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miércoles, 1 de julio de 2020

ISLA CRISTINA.- ANTES, LA HIGUERITA. POR LUIS BELLO.

Artículo publicado en el periódico La Higuerita  1-7-2020   (I)

Luis Bello en la revista Nuevo Mundo. Mayo  de 1928

Luis Bello Trompeta fue un conocido escritor, periodista, pedagogo y político que nació  en Alba de Tormes el 6-12-1872 y que falleció  en Madrid el 5-11-1935. Fundador de varias revistas, dirigió El Liberal de Bilbao y escribió en El Heraldo de Madrid, El Imparcial y así como en otros periódicos, pero fue en el diario El Sol, donde alcanzó fama y reconocimiento, es en este mismo periódico el 2 de febrero de 1928, en su sección “Visita a las Escuelas” donde dedica un artículo a la educación en Isla Cristina, titulado “Presente de Isla Cristina”, un adelanto de su obra, escrita entre los años de 1926 y 1929, y dónde emprendió una campaña de viajes por toda España describiendo la situación de las escuelas de los lugares que visitaba. Estos artículos se recogieron más tarde en la obra “Viaje por las escuelas de España” publicada en Madrid, por la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, S.A en 1929.

ISLA CRISTINA.- ANTES, LA HIGUERITA, es el título que el autor utiliza para hablarnos de Isla Cristina en diez páginas de su libro, dedicando su primera frase a Don Blas Infante, el notario,  quién le sirve de cicerone y es en su visita, quién le ayudará a levantar acta de cuanto ve en Isla Cristina, adentrándose en una localidad muy diferente, añeja y llena de una riqueza y de vida a la que Luis Bello,  retrata  con una escritura fácil, lírica y de agradable  lectura, recreándonos fielmente sus paisajes como los conoció en 1928.

Llegado desde Ayamonte, Luis Bello,  pide a Blas Infante que lo lleve a la torre más alta “por ver mucho cielo de una vez y el panorama de la isla hasta el mar y hasta la ribera portuguesa del Guadiana”. Nos apunta: “La torre más alta es, en los pueblos que no tienen castillo cimero, la de la iglesia. Aquí la iglesita de la plaza se contenta con su espadaña neoclásica, donde voltea discretamente una sola campana. Iglesia de aldea pesquera, no mucho más grande que una barraca. La torre más alta es, pues, la del Ayuntamiento; pero sin alardes, solo como una terraza más, con su minarete avanzado, de las que aquí levantan para ver llegar los galeones. Ya con este primer detalle empiezo a comprender la singularidad de Isla Cristina, que por la historia de su fundación, no se parece a ningún otro pueblo de esta costa andaluza. Isla Cristina no es Andalucía sino por el cielo. Comprendo bien, amigo Don Blas el afecto que usted siente hacia ella y la efusión, la ternura con que la tratan sus vecinos, ricos y pobres”.
“La actividad de Isla Cristina, su formalidad y buena administración, la alegría, sencillez y llaneza de su trato, con otras cualidades, que solo conociéndola pueden estimarse…..a su origen y a su aislamiento.  Es la última colonia griega fundada en playas tartesias. Un poco griega, un poco fenicia, como todo el Levante, de donde vino su sangre”. Bello,  realiza y explica el enclave geográfico y los pueblos limítrofes haciendo una comparativa y destaca que “Isla Cristina solo reina en las casas, en los canales y en las tierras ganadas al mar; es decir, en lo que veo desde la azotea del Ayuntamiento. Tiene, sobre todo, sus barcos. Para verlos ha levantado esos alminares que parecen tribunas y también cofas…….. las azoteas encaladas brillan al sol”.

Nos relata e introduce en los orígenes fundacionales catalanes tras el terremoto maremoto de Lisboa, destacando a personajes como José Faneca y al Padre Mirabent haciendo un recorrido por los apellidos oriundos de nuestros linajes que justificaban el título de colonia levantina y afirma, “La Higuerita es hoy una ciudad mediterránea, a pesar de su geografía. Quedan chozones de tipo antiguo en los arrabales y en el mismo paseo central. Conserva como reliquia una barraca de fundador, toda ella puerta y toda chimenea, con el gracioso triangulo valenciano y moruno en su caballete. Consérvelo como el mejor monumento conmemorativo, junto con el modelo más arcaico de la primera “chauca” para salazón. El caserío se extiende hacia el canal, rellenando el estero, arreglando como pueden el primer desorden de las primeras construcciones. Hay barrios de calles muy estrechas. Casitas bajas, encaladas. O de azulejos rosa, azul claro, verde pálido. O de rabioso almarrazón. Patios enlosados, con macetones. Se vivirá de la sardina y el atún; pero no pueden faltar en esas macetas tulipanes rojos, madreselvas, geranios y jazmines. Andalucía, Levante y Portugal han concurrido a formar el carácter de este pueblo nuevo”.

Se preguntaba, ¿cómo se gobernaban y cómo vivían, diez o doce mil habitantes aislados en su industria y en sus costumbres al margen de su presupuesto ligado al azar?,  ya que a pesar de haber tenido años de abundancia, desde hacía unos tres años vivían una crisis terrible donde perduraban aún sus efectos, sin embargo, mantenían hábitos de grandeza, mejorando sus fábricas y “fabriquines” de conserva, y fábricas de salazón en lugar de las chozas viejas que movilizaban un ejército de hombres y mujeres trayendo la pesca de fuera cuando las escuadrillas de Isla Cristina no podían dar abasto.  Por aquellos años estaba recién instalado el material flamante de la fábrica de los Pérez Romeu así como las escuelas de fundación privada (La Ermita 1921) que había visitado, y afirmaba,  que eran cerca de veinte las fábricas complemento de la pesquería y desgranaba una relación extensa resaltando la preponderancia de apellidos levantinos, catalanes y valencianos como en las primeras chozas.  Afirmaba que era el pueblo entero quién necesitaba desde el maestro director hasta la operaria que cierra la tapa de la lata, industria en sí, como explotación de un negocio. “El porvenir de los chicos de la escuela son los de bichero, que entran el atún; los pesadores, que manejan las basculas; los descabezadores; los “ronqueadores” o descuartizadores del atún; los “peteros” que los despellejan; los de la tabla, que lo cortan; los estibadores, que lo llevan a la chauca”; los “picadores”, tivaleros, fogoneros, cocedores”.  Aseveraba que las maquinas disminuían el personal pero al engrosar el volumen el negocio aumentaba la población obrera con sueldo a jornal fijo o como destajistas (cinco pesetas y un kilo de pan para los hombres,  y tres o 3,50 ptas.  y un kilo de pan, para las mujeres).

Una familia isleña en su barraca. Foto Salcedo (1928). Revista La Esfera

Las grandes fábricas enrolaban a su gente por temporadas. En las pequeñas sonaba la sirena (pito de llamada) y acudían a trabajar el que quisiera,  jactándose de que no tenía noticia de que aquellos jornaleros, camaradas hermanos de la gente de los galeones les faltaran ningún día el jornal si querían ganarlo y no esperaban inútilmente en la plaza como hacían los trabajadores del campo. Había podido comprobar como la tripulación de los vapores tenían un tanto de beneficio con la pesca de la sardina. En las fábricas la gente tenían, además, un duro por cada mil atunes que se capturaran así como el valor de los despojos del atún, supervivientes de un régimen comunalista.     
   
Continuación publicada en el periódico La Higuerita  15-7-2020  (II)


Lonja de Isla Cristina 1928 . Foto Salcedo.  Revista La Esfera 

Nos narra,  que había leído el libro de Bellón Uriarte que el Instituto de Oceanografía acababa de enviarle y dónde decía que en Isla Cristina entraban anualmente más de 12 millones de kilogramos de sardinas y que era inútil comprarlo en el mercado porque no se vendía…. un acuerdo de la Asociación de Armadores,  para impedir que los pescadores se llevaran la sardina ocultamente. No habiendo mercado donde venderla  se evitaba el robo, que en el año de 1918 se calculó que había ascendido a 2 millones de kilos y se preguntaba ¿robo?, respondiéndose asimismo que era mejor un exceso de familiaridad. La almadraba sin embargo no hacía su leva de picaros ya que barcos y fábricas trabajaban con obreros que no era como trabajar con gente de “la brida y del hampa”.  Alegaba que la vida era ruda, y esa parte de azar le daba color e intensidad, épocas de abundancia y semanas de vacas flacas que ya iban por tres años. La asociación del gremio resolvió parte de la crisis con una derrama y resolvió solidariamente el conflicto viéndose apreciado el casino y las chozas de la margen izquierda del río Carreras, también era fácil hacerse cargo de esta situación al hablar con las mujeres que mandaban a sus hijos a la escuela. 

Vista de Isla Cristina.  Avda. Padre Mirabent 1929.
Foto Salcedo.   Revista La Esfera, 

Además de los mercados antiguos, acababan de abrirse otros, donde las sardinas en cajas con hielo iban destinadas a Sevilla, Córdoba, Extremadura y hasta Madrid. Las salazones en cubetas o en cascos planos y tabales o cacos chicos estivadas al Levante, miles y miles de toneladas en aceite y en escabeche. Afirmaba que como el ferrocarril hasta Ayamonte todavía era una esperanza,  la pesca iba hasta el Barreno de Sevilla, (Lonja del pescado) y los vapores llevaban el resto. Se jactaba de haber visto una pila de grandes cajas con etiquetas italianas y que debajo en letras pequeñas pero bien claras decía: Isla Cristina. España.

“Este pueblo tan fecundo en recursos, y con 10.000 habitantes, ha vivido hasta hace pocos años igual que en tiempos de Roque Barcia: con dos escuelas de niños y dos de niñas. Es el detalle, el pequeño detalle que no han reparado muchas generaciones. Sustituyen la obra de la escuela nacional numerosas “migas”. He visto, junto a las casas de galeones y las chozas de cañizo más pobres, una clase de caridad perrillera,  no tanto escuela como capilla donde una anciana trabaja con vocación y buena voluntad,  (se refiere a la Punta del Caimán).   Don Antonio de Sardi, dos veces doctor, sabe que donde no hay médicos hay curanderos. La vida del pueblo exuberante y casi excesiva ha ido acomodándose en norma a casi todo, menos en la enseñanza. Las ganancias súbitas desaparecieron como llamas de alcohol y precisamente cuando más se ganó es cuando menos se adelantó. Me dicen que el año pasado –en plena crisis- entró por el fielato de Isla Cristina un millón de litros de vino común, de bajo precio, además de medio millón de otros alcoholes”.

Grupo Escolar Ntra. Sra. de los Ángeles (Ermita) 1921
Mundo Gráfico

“Las escuelas de niños graduadas, con seis maestros y el director, son de fundación particular. Ya al llegar a Huelva me habían advertido. “No deje usted de ir a Isla Cristina si quiere llevarse una buena impresión de nuestra provincia. Allí está Román Pérez Romeu que gastó medio millón de pesetas en memoria de su hermano”. Así es. La obra debe ser públicamente elogiada…….y dejaré consignado que gracias a Pérez Romeu se salva Isla Cristina de una carga a fondo bien merecida. Pérez Romeu, alcalde varios años, antes y después del Directorio, ha hecho su peculio las escuelas y Biblioteca Municipal, ha pagado excursiones escolares a Huelva, a Sevilla y Moguer, y conferencias culturales en el Casino, con otras iniciativas del mismo orden. En obras públicas y beneficencia, en la Casa de Socorro dotada de material moderno; en atenciones benéficas y en otros servicios que han hecho dar un paso al Ayuntamiento de Isla Cristina. Las escuelas están bien dotadas, con seis clases bien espaciosas y cómodas con buen material de todo género incluso aparato de proyecciones. Hay patio de juegos y, sobre todo amplias terrazas: lo mejor, lo más característico y más marinero de Isla Cristina. Seis maestros: D. Antonio del Molino, maestro de sección; D. Dionisio Rodríguez, D. Avelino Barrera, maestro y profesor de educación física; D. José Torcillo, D. Manuel López, D. Bianor P. Casado, y dos maestras Doña Juliana López y Doña Matilde Andrade, todos maestros y maestras nacionales de Isla Cristina”.
Aula para niños del Grupo Escolar
Ntra. Sra. de los Ángeles (Ermita) 1921
Mundo Gráfico

Para completar la información, existían cuatro escuelas particulares subvencionadas por el Ayuntamiento, pero nunca las vio e hizo constar.  Según el alcalde del momento Emiliano Cabot Alfonso, existía un proyecto porque no podía continuar un pueblo como Isla Cristina con sólo dos escuelas de niñas y tampoco debería conformarse con un grupo de seis clases para trecientos niños.


Al mes de su visita a Isla Cristina y a la fecha de la publicación de su artículo,  Luis Bello, recibía una carta del maestro Avelino Barrera, entusiasta y optimista donde se le trasmitía que el Ayuntamiento de Isla Cristina había procedido al feliz acuerdo de la creación de la escuela graduada de niñas, que cómo sabía, era un proyecto por el que todos hacían votos y que este se  apresuró para incluirlo en su artículo e hizo constar esta nota patriótica y generosa una vez más del Ayuntamiento.  Diciendo: “Don Avelino tiene razón, el ayuntamiento merece el aplauso, y conviene que su acuerdo sea conocido para emulación de los perezosos. Sin embargo, es preciso que el proyecto siga adelante, y así lo espero, porque yo también soy hombre de fe”.   
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Fuente: Viaje por las escuelas de España” publicada en Madrid, por la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, S.A en 1929. Más Andalucía. Bello,  Luis.