lunes, 1 de junio de 2020

DE PUENTE CARRERAS A BARRIADA DE ROMÁN PÉREZ, 18 JULIO DE 1922.

Artículo publicado en el periódico La Higuerita de 1-6-2020

Rótulo de la Calle 18 de julio de 1922 en la Barriada de Román Pérez,
que perpetúa y nos recuerda la efemérides.


El 20 de noviembre de 1920, la mayoría de los vecinos y moradores del barrio denominado “Puente Carreras” en el otro lado del puente,  pertenecientes al término municipal de Ayamonte, solicitaron en un escrito a la Diputación Provincial la segregación del mismo, y por ende, la agregación al término municipal de Isla Cristina.

Examinados los antecedentes del expediente instruido, basaban sus argumentos en que desde hacía mucho tiempo llevaban intentando obtener su segregación, ya que les separaba una distancia de 150 metros de Isla Cristina, mientras que de Ayamonte, eran 15 km, y esto hacía inútil que pudieran aprovecharse de los distintos servicios del municipio matriz, teniendo que valerse de otras autoridades y dependencias públicas que les eran precisas para la vida intelectual, moral y social.

Otro de los argumentos era que la barriada era cada vez mayor por el contingente de vecinos de las industrias procedentes de Isla Cristina, que constituían sus viviendas, fábricas y talleres en lugares próximos a aquella,  y que sus moradores tenían vida común e inseparable, unidos topográficamente y que estaban enlazados por estrechos vínculos familiares, además, que la población escolar no podía desplazarse diariamente a los colegios de Ayamonte  y que los maestros de Isla Cristina no podían admitirlos en sus clases por pertenecer a distinto ayuntamiento y esto, daba lugar a que existiera un número alto de analfabetos. También carecían de asistencia médica  y farmacéutica. Argumentaban que por no tener iglesia o capilla para el culto, la fe católica se resentía, y los que morían no recibían los auxilios espirituales y los cadáveres tenían que ser trasladados a lomos de caballerías o en carritos al Cementerio de Ayamonte. Que muchas de las industrias pesqueras de navegación y fabricación de conservas establecidas en la margen de la ría Carreras se desarrollaban simultanea e indistintamente en Isla Cristina y en la Barriada del Puente, y que los muelles de esta distaban a seis  o siete kilómetros de la Aduana de Ayamonte, en tanto que la de Isla Cristina estaba a tan solo 250 metros y que en agosto de 1906,  se había dictado una Real Orden habilitando el muelle de la barriada del Puente para el embarque y desembarque en régimen de exportación e importación y cabotaje, con documentación, intervención y Aduana de Isla Cristina,  y que por las mismas razones sin duda se dictó otra disposición para la cual el personal de Aduanas y fuerzas de resguardo de Isla Cristina vienen ejerciendo sus funciones inspectoras en la repetida zona del termino de Ayamonte, y apoyándose en los hechos señalados en el artículo 5º de la Ley Municipal de la época, suplicaban se resolviese haber lugar a la segregación.

El Ayuntamiento de Ayamonte, en su defensa, informó que era inexacto que la barriada, compuesta de 51 edificios, tres albergues, estuviera desabastecida por el mismo, afirmando que se prestaban los servicios de la beneficencia que las necesidades demandaban, lo  mismo que los de vigilancia; que el estado sanitario era bueno, según se podía comprobar con la mortalidad y que no obstante, existía una escuela por el Ayuntamiento en Pozo del Camino,  a un kilómetro de Puente Carreras, y que pensaba la corporación subvencionar otra en ese barrio. Que en Ayamonte se disponía de dos parroquias con siente iglesias mejor servidas por número de clero, y  que el traslado de cadáveres al Cementerio de Ayamonte se hacía por un camino vecinal que reduce a seis kilómetros la distancia, y que las disposiciones citadas por los solicitantes no tenían el carácter que los mismos exponían, sino que habían sido dictadas a distancia por un industrial;  que todo ello obedecía a las aspiraciones de engrandecimiento de Isla Cristina y que no eran de aplicación los preceptos legales aducidos, y que sí lo era el párrafo 1º del artículo 5º de la ley Municipal, la Real Orden de 26 de febrero de 1875, la de 28 de Mayo de 1874 y la de 31 de Diciembre de 1878, y que en vista de ello se desestimara la solicitud de referencia.

El Ayuntamiento de Isla Cristina informaba, por el contrario, que eran ciertos los hechos expuestos por los vecinos de “Puente Carreras” y estimaba que eran legales sus pretensiones, y que aceptaba desde luego la agregación solicitada.

El Ayuntamiento de Lepe informó que en nada le afectaba el asunto y el de Villablanca lo hizo en sentido desfavorable.

La Diputación Provincial acordó la separación del barrio de “Puente Carreras” con el terreno de marisma señalado en el plano que acompañaba el informe del Ayuntamiento de Isla Cristina, y solicitó que se remitiera el expediente con el informe que emitiera la Comisión Provincial, que fue también favorable a la segregación, al Gobernador para que lo enviase al Ministerio de la Gobernación a los efectos del último párrafo del artículo 7º de la Ley Municipal, por no existir conformidad entre los Ayuntamientos interesados.

Los Ayuntamientos de Cartaya,  San Silvestre de Guzmán y Sanlúcar de Guadiana informaron: el primero, expresando que no podía concretar por carecer de datos, y el segundo y tercero se oponían a la segregación.

El Gobernador informó favorablemente la pretensión de los vecinos de Puente Carreras por considerarla razonable y ajustada al derecho que le concedía el artículo 5º de la Ley Municipal.

Según el artículo 3ª de esta Ley, los términos municipales podían ser alterados por agregación total a uno o varios términos colindantes, por segregación de parte de un término, bien fuera para constituir por sí o con otra u otras porciones Municipios independientes, o bien para agregarse a uno o a varios de los términos colindantes. Con arreglo al artículo 5º de la propia ley Municipal, procedía la segregación de parte de un término municipal para agregarse a otros existentes, cuando lo acordaran la mayoría de los vecinos de la porción que haya de agregarse y pudiera  tener efecto sin perjudicar los intereses legítimos del resto del Municipio ni hacerle perder las condiciones expresadas en el artículo 2º