miércoles, 16 de marzo de 2022

LA SOCIEDAD DE MAQUINISTAS “EL PROGRESO” Y LA DE FOGONEROS “LA RAZÓN” DE ISLA CRISTINA Y AYAMONTE, CONTRA LA PENA DE MUERTE.

   
 Artículo publicado en el periódico La Higuerita 15-3-2022


     D. Manuel Burgos y Mazo, Ministro de Gracia y Justicia en 1915  

La pena de muerte en España fue abolida, bajo cualquier circunstancia, por la Ley de 27 de noviembre de 1995,  aunque desde la Constitución de 1978 ya no se aplicaba,  exceptuando los casos que se pudieran disponer en las leyes penales militares para tiempos de guerra.

Antes, en 1932 había sido abolida a raíz de la reforma del Código Penal durante la II República,  manteniéndose exclusivamente en el Código de Justicia Militar y la Marina de Guerra. En 1934 fue restablecida para los delitos de terrorismo y bandolerismo. El General Francisco Franco, la reincorporó plenamente al Código Penal en 1938, bajo el argumento de que su abolición no era compatible con el buen funcionamiento de un estado.

En 1775 Carlos III prohibió la pena de muerte en la horca en favor de su aplicación mediante garrote vil. La última ejecución con este método en España se produjo en 1974 y las últimas ejecuciones fueron las de dos miembros de ETA  político-militar y tres del FRAP Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, quienes fueron  fusilados el 27 de septiembre de 1975, en medio de fuertes protestas internacionales contra la dictadura franquista.

La última mujer ejecutada en España en 1959 fue Pilar Prades Expósito o Santamaría(1928-1959), la “envenenadora de Valencia”. Una criada española, condenada a muerte por asesinato y ejecutada mediante garrote vil. Su verdugo, y el último ejecutor de sentencias  designado para llevar a cabo la ejecución que dio muerte en España por garrote vil,  fue Antonio López Sierra (1913-1986) quien, tras saber que se iba a ejecutar a una mujer, se negó a hacerlo. La ejecución, prevista para las seis de la mañana, se llevó a cabo más de dos horas después en espera de un indulto que no llegó. Al verdugo,  hubo que emborracharlo y llevarlo a rastras al patíbulo.

Expuesta esta cronología histórica, adentrémonos en el hecho que nos mueve a escribir este artículo.

Según nos narra la prensa de la época1  En la prisión correccional de Huelva se hallaban detenidos dos reos, dos jóvenes infelices del pueblo de Bonares llamados Francisco Pérez Martín “El Cagahigo” y José de la Torre Martín “El Cojo Zarate”. “Grande  y macabro fue su delito, pero la piedad debe mostrarse en favor de estos desgraciados que guardan conjunta ansiedad natural que el más alto Tribunal de la Nación, confirme la terrible sentencia que hace unos meses dictó la Audiencia de esta capital. Los dos jóvenes victimas de su incultura, impulsados por los perversos instintos de una mala educación había hecho germinar sus oscuros cerebros, asesinaron a una pobre mujer, llamada Salomé Pérez “La Bejarana” que había sido más que una madre para el “Cojo Zarate”. Horrorizados por su acción, temiendo ser sorprendidos huyeron al monte, en el paraje conocido como “El Corchito” sin consumar el dinero del robo que era lo que les indujo a cometer el crimen ocurrido en la calle de “La Ermita”. La justicia humana, pesó y analizó los hechos y pronunció su fallo, la justicia de los hombres los ha condenado a morir en el infamante cadalso”.

Desde el mismo periódico, se decía que era la hora de la piedad, de ese hermoso sentimiento que anida en los corazones humanos y se debían dejar oír sus voces pidiendo clemencia para esos desgraciados que arrepentidos por el atroz delito, aguardaban angustiados el terrible momento. La Semana Santa estaba próxima y el mundo cristiano conmemoraría los sufrimientos de aquel que se sacrificó por todos los hombres,  y en aquellos días,  se indultaban de la pena de muerte a muchos infelices,  ya que dicha sentencia para Pérez Martín y Torre Martín, se hallaba a la espera de los informes del Tribunal Supremo y todo se dejaba en manos del Ministro de Gracia y Justicia, el ilustre paisano natural de Moguer, Sr. Burgos y Mazo, cuyos humanitarios sentimientos eran más que conocidos,  y quién podría activar la tramitación del expediente y proponer a sus compañeros de Gabinetes que aconsejaran el indulto de los reos de Bonares, con motivo del Viernes Santo, evitando así un día más de luto.

