Artículo recuperado, y que publiqué en el Boletín de la Hermandad de Ntro. Padre Jesús del Gran Poder en la Cuaresma de 2006.
Manuel Jesús Moreno Martín, "Pañero", retocando a la Stma. Virgen de las Mercedes y San Juan Evangelista. |
Cuando aún solo han pasado algunos meses del fallecimiento de nuestro amigo Pañero, me trae a esta líneas, la necesidad y la obligación imperiosa de rendirle este merecido recuerdo a través del boletín de nuestra, su querida Hermandad del Gran Poder.
Sería fácil ahora, en tiempo pretérito, hablar de Manolo “Pañero”, pero para aquellos que lo conocimos de verdad, esos que compartimos muchos ratos y momentos con él, los que discutimos enzarzadamente por mil y una cuestiones, los que hemos reído y hemos llorado a su lado en torno a una misma fe, se nos hace muy difícil hacerlo o por lo menos, así lo siento.
El tiempo pasa rápidamente cicatrizando las heridas, borrando los recuerdos como hace el viento cuando sopla fuertemente alisando la tierra y borrando las huellas. La vida sigue, es como una corriente imparable en la espera de un final que no sabemos cuando llegará, en la desembocadura del río de nuestra existencia para fundirse con el mar de lo infinito.
Y, Manolo se nos fue, lentamente tras haber sufrido lo suyo en este Valle de Lagrimas, acudiendo a su llamada, porque la Virgen de la Mercedes, su Virgen, necesitaba un artista del alfiler y los encajes para vestirla en el Cielo y quiso, llevárselo a su lado después de haber puesto todo el empeño del mundo en terminar la obra que un día se propuso, la que le costó enemistades y reconocimientos.
Débil y delgado, tomé estas, sus
últimas fotografías arriba del paso, mientras retocaba momentos antes de la
salida procesional de 2005 a nuestra Madre de las Mercedes y a San Juan
Evangelista. Con qué mimo, sabiendo que el tiempo se acababa, sus manos
primorosas determinaban el rostrillo y las alhajas de la Señora, quizás, ¿le
hablaba?, con la resignación cristiana
que Dios dota a los enfermos para aguantar estoicamente al lado de ellos.
Pañero se nos fue, habiendo desempeñado varios cargos en nuestra Hermandad,
Vestidor, Prioste, Hermano Mayor,
convirtiéndose en uno de los cofrades más representativos de nuestra cofradía y
de la Semana Santa isleña.
Este año, antes de la salida
procesional, un sentimiento auténtico de Hermandad flotaba en la capilla, parecía que su
presencia era total. Desde mi privilegiado sitio junto a la Virgen, cada año observo cuidadosamente cada
movimiento en el palio, las velas, las flores, las miradas, las expresiones y
el comportamiento de la gente. Pañero rondaba por allí, estoy convencido, en la primera oración, en las primeras
“levantás” de los pasos, y en el recuerdo de todos nosotros, aunque, al mirar
detenidamente a nuestra Madre, me di cuenta de que su presencia era espiritual,
porque otras manos habían vestido a la Señora, parece mentira, pero no parecía
Ella.
En mis retinas quedaron grabadas esa noche alguna que otra lagrima, la de sus amigos y especialmente las de su madre Encarna, quién abatida y desconsolada, había vuelto a sentir y por segunda vez en sus carnes, el dolor de los dolores.
“Pañero”, sé que estarás en un
balcón preferente de la gloria cada madrugada del Viernes Santo, junto a ese
otro gran hombre que fue para nuestra Hermandad, y que hace unos días nos ha
abandonado “Juanichi” Estévez, mientras observáis por el paseo de Las Palmeras,
el paso por Carrera Oficial de la
Hermandad de vuestros amores. Porque: “el que cree en mi, aunque muera vivirá;
y todo el que vive en mi y cree en mi, no morirá jamás”. (Jn 11, 25-26).