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viernes, 7 de febrero de 2020

EL CARNAVAL DEL AÑO 20

Artículo publicado en la revista del Carnaval de Isla Cristina 2020

"Las Corsarias", baile de disfraces, década de los años 20.
De los 8 miembros, podemos reconocer a tres de ellos, debajo de la bandera a Manuel Martín Villate y justo abajo en el suelo, a Francisco Martin Villate, hermanos de Antonio Martín Villate "El Pañerito" La chica sentada tal cual se ve la fotografía  a la izquierda es Agueda Toronjo Zafilla, esposa que fue de Raúl Cardoso Santos.


En 2020, se inicia  el primer Carnaval de una nueva década.  Debe ser el inicio de una nueva etapa, donde la renovación constante de ideas y las formas de entender y hacer la fiesta han de imprimir un antes y un después. Las décadas marcan época, y en ellas deben florecer nuevos conceptos, nuevas agrupaciones, directores, autores, peñas, corrocistas etc., en definitiva, evolucionar, para que se continúe engrandeciendo y escribiendo con letras mayúsculas las páginas de nuestra gran y genuina historia carnavalesca.

Los más jóvenes del lugar en un futuro dirán, yo viví, o participe en los carnavales de los años 20. Pero en Isla Cristina, que tenemos una gran tradición de las carnestolendas, esos que ya vamos peinando alguna que otra cana, y hemos conocido muchos carnavales, sí para referirnos,  dijéramos el Carnaval de los años 20, rápidamente nos transportará a los veinte del siglo pasado, es decir, al siglo XX, aunque dudo que ninguno de nosotros tenga memoria para recordar,  ni años para haberlos disfrutado.

La prensa local, es un fiel exponente de lo que somos y fuimos en esto de las carnestolendas, pero ni todo lo antiguo fue tan bueno como lo pintamos, ni todo lo de ahora es tan malo como queremos hacerlo ver. 

Cuando solemos evocar y hablar del pasado, tendemos a magnificar y a idealizar, así no es raro oír de vez en cuando esta expresión: “los carnavales de antes eran mejores que los de ahora”, y en algunos aspectos podría hasta serlo, pero en la mayoría de ellos no. Los carnavales de hoy,  sencillamente son de hoy, y quién lo vive, disfruta y  participa lo recordará con la misma intensidad y pasión que lo vivieron otras generaciones en su momento.

Cada etapa es especial, distinta, donde siempre existió esa rivalidad y  competitividad que nos ha hecho crecer, por eso es importante contextualizarlos en su momento histórico y en su tiempo, valorándolos  desde el punto de vista en que se celebraron, analizando cada periodo, así como las circunstancias tanto sociales como económicas.
Hace un siglo, Isla Cristina contaba con 9567 habitantes, y el Carnaval de 1920, se celebraba durante los tres días que marca la tradición, de lunes a miércoles. Según las crónicas del momento,  no fue muy animado,   ya que al segundo día irrumpió la lluvia.  Las máscaras que se vieron  disfrutaron por las calles, pero cuando más concurridos estaban los paseos Cánovas y Las Palmeras, donde la juventud estaba pintarrajeada y cubiertos de grotescas caretas chillando y ahuyentando a los pacíficos transeúntes hizo acto de presencia un gran aguacero. El tercer día estuvo lloviendo a intervalos pero como era el último día de las carnestolendas,  no quisieron dejar de rendir tributo al Dios de la Farsa.

Una sola comparsa salió ese año, “Fantomas Zeta” quién para gusto de la mayoría fue bastante deficiente y que se vio acompañada de otra   venida de la localidad de Ayamonte,  “Moros y Cristianos”. La zona más concurrida como era tradicional era el “Paseo de Los Reyes” donde se concentraban las máscaras y los curiosos. Los confetis y los papelillos brillaron por su ausencia restando esplendor a las carnestolendas, en cambio,  según las crónicas, abusaron de las esencias y de jeringuillas rellenas de agua que sin esperarlo mojaban a quienes se pusieran por delante, propinándoles  un lavatinazo mayúsculo. 

Las jóvenes en su mayor parte ataviadas con trajes usuales lucieron algún que otro pequeño detalle de carnaval y otras, las menos,  con mantones de  manila, en cambio entre los hombres, como nos narra el periódico La Higuerita, hubo soldados, niñeras y machotas, “vestidos interiormente de curdas, melopeas, cogorzas, trancas, peos, jumos, pítimas etc., etc.” es decir, con un jumazo de “dos pare de cojones”.

Referente a los bailes,  se celebraban de forma privada por  la empresa de los Hermanos Noya, del Salón Victoria,  quienes organizaron bailes con un gran éxito de asistencia y distribución, decorando con cadenetas y serpentinas de colores y utilizando el salón central para el baile con la música al piano del maestro Cervantes de la Vega y su hijo,  así como por un grupo filarmónico, mientras que en el Salón Flores, también decorado con exquisito gusto,  se dieron cita la Sociedad de Francisco Álvarez y Joaquín Gómez donde bailaron al son de un manubrio contratado para la ocasión.

Otro de los bailes organizados fue el de La Prensa, en el salón de su redacción con gran éxito y que estuvo organizado por los semanarios locales “El Atlántico, Enigma y La Higuerita”.

El Miércoles de Ceniza cerró el Carnaval con el Entierro de la Sardina,  donde la multitud invadió las calles de antorchas y velas encendidas cantando apropiados responsos y por donde quiera que pasaba, la gente lloraba en una mar de lágrimas para acabar en el puente arrojando a la ría el cadáver, y despidiéndose de la comitiva en la Plaza con una gran ovación delirante.

Así fue el carnaval de 1920, y cien años después, el Carnaval de Isla Cristina con un padrón de 21.264 habitantes, acogerá un total de 26 agrupaciones procedentes de Ayamonte, Punta Umbría, Cartaya e Isla Cristina,  tres comparsas infantiles, diez de adultos, nueve murgas, tres coros y un cuarteto, que subirán a las tablas del Teatro Horacio Noguera para deleitarnos.  Un Carnaval declarado de Interés Turístico de Andalucía que cuenta con infinidades de actos previos y postreros que abarcan muchos meses y horas de trabajo por las  Peñas y Asociaciones,  ensayos, coronaciones, menciones, que explosionarán en la Cabalgata Infantil y la  Gran Cabalgata multicolor del domingo 23 de febrero acogiendo  a  un sinfín de agrupaciones callejeras y de disfraces individuales que darán como siempre, rienda suelta y llenarán color e improvisación nuestras calles.  

Así fue, así es y será nuestro carnaval, porque es del pueblo de quién mana,  lo hace y se recrea; y nació del pueblo,  para el pueblo.