Articulo publicado en el periódico La Higuerita 1-12-2019![]() |
Arriba de izquierda a derecha: los hermanos Manolo, Diego y José Maria. Abajo: Cristóbal y José Pérez Pereira |
El ser humano siempre ha buscado
las mil y una maneras para subsistir y así, poder mantenerse en la vida según
sus necesidades, dependiendo de sus recursos y dentro del contexto de su
comportamiento social, creando para ello, patrones de subsistencia.
Hoy,
quiero dedicar este artículo para rendir un reconocimiento a esas personas anónimas
que sin ningún tipo de relevancia por sus hazañas o estatus social, realizaron
un trabajo ya perdido, y digno de ser recordado por su peculiaridad. Me refiero
a los “pescaeros ambulantes” que a lo
largo de la década de los años 50 y 60 existieron
en Isla Cristina y que con un esfuerzo sobrehumano se las imaginaban para ganar
unas pesetas que llevar a casa y de esa manera mantener a sus familias.
Me
comentaba el amigo Manuel Hernández Cabot, que nadie había escrito aún sobre
este tema concreto, y que estos hombres, eran dignos de mención, ya que se
buscaron la vida de una forma honesta y honrada en una Isla Cristina que quedó
anclada en el tiempo, muy diferente a la
actual y con muchas carencias. Él mismo, me puso en contacto con Cristóbal Pérez
Pereira, ya que dos de sus hermanos, entre
otros isleños, se ganaron la vida durante un largo tiempo de esta forma tan
peculiar.
En
nuestra localidad, había unas siete u ocho personas que de forma regular, trasportaban el pescado en bicicletas para
venderlos fuera de nuestra localidad. Desconozco la totalidad de sus nombres
completos pero no por ello, dejaré de nombrar a algunos por sus nombres y apellidos, apodos o
sobrenombres, siempre consciente de que otros
puedan quedar en el olvido al ser obviados. Los hermanos José y Joaquín Periáñez López,
(este último gran corredor ciclista, por ello, estaba tan bien entrenado), los
apedillados Canela y Toscano, otro
apodado el “Parte Piedras”, además de un tal “Pedrillo” que vivía en la
Barriada de Román Pérez, en el otro lado del Puente y que solía salir a vender
con Manuel Pérez Pereira.
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Esta imagen es representativa y no corresponde a Isla Cristina. Fuente: La Opinión. A Coruña |
Hoy,
ante la imposibilidad de dejar constancia fotográfica de ellos con sus peculiares
bicicletas, he querido traer una fotografía familiar de los hermanos Pérez
Pereira, ya que tres de ellos Manolo,
José María y José, también se dedicaron
a ello, unos más que otros, durante
largas temporadas.
Los
“pescaeros” ambulantes, compraban el pescado en la “Lota” y a veces de
estraperlo en el muelle. Utilizaban unas bicicletas de alquiler que les
facilitaba el bueno de Pepe Cañavate. Estas bicicletas eran normales pero
tenían dobles radios ya que estaban
diseñadas para aguantar mucho más peso. Usaban unas canastas de cañas con un
tamaño y un fondo especial, confeccionadas exclusivamente para ellos y para
sostenerlas, utilizaban un palo cruzado
colocado a modo de serones, como si fueran mulos o burros, amarradas al portamantas.
Mayormente
vendían sardinas, bien de los sardinales o de los galeones, pero también jureles,
y de las parejas, pescadillas, sargos etc., todo lo que hubiera en ese momento
que fuera vendible.
Solían salir de Isla Cristina al amanecer cuando el trayecto
era corto, pero también se levantaban de
madrugada, dependiendo de la distancia y
a la localidad a la que fueran pedaleando para llegar de día a la venta.
En una ocasión, “Pedrillo” y Manuel Pérez, cargados de
pescado, pusieron sus bicicletas en una báscula al llegar a Moguer, arrojando el primero un peso de 150Kg. y la
segunda de 120Kg., una auténtica barbaridad.
En La Redondela, Lepe, Villablanca, San Silvestre, Cartaya,
San Juan del Puerto, Moguer y de vez en
cuando en el Andévalo y la Sierra de Huelva se acostumbraron a oír aquellos pregones
de los “pescaeros” que anunciaban las “sardinas vivas y el “pescao” fresco de
Isla Cristina”.
Con el paso del tiempo, algunos de ellos pudieron aspirar a comprarse una
bicicleta propia, que solo la usaban para el paseo y desplazarse para visitar a
sus novias, ya que continuaban alquilando la de dobles radios que les preparaba
el taller de Cañavate.
Aunque hoy he querido reseñar concretamente a los vendedores
ambulantes en bicicletas, no quisiera dejar en el olvido, la figura de dos hombres, entre otros, y que de diferente forma, hacían también un
gran esfuerzo para buscarse el pan diario,
me refiero al portugués Basilio
Pereira Ferreira, residente en la Punta del
Caimán, un hombre con una fuerza
descomunal, con unos pies enormes y quién descalzo, y andando, recorría de ida y vuelta el trayecto hasta
Lepe con un palo cruzado en la cerviz de su espalda sosteniendo dos canastas
colgadas cargadas de pescado. También, a Horacio Piris Mascareña, que andando y
empujando su carro, cargaba las cajas de madera y las canastas de caña,
desplazándose hasta los pueblos más cercanos como La Redondela, Lepe y los
campos del Terrón. Con el paso de los años pasó a venderlos en la propia
localidad como también lo hizo el popular Antonio De los Santos “El Candé”
Sirvan estas líneas hoy como recuerdo y reconocimiento para
todos ellos.