![]() |
José Monclova y Sierra Lopera, propietarios del Quiosco de Las Castañas junto a su nieto Jesús |
A largo de los
tiempos y desde el nacimiento de la antigua Higuerita, el número de habitantes de Isla Cristina siempre fue
aumentando paulatinamente, gracias al trabajo que nunca faltaba, en la
extracción, elaboración y la
transformación del pescado.
Las
características históricas y geográficas de Isla Cristina, poco a poco convirtieron aquel pequeño núcleo de colonos
que vivían exclusivamente de la pesca y su trasformación, en una urbe que
necesitaba mano de obra y que llegaban de los pueblos de los alrededores y la
vecina Portugal, así como también de
profesionales en otras materias desde otros muchos lugares de la geografía
española.
Adentrados ya en
la mitad del siglo XX, una de esas familias que llegaron a Isla Cristina, fueron
el matrimonio de feriantes formado por José Monclova Gallardo, natural de
Algeciras (Cádiz), él montador del “Circo de La Alegría”, y Sierra Lopera Cubero, turronera, natural de
Cabra (Córdoba) que buscando un mejor porvenir para sus hijos, (Rosario, María,
José y Paqui) y atraídos por la gran actividad comercial que en aquellos años
había en la localidad, decidieron asentarse definitivamente en Isla Cristina.
Este matrimonio
se conoció mientras trabajaban en las ferias de los pueblos de Andalucía, y
estando Sierra en estado de buena esperanza de su primera hija Rosario,
reclutaron a su marido José para ir a la guerra. Al finalizar la contienda, ya tendían dos hijas, en ese periodo había
nacido María.
El General de la
2ª Región Militar, José Martin Prat, que conocía bien a José Monclova lo contrató
para trabajar en un cortijo de su propiedad, llamado Platero, como encargado de un molino de aceite y a su
esposa Sierra Lopera, como cocinera.
En la aldea “El
Garabato”, en término de La Carlota (Córdoba) nacieron dos hijos más, José y
Paqui. Con la llegada de estos dos hijos, Sierra no podía atender la cocina del
cortijo y decidieron volver a trabajar en la feria, pero había un problema, a José
Monclova, trabajando en el molino de aceite, hacía tiempo que se le había caído
la cartera en el alpechín (liquido
oscuro de color negro y olor desagradable. Mezcla del agua usada para lavar las
aceitunas) y había perdido toda la documentación. Al estar indocumentado, el
general Martín Prat le facilitó un documento como salvoconducto para que no
tuviera ningún tipo de problemas al desplazarse con toda tranquilidad entre los
pueblos.
![]() |
Documento facilitado por intercesión del General José Martín Prat, firmado por el Gobernador y que utilizó la familia Monclova Lopera como salvoconducto para poder visitar las ferias. |
Al principio, recorriendo las ferias de los pueblos con una noria y una caseta de tira pichón, pasando los inviernos entre Villalba del Alcor (Huelva) y Valverde del Camino (Huelva). En Villalba se casa su primera hija Rosario y María lo hace en Valverde donde se quedan a vivir. José y Paqui continuaron de feria en feria con sus padres, que ya se habían percatado de la capacidad económica de los isleños, donde corría la “monea”, ya que por una peseta, ofrecían cuatro viajes en la noria que poseían en Villablanca, y sin embargo, al llegar a Isla Cristina con una peseta solo daban dos viajes.
En todo ese periodo iban y venían en cada
fiesta, y es en 1961, cuando deciden quedarse definitivamente a vivir en Isla
Cristina, donde instalaron un pequeño puestecito de castañas junto al “Quiosco
de Faustina” y frente al “Bar Rocío” (en la Gran Vía de Román Pérez).
Posteriormente,
al ver que su negocio comenzaba a funcionar, José Monclova, solicitó al ayuntamiento un solar al final de
la calle 29 de julio y principio de “El Mundo Nuevo” o “Barrio Nuevo” siéndole
concedida una pequeña parcelita donde al principio ubicó una caseta de feria.
Aquel lugar se convertiría en la vivienda de los Monclova Lopera y en el
popular y conocido “Quiosco de las Castañas”, donde Sierra, la madre asaba
castañas y las vendía por una ventana de aquel quiosco de madera pintado de
azul, habilitando el resto como vivienda.
Con el paso de
los años, aquel lugar donde vivieron y se ganaron la vida, “El Quiosco de Las Castañas” pasó a ser
conocido como un punto de referencia para los isleños, casi como lo son hoy “El
Miramar”, “El Matadero” o “El Molino”, enclaves que sin existir actualmente,
son emblemáticos y significativos dentro de la geografía local.
Tanto José como
Paqui Monclova Lopera, encontraron también el amor en Isla Cristina. Pepe como
popularmente es conocido casó con la isleña María Rodríguez González, hija de “Antonio el de Justa” y Paqui, con
Francisco Núñez Mirabent “El Garapao”.
![]() |
Documento Militar, acreditativo en favor de D. José Monclova Lopera, y que lo acreditaba como Mecánico Montador Elemental para vehículos de Ruedas |
Fue realizando
el Servicio Militar en 1965 donde Pepe Monclova, el hijo varón de los
feriantes José y Sierra, realiza un
curso de Mecánico Montador Elemental para vehículos de ruedas en la Escuela
Regional de Automovilismo en Sevilla y adquiere los conocimientos necesarios
que le valieron en la vida para convertirse en un buen mecánico y encauzar su
vida civil posteriormente como mecánico de frigoríficos y lavadoras, profesión
que realizó hasta su jubilación.
Una anécdota que
nos parece graciosa y curiosa, es la que
coincidiendo Pepe Monclova en el Servicio Militar con el isleño Manuel
Hernández Cabot, la madre del primero,
le entregó al segundo una bolsa con chacinas para que se la hiciera
llegar a su hijo. Ya montado en el tren coincidió con un grupo de amigos
estudiantes isleños, entre los que se encontraban Francisco Elías Rodríguez
y dos nietas de Román Pérez, que en un
descuido le abrieron la bolsa que llevaba Manolo Hernández y se comieron toda
la chacina. Para Hernández fue un gran disgusto
que nunca olvidó y pasado los años, nada menos que diez, un día que Pepe
Monclova fue a realizar un trabajo en su casa, a cambio de aquella bolsa que no
pudo entregar, le hizo llegar una lata grande de primera calidad de anchoas del
Cantábrico que Pepe, recogió con agrado.
Los Monclova, han dejado impregnado su apellido en el origen del Quiosco de Las Castañas de Isla Cristina, pero también por su forma bondadosa de ser, buenos isleños, comprometidos con nuestras fiestas más tradicionales como son el Carnaval y El Rocío, y que se han ganado el respeto y cariño de sus conciudadanos.