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Luis Bello en la revista Nuevo Mundo. Mayo de 1928 |
Luis Bello Trompeta fue
un conocido escritor, periodista, pedagogo y político que nació en Alba de Tormes el 6-12-1872 y que
falleció en Madrid el 5-11-1935.
Fundador de varias revistas, dirigió El Liberal de Bilbao y escribió en El
Heraldo de Madrid, El Imparcial y así como en otros periódicos, pero fue en el
diario El Sol, donde alcanzó fama y reconocimiento, es en este mismo periódico el
2 de febrero de 1928, en su sección “Visita a las Escuelas” donde dedica un
artículo a la educación en Isla Cristina, titulado “Presente de Isla Cristina”,
un adelanto de su obra, escrita entre los años de 1926 y 1929, y dónde emprendió
una campaña de viajes por toda España describiendo la situación de las escuelas
de los lugares que visitaba. Estos artículos se recogieron más tarde en la obra
“Viaje por las escuelas de España” publicada en Madrid, por la Compañía
Ibero-Americana de Publicaciones, S.A en 1929.
ISLA CRISTINA.- ANTES,
LA HIGUERITA, es el título que el autor utiliza para hablarnos de Isla Cristina
en diez páginas de su libro, dedicando su primera frase a Don Blas Infante, el notario, quién le sirve de cicerone y es en su visita, quién le ayudará a levantar
acta de cuanto ve en Isla Cristina, adentrándose en una localidad muy
diferente, añeja y llena de una riqueza y de vida a la que Luis Bello, retrata con una escritura fácil, lírica y de agradable
lectura, recreándonos fielmente sus
paisajes como los conoció en 1928.
Llegado desde Ayamonte,
Luis Bello, pide a Blas Infante que lo
lleve a la torre más alta “por ver mucho
cielo de una vez y el panorama de la isla hasta el mar y hasta la ribera
portuguesa del Guadiana”. Nos apunta:
“La torre más alta es, en los pueblos que no tienen castillo cimero, la de la
iglesia. Aquí la iglesita de la plaza se contenta con su espadaña neoclásica,
donde voltea discretamente una sola campana. Iglesia de aldea pesquera, no
mucho más grande que una barraca. La torre más alta es, pues, la del
Ayuntamiento; pero sin alardes, solo como una terraza más, con su minarete
avanzado, de las que aquí levantan para ver llegar los galeones. Ya con este
primer detalle empiezo a comprender la singularidad de Isla Cristina, que por
la historia de su fundación, no se parece a ningún otro pueblo de esta costa
andaluza. Isla Cristina no es Andalucía sino por el cielo. Comprendo bien,
amigo Don Blas el afecto que usted siente hacia ella y la efusión, la ternura
con que la tratan sus vecinos, ricos y pobres”.
“La
actividad de Isla Cristina, su formalidad y buena administración, la alegría,
sencillez y llaneza de su trato, con otras cualidades, que solo conociéndola
pueden estimarse…..a su origen y a su aislamiento. Es la última colonia griega fundada en playas
tartesias. Un poco griega, un poco fenicia, como todo el Levante, de donde vino
su sangre”. Bello,
realiza y explica el enclave geográfico y los pueblos limítrofes haciendo
una comparativa y destaca que “Isla
Cristina solo reina en las casas, en los canales y en las tierras ganadas al
mar; es decir, en lo que veo desde la azotea del Ayuntamiento. Tiene, sobre
todo, sus barcos. Para verlos ha levantado esos alminares que parecen tribunas
y también cofas…….. las azoteas encaladas brillan al sol”.
Nos relata e introduce
en los orígenes fundacionales catalanes tras el terremoto maremoto de Lisboa,
destacando a personajes como José Faneca y al Padre Mirabent haciendo un recorrido
por los apellidos oriundos de nuestros linajes que justificaban el título de
colonia levantina y afirma, “La Higuerita
es hoy una ciudad mediterránea, a pesar de su geografía. Quedan chozones de
tipo antiguo en los arrabales y en el mismo paseo central. Conserva como
reliquia una barraca de fundador, toda ella puerta y toda chimenea, con el
gracioso triangulo valenciano y moruno en su caballete. Consérvelo como el
mejor monumento conmemorativo, junto con el modelo más arcaico de la primera
“chauca” para salazón. El caserío se extiende hacia el canal, rellenando el
estero, arreglando como pueden el primer desorden de las primeras
construcciones. Hay barrios de calles muy estrechas. Casitas bajas, encaladas.
O de azulejos rosa, azul claro, verde pálido. O de rabioso almarrazón. Patios
enlosados, con macetones. Se vivirá de la sardina y el atún; pero no pueden
faltar en esas macetas tulipanes rojos, madreselvas, geranios y jazmines.
Andalucía, Levante y Portugal han concurrido a formar el carácter de este pueblo
nuevo”.
Se preguntaba, ¿cómo se
gobernaban y cómo vivían, diez o doce mil habitantes aislados en su industria y
en sus costumbres al margen de su presupuesto ligado al azar?, ya que a pesar de haber tenido años de
abundancia, desde hacía unos tres años vivían una crisis terrible donde
perduraban aún sus efectos, sin embargo, mantenían hábitos de grandeza,
mejorando sus fábricas y “fabriquines” de conserva, y fábricas de salazón en
lugar de las chozas viejas que movilizaban un ejército de hombres y mujeres
trayendo la pesca de fuera cuando las escuadrillas de Isla Cristina no podían
dar abasto. Por aquellos años estaba
recién instalado el material flamante de la fábrica de los Pérez Romeu así como
las escuelas de fundación privada (La Ermita 1921) que había visitado, y
afirmaba, que eran cerca de veinte las
fábricas complemento de la pesquería y desgranaba una relación extensa
resaltando la preponderancia de apellidos levantinos, catalanes y valencianos
como en las primeras chozas. Afirmaba
que era el pueblo entero quién necesitaba desde el maestro director hasta la
operaria que cierra la tapa de la lata, industria en sí, como explotación de un
negocio. “El porvenir de los chicos de la
escuela son los de bichero, que entran el atún; los pesadores, que manejan las
basculas; los descabezadores; los “ronqueadores” o descuartizadores del atún;
los “peteros” que los despellejan; los de la tabla, que lo cortan; los
estibadores, que lo llevan a la chauca”; los “picadores”, tivaleros, fogoneros,
cocedores”. Aseveraba que las
maquinas disminuían el personal pero al engrosar el volumen el negocio
aumentaba la población obrera con sueldo a jornal fijo o como destajistas
(cinco pesetas y un kilo de pan para los hombres, y tres o 3,50 ptas. y un kilo de pan, para las mujeres).
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Una familia isleña en su barraca. Foto Salcedo (1928). Revista La Esfera |
Las grandes fábricas
enrolaban a su gente por temporadas. En las pequeñas sonaba la sirena (pito de
llamada) y acudían a trabajar el que quisiera,
jactándose de que no tenía noticia de que aquellos jornaleros, camaradas
hermanos de la gente de los galeones les faltaran ningún día el jornal si
querían ganarlo y no esperaban inútilmente en la plaza como hacían los
trabajadores del campo. Había podido comprobar como la tripulación de los
vapores tenían un tanto de beneficio con la pesca de la sardina. En las
fábricas la gente tenían, además, un duro por cada mil atunes que se capturaran
así como el valor de los despojos del atún, supervivientes de un régimen comunalista.
Continuación publicada en el periódico La Higuerita 15-7-2020 (II)
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Lonja de Isla Cristina 1928 . Foto Salcedo. Revista La Esfera |
Nos narra, que había leído el libro de Bellón Uriarte que
el Instituto de Oceanografía acababa de enviarle y dónde decía que en Isla
Cristina entraban anualmente más de 12 millones de kilogramos de sardinas y que
era inútil comprarlo en el mercado porque no se vendía…. un acuerdo de la
Asociación de Armadores, para impedir
que los pescadores se llevaran la sardina ocultamente. No habiendo mercado
donde venderla se evitaba el robo, que
en el año de 1918 se calculó que había ascendido a 2 millones de kilos y se
preguntaba ¿robo?, respondiéndose asimismo que era mejor un exceso de
familiaridad. La almadraba sin embargo no hacía su leva de picaros ya que
barcos y fábricas trabajaban con obreros que no era como trabajar con gente de
“la brida y del hampa”. Alegaba que la
vida era ruda, y esa parte de azar le daba color e intensidad, épocas de
abundancia y semanas de vacas flacas que ya iban por tres años. La asociación
del gremio resolvió parte de la crisis con una derrama y resolvió
solidariamente el conflicto viéndose apreciado el casino y las chozas de la
margen izquierda del río Carreras, también era fácil hacerse cargo de esta
situación al hablar con las mujeres que mandaban a sus hijos a la escuela.
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Vista de Isla Cristina. Avda. Padre Mirabent 1929. Foto Salcedo. Revista La Esfera, |
Además de los mercados
antiguos, acababan de abrirse otros, donde las sardinas en cajas con hielo iban
destinadas a Sevilla, Córdoba, Extremadura y hasta Madrid. Las salazones en
cubetas o en cascos planos y tabales o cacos chicos estivadas al Levante, miles
y miles de toneladas en aceite y en escabeche. Afirmaba que como el ferrocarril
hasta Ayamonte todavía era una esperanza, la pesca iba hasta el Barreno de Sevilla,
(Lonja del pescado) y los vapores llevaban el resto. Se jactaba de haber visto
una pila de grandes cajas con etiquetas italianas y que debajo en letras pequeñas
pero bien claras decía: Isla Cristina. España.
“Este
pueblo tan fecundo en recursos, y con 10.000 habitantes, ha vivido hasta hace pocos
años igual que en tiempos de Roque Barcia: con dos escuelas de niños y dos de
niñas. Es el detalle, el pequeño detalle que no han reparado muchas
generaciones. Sustituyen la obra de la escuela nacional numerosas “migas”. He
visto, junto a las casas de galeones y las chozas de cañizo más pobres, una
clase de caridad perrillera, no tanto
escuela como capilla donde una anciana trabaja con vocación y buena
voluntad, (se refiere a la Punta del
Caimán). Don Antonio de Sardi, dos veces doctor, sabe
que donde no hay médicos hay curanderos. La vida del pueblo exuberante y casi
excesiva ha ido acomodándose en norma a casi todo, menos en la enseñanza. Las
ganancias súbitas desaparecieron como llamas de alcohol y precisamente cuando
más se ganó es cuando menos se adelantó. Me dicen que el año pasado –en plena
crisis- entró por el fielato de Isla Cristina un millón de litros de vino
común, de bajo precio, además de medio millón de otros alcoholes”.
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Grupo Escolar Ntra. Sra. de los Ángeles (Ermita) 1921 Mundo Gráfico |
“Las
escuelas de niños graduadas, con seis maestros y el director, son de fundación
particular. Ya al llegar a Huelva me habían advertido. “No deje usted de ir a
Isla Cristina si quiere llevarse una buena impresión de nuestra provincia. Allí
está Román Pérez Romeu que gastó medio millón de pesetas en memoria de su
hermano”. Así es. La obra debe ser públicamente elogiada…….y dejaré consignado
que gracias a Pérez Romeu se salva Isla Cristina de una carga a fondo bien
merecida. Pérez Romeu, alcalde varios años, antes y después del Directorio, ha
hecho su peculio las escuelas y Biblioteca Municipal, ha pagado excursiones
escolares a Huelva, a Sevilla y Moguer, y conferencias culturales en el Casino,
con otras iniciativas del mismo orden. En obras públicas y beneficencia, en la
Casa de Socorro dotada de material moderno; en atenciones benéficas y en otros
servicios que han hecho dar un paso al Ayuntamiento de Isla Cristina. Las
escuelas están bien dotadas, con seis clases bien espaciosas y cómodas con buen
material de todo género incluso aparato de proyecciones. Hay patio de juegos y,
sobre todo amplias terrazas: lo mejor, lo más característico y más marinero de
Isla Cristina. Seis maestros: D. Antonio del Molino, maestro de sección; D.
Dionisio Rodríguez, D. Avelino Barrera, maestro y profesor de educación física;
D. José Torcillo, D. Manuel López, D. Bianor P. Casado, y dos maestras Doña
Juliana López y Doña Matilde Andrade, todos maestros y maestras nacionales de
Isla Cristina”.
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Aula para niños del Grupo Escolar Ntra. Sra. de los Ángeles (Ermita) 1921 Mundo Gráfico |
Para completar la
información, existían cuatro escuelas particulares subvencionadas por el
Ayuntamiento, pero nunca las vio e hizo constar. Según el alcalde del momento Emiliano Cabot
Alfonso, existía un proyecto porque no podía continuar un pueblo como Isla
Cristina con sólo dos escuelas de niñas y tampoco debería conformarse con un
grupo de seis clases para trecientos niños.
Al
mes de su visita a Isla Cristina y a la fecha de la publicación de su
artículo, Luis Bello, recibía una carta
del maestro Avelino Barrera, entusiasta y optimista donde se le trasmitía que
el Ayuntamiento de Isla Cristina había procedido al feliz acuerdo de la
creación de la escuela graduada de niñas, que cómo sabía, era un proyecto por
el que todos hacían votos y que este se
apresuró para incluirlo en su artículo e hizo constar esta nota
patriótica y generosa una vez más del Ayuntamiento. Diciendo: “Don Avelino tiene
razón, el ayuntamiento merece el aplauso, y conviene que su acuerdo sea
conocido para emulación de los perezosos. Sin embargo, es preciso que el
proyecto siga adelante, y así lo espero, porque yo también soy hombre de fe”.
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Fuente:
Viaje por las escuelas de España” publicada en Madrid, por la Compañía
Ibero-Americana de Publicaciones, S.A en 1929. Más Andalucía. Bello, Luis.