A esta petición de indulto, tras reunión,  se sumaron los obreros2 de la Sociedad de Maquinistas “El Progreso” de Ayamonte e Isla Cristina y la de Fogoneros “La Razón” quienes acordaron dirigir un mensaje al Ministro de Justicia, Sr. Burgos y Mazo,  pidiéndole que interpusiera su influencia para conseguir dicho indulto.

La actitud de aquellos obreros que secundaron el llamamiento pidiendo clemencia para aquellos desgraciados hechos que acaecieron el 24 noviembre de 1912,  según la prensa, fue digna de los mayores elogios. “Esa generosidad que muestran la cultura de los pueblos deben congratularse con la actitud tomada por estos obreros, que acordaron gestionar que no mueran dos de sus semejantes”.  En aquella sentida carta remitida a la prensa decían: “Por humanidad debemos pedir perdón para esos dos seres desgraciados que asesinaron por egoísmo hijo de la ignorancia y de la incultura, evitando un día de luto a nuestra capital. Olvidemos su delito del que acaso sean responsables y procuremos que no desaparezcan semejantes cuyas vidas como la de todos los hombres son sagradas”.  Esta carta de la Sociedad de Obreros y Maquinistas de Ayamonte e Isla Cristina, iba firmada por el presidente D. Manuel Gabiño y el Secretario D. José Cantero.

Encontramos con fecha 2 de marzo de 1915, un documento3 remitido  desde la Asociación de Fogoneros “La Razón” de Isla Cristina y Ayamonte,  en la que informaban por escrito al Sr. Gobernador Civil de la Provincia de la constitución de la misma. El escrito está firmado por D. Juan Izquierdo y  D. Bartolomé Vázquez.

La Junta directiva4, que debía renovarse cada seis meses, con sede en Isla Cristina, en la C/ Gómez Galdón (Carreras) se constituyó el 20 de enero de 1915 y estaba conformada por Presidente: D. Juan Izquierdo, Vicepresidente: D. Alejo Pascual, Secretario: D. Bartolomé Vázquez, Contador: D. Facundo Aguilera y los Vocales: D. Eduardo García y D. Vicente Márquez y Delegado: D. Joaquín Rivera. De  los integrantes de la Asociación “El Progreso” solo podemos destacar  a D. Manuel Gabiño y D. José Cantero, los  firmantes de la carta remitida al Ministro de Justicia.

El 19 de marzo5, llegó la noticia de que el recurso a la sentencia de muerte para Francisco Pérez Martín “El Cagahigo” de 20 años y natural de Bonares y José de la Torre Martín “El Cojo Zarate” de 20 años, natural de Almonte y residente en Bonares había sido visto en el Tribunal Supremo y confirmado el terrible fallo. Todo quedaba en las gestiones que según la prensa, el Sr. Burgos y Mazo, en pro de los reos pudiera hacer, ya que además eran vecinos y naturales de un pueblo perteneciente al distrito representado por el ilustre paisano durante varias legislaturas. Todo el pueblo de Bonares6 se sumó a la petición también en un mensaje al ministro de Gracia y Justicia solicitando los indultos que S.M debía conceder el Viernes Santo.

El 2 de abril, se tuvo conocimiento7 de la noticia del indulto para los autores del crimen de Bonares siendo acogida con alegría, ya que se esperaban las  inminentes ejecuciones. El Gobernador Civil de la provincia recibió un telegrama del Jefe Superior de Palacio que decía: “Tengo el honor de participarle que S.M. el Rey, haciendo uso de su Regia rogativa en el acto de la Adoración de la Cruz, ha indultado a Francisco Pérez Martin y José de la Torre Martín ambos condenados a muerte”.

Según José García Díaz8, José de la Torre “Cojo Zarate” murió en agosto de 1945 a la edad de 60 años, permaneciendo en el penal de Santa María casi cuarenta años de prisión donde murió de neumonía. Francisco Pérez Martin, fue trasladado al penal de Monte Hacho en Ceuta, donde se desconoce que fue de su vida. Según Benjamín Coronel9, cuando fueron indultados, dicen que Francisco se fue voluntario a la guerra de África y nunca más se supo de él,  y de José de la Torre,  no se sabe, se dice que se fue a Almonte y nadie lo vio,  a los dos  se les perdió el rastro. 

Lo cierto es, que la Sociedad de Maquinistas “El Progreso” y la de Fogoneros “La Razón” de Isla Cristina y Ayamonte, intercedieron para que dicha sentencia no se ejecutara y se salvaran las vidas de los reos porque: “sus vidas como la de todos los hombres son sagradas”.

____________________________________________________________________  

1.- Diario La Provincia 2/3/19

2.- Diario La Provincia 6/3/1915

3 y 4.- Archivo Municipal de Isla Cristina Leg. 93

5.- Diario La Provincia 19/3/19156.- El Progreso de Sevilla 22/3/1915

7.- Diario La Provincia 3/4/1915

8.- García Díaz, José. http://pinceladasdelahistoriadebonares.blogspot.com

9.- Coronel, Benjamín. https://bonaterrahistorica.blogspot.com

miércoles, 2 de marzo de 2022

LA CENSURA EN EL CARNAVAL DE ISLA CRISTINA.

 Artículo publicado en el periódico La Higuerita 1-3-2022
Pepillo “La Rubiana”, Cristóbal Cordero “El Palomo”, La Aviadora, El Peral y la Escamúa en su salsa y disfrazados en una instantánea durante los carnavales de los años 60. Foto de Cristóbal Cordero, cedida a Mony y a Fernando do Carmo.

A veces solemos mitificar muchas cosas del pasado e idealizamos de una manera casi sublime los recuerdos y las vivencias, aquello que nos contaron nuestros antepasados, colocando determinados hechos que hemos vivido en primera persona casi en un “baldaquín de la memoria”,  glorificándolos como hechos irrepetibles.

Muy lejos de todo eso, lo cierto es, que cualquier tiempo pasado no tuvo por qué ser mejor, sino diferente e influyen para ello muchas circunstancias para que desde la objetividad,  concluyamos en tales afirmaciones. Cada etapa tiene su contexto, sus limitaciones y sus circunstancias especiales vinculadas a los momentos de florecimiento o decadencia en que se viven. Es seguro que ni los personajes ni las circunstancias socioculturales y políticas son las mismas, y que cada persona tiene unas peculiaridades que las hacen diferentes a las otras, todo suma, ahí reside la grandeza y ese es el patrimonio que debemos preservar y proteger casi de una forma inmaculada, sin renunciar nunca a evolucionar, a aprender y a mejorar según nos marquen los tiempos.

Con el devenir de los años, sin duda,  todo ha evolucionado a mejor, salvo esas excepciones que desgraciadamente sí añoramos y que no hacen falta desgranar,  y que como la corriente, desgraciadamente, nunca volverá.

El Carnaval de Isla Cristina con el paso de los años se ha ganado por meritos propios y por el gran legado de su historia la concesión del reconocimiento a ser denominado Fiesta de Interés Turístico de Andalucía, una declaración que tiene más importancia de la que creemos, y que los isleños,  artífices de todo esto,  aún no lo hemos asimilado como fuente de riqueza, proyección y exportación cultural y económica para nuestra localidad, ni siquiera lo han hecho las instituciones y asociaciones con responsabilidades de organización.

Quizás, todo ese potencial cultural y efímero sea producto de ese carácter anárquico que nos caracteriza, fortalecido por esa idiosincrasia tan peculiar que nos aporta la mar, el sentido musical, el ingenio improvisado, la desorganización innata, la sátira en las letras, la  libertad que le atesora,  y ese legado de padres a hijos,  generación tras generación.  El Carnaval de Isla Cristina tiene la grandeza de ser, aunque  por razones más que obvias y  manifiestas,  se le relegue al abismo de la indiferencia mediática, y de la que  todos somos culpables. 

Esta “organización desorganizada”  el Carnaval, la Fiesta de la Libertad,  donde el pueblo se manifiesta tal y  como es  llegando a ser capaz de enfrentarse abiertamente al poder establecido y demostrando su fuerza,  siempre estuvo encorsetada por las autoridades competentes bajo unas normas de conducta para la buena organización. Las primeras normas y noticas al respecto que conocemos1, fueron dictadas por el alcalde D. Lorenzo Elías en 1832 ejerciendo como presidente del Ayuntamiento de la Real Isla de La Higuerita con el fin de salvaguardar la inmoralidad, y donde se autorizaba “las máscaras y las diversiones racionales durante los tres días que duraban las carnestolendas”, y desautorizaban “la multitud de prácticas abusivas que ni tienden al placer y desahogo público ni guarden conformidad con la seguridad personal, el decoro popular, la decencia ni las buenas costumbres”. 

Con el devenir del tiempo se fueron publicando bandos y ordenanzas que fueron dando un orden a la fiesta con restricciones a la vestimenta,  donde taxativamente se prohibía vestir de ministros de la religión, militares,  llevar armas o verter aguas fecales sobre las máscaras así como en el año 1876 se publica el reglamento para las normas de uso y comportamiento en el teatro. Estas normas se fueron adaptando a las circunstancias de las fiestas y a los tiempos. 

Los concursos de teatro, siempre fueron organizados por los propios empresarios quiénes otorgaban por un jurado  los premios,  así como la organización de los  bailes,  que eran de iniciativa privada y se celebraban en los Casinos,  Asociaciones Culturales y Teatros. Nunca por la institución pública que lo apadrinó y los llegó a autorizar organizándolos en plena dictadura por  iniciativa del alcalde D. Emiliano Cabot del Castillo a partir de 1968 con el nombre de Fiestas Típicas de Invierno. 

En todas las etapas de las carnestolendas de una manera u otra ha existido censura, muchas veces por mandatos organizativos y otros,  por el ideario del momento. Es así,  que algunas de las coplas no llegaban a  insertarse en las en tiras (cancioneros) o eran adulteradas al publicarse y posteriormente, se  interpretaban o no, como fueron concebidas con el riesgo que conllevaba la  manera original durante de concurso o en las calles. 

 Contraviniendo una opinión generalizada, fue quizás durante la democrática II República, una de las etapas de más censura, el propio semanario La Higuerita, nos hace referencia impresa del visado2 por la censura que lo atestigua. En 1935, la prensa3 nacional nos narra la visita al carnaval de Isla Cristina y Ayamonte de dos diputados por Huelva, los Sres. Cano López y Guzmán para solucionar temas pesqueros donde se afirma: “El Carnaval transcurre muy animado. Han sido detenidos 17 individuos por contravenir las órdenes gubernativas disfrazándose de mujer”. 

Tras la Guerra Civil, el Carnaval es oficialmente prohibido, suspendiéndose toda actividad y concurso.  Es a finales de la década los años 40 del pasado siglo cuando comienzan a irrumpir tímidamente algunos disfraces callejeros de forma individual,  siendo perseguidos y detenidos por la autoridad. En 1954, irrumpe la primera  murga callejera “Los Asturianos” dirigida por Luis Garrido “El Carbonero” y el primer grupo de disfraces “Las Botellas de Tío Pepe” organizada por Claudio Núñez García, este también quién recuperó las carrozas, y años después el Entierro de la Sardina. 

A partir de ahí, las autoridades ejerciendo su obligación,  hacían cumplir las normas pero conscientes de que no había peligro hacían de vez en cuando la “vista gorda”. 

Ya en la etapa contemporánea debemos diferenciar dos partes bien definidas, la primera, que abarca parte de la dictadura franquista comprendida entre 1968 y 1978,  en la que era obligatorio pasar las letras que se iban a interpretar al censor de turno para que diera el visto bueno, y la segunda, desde 1979 ya instaurada  la democracia con una nueva Constitución hasta nuestros días, aunque sus coletazos censores,  se alargaron algunos años más.  Recordemos ese mismo año,  el suceso acaecido estando en escena la murga “Los locos de la Morana” dirigida por Manuel Garcés “Lolín”  y habiendo sido advertida de que determinados temas no se podían interpretar, estos jóvenes, hicieron caso omiso en un momento muy crucial y determinante de la transición española, sobrepasando los límites de lo permitido, con actitudes obscenas y teniendo que ser reducidos y detenidos violentamente. También en 1980, fue detenido Francisco Canela Tobarra, director de la murga “Los reclutas de San Fernando que vinieron andando”, todo a instancias del mando de la Ayudantía Militar de la Comandancia de Marina de Isla Cristina, quién interpuso denuncia al interpretar que era  una burla hacia el ejercito de la Marina, ya que vestían uniforme de soldados y utilizaban los galones de la jerarquía militar. Tras unos días difíciles, el tema pudo solucionarse, siendo autorizados a continuar en el concurso aunque quedaron descalificados, rectificando y adaptando el tipo al que le pusieron faldas escocesas y eliminando los galones que portaban en las mangas, buen susto fue, el que se llevaron. Así mismo en 2001, al cuarteto “Aunque no te lo creas, hemos salido este año” dirigido  por Victoriano Ochoa y Manuel Raya  le cerraron las cortinas durante su actuación bajo el argumento oficial,  de evitar la alteración del orden público.     

Nunca hubo un tiempo de mayor libertad para expresarse que el que actualmente vivimos en pleno siglo XXI y que mana de la democrática Constitución Española.  Un Carnaval del pueblo, escrito y cantado para el pueblo, en ese Parlamento de Coplas, donde explosionan  esos sentimientos contenidos que se airean con el desenfreno de los problemas cotidianos, que se enmascaran, se cantan y se gritan por febrero inundando de multicolores la Fiesta de la Libertad. 

La única censura hoy, es la que nos imponemos nosotros mismos por pudor, respeto,  miedo, el qué dirán,  y sus consecuencias colaterales.   

____________________________________________________________ 

1.- López Márquez, Vicente. Isla Cristina Por los caminos de la Historia. El Carnaval de Isla Cristina en el siglo XIX

2.- Semanario La Higuerita. 22-10-1934

3.- La Vanguardia de Barcelona 6-3-de 1935