya en la mitad del siglo XX, una de esas familias que llegaron a Isla Cristina, fueron el matrimonio de feriantes formado por José Monclova Gallardo, natural de Algeciras (Cádiz), él montador del “Circo de La Alegría”,  y Sierra Lopera Cubero, turronera, natural de Cabra (Córdoba) que buscando un mejor porvenir para sus hijos, (Rosario, María, José y Paqui) y atraídos por la gran actividad comercial que en aquellos años había en la localidad, decidieron asentarse definitivamente en Isla Cristina.

Este matrimonio se conoció mientras trabajaban en las ferias de los pueblos de Andalucía, y estando Sierra en estado de buena esperanza de su primera hija Rosario, reclutaron a su marido José para ir a la guerra. Al finalizar la contienda,  ya tendían dos hijas, en ese periodo había nacido María.

El General de la 2ª Región Militar, José Martin Prat, que conocía bien a José Monclova lo contrató para trabajar en un cortijo de su propiedad, llamado Platero,  como encargado de un molino de aceite y a su esposa Sierra Lopera,  como cocinera.

En la aldea “El Garabato”, en término de La Carlota (Córdoba) nacieron dos hijos más, José y Paqui. Con la llegada de estos dos hijos, Sierra no podía atender la cocina del cortijo y decidieron volver a trabajar en la feria, pero había un problema, a José Monclova, trabajando en el molino de aceite, hacía tiempo que se le había caído la cartera en el  alpechín (liquido oscuro de color negro y olor desagradable. Mezcla del agua usada para lavar las aceitunas) y había perdido toda la documentación. Al estar indocumentado, el general Martín Prat le facilitó un documento como salvoconducto para que no tuviera ningún tipo de problemas al desplazarse con toda tranquilidad entre los pueblos.

Documento facilitado por intercesión del General José Martín Prat, firmado por el Gobernador
 y que utilizó la familia Monclova Lopera como salvoconducto para poder visitar las ferias. 


Al principio, recorriendo las ferias de los pueblos con una noria y una caseta de tira pichón, pasando los inviernos entre Villalba del Alcor (Huelva) y Valverde del Camino (Huelva).  En Villalba  se casa su primera hija Rosario y María lo hace en Valverde donde se quedan a vivir.  José y Paqui continuaron de feria en feria con sus padres, que ya se habían percatado de la capacidad económica de los isleños, donde corría la “monea”,  ya que por una peseta, ofrecían cuatro viajes en la noria que poseían en Villablanca, y sin embargo, al llegar a Isla Cristina con una peseta solo daban dos viajes.  

José Monclova Gallardo junto a su hijo José,  entre la chiquillería  junto a su noria instalada en
el antiguo terraplén de la Cofradía de Pescadores situado en la Gran Vía de Román Pérez
entre las casas de los alcaldes Juan Mirabent y Emiliano Cabot.
Al fondo se observa la caseta de tiro junto a las casas de la C/ Doctor Fleming.   


En todo ese periodo iban y venían en cada fiesta, y es en 1961, cuando deciden quedarse definitivamente a vivir en Isla Cristina, donde instalaron un pequeño puestecito de castañas junto al “Quiosco de Faustina” y frente al “Bar Rocío” (en la Gran Vía de Román Pérez).   

Posteriormente, al ver que su negocio comenzaba a funcionar, José Monclova,  solicitó al ayuntamiento un solar al final de la calle 29 de julio y principio de “El Mundo Nuevo” o “Barrio Nuevo” siéndole concedida una pequeña parcelita donde al principio ubicó una caseta de feria. Aquel lugar se convertiría en la vivienda de los Monclova Lopera y en el popular y conocido “Quiosco de las Castañas”, donde Sierra, la madre asaba castañas y las vendía por una ventana de aquel quiosco de madera pintado de azul, habilitando el resto como  vivienda.

Con el paso de los años, aquel lugar donde vivieron y se ganaron la vida,  “El Quiosco de Las Castañas” pasó a ser conocido como un punto de referencia para los isleños, casi como lo son hoy “El Miramar”, “El Matadero” o “El Molino”, enclaves que sin existir actualmente, son emblemáticos y significativos dentro de la geografía local.

Tanto José como Paqui Monclova Lopera, encontraron también el amor en Isla Cristina. Pepe como popularmente es conocido casó con la isleña María Rodríguez González,  hija de “Antonio el de Justa” y Paqui, con Francisco Núñez Mirabent “El Garapao”.

Documento Militar, acreditativo en favor de D. José Monclova Lopera, y que lo acreditaba como
Mecánico Montador Elemental para vehículos de Ruedas


Fue realizando el Servicio Militar en 1965 donde Pepe Monclova, el hijo varón de los feriantes  José y Sierra, realiza un curso de Mecánico Montador Elemental para vehículos de ruedas en la Escuela Regional de Automovilismo en Sevilla y adquiere los conocimientos necesarios que le valieron en la vida para convertirse en un buen mecánico y encauzar su vida civil posteriormente como mecánico de frigoríficos y lavadoras, profesión que realizó hasta su jubilación.

Una anécdota que nos parece graciosa y curiosa,  es la que coincidiendo Pepe Monclova en el Servicio Militar con el isleño Manuel Hernández Cabot, la madre del primero,  le entregó al segundo una bolsa con chacinas para que se la hiciera llegar a su hijo. Ya montado en el tren coincidió con un grupo de amigos estudiantes isleños, entre los que se encontraban Francisco Elías Rodríguez y  dos nietas de Román Pérez, que en un descuido le abrieron la bolsa que llevaba Manolo Hernández y se comieron toda la chacina. Para Hernández fue un gran disgusto  que nunca olvidó y pasado los años, nada menos que diez, un día que Pepe Monclova fue a realizar un trabajo en su casa, a cambio de aquella bolsa que no pudo entregar, le hizo llegar una lata grande de primera calidad de anchoas del Cantábrico que Pepe, recogió con agrado.

Los Monclova, han dejado impregnado su apellido en el origen del Quiosco de Las Castañas de Isla Cristina, pero también por su forma bondadosa de ser, buenos isleños, comprometidos con nuestras fiestas más tradicionales como son el Carnaval y El Rocío,  y que se han ganado el respeto y cariño de sus conciudadanos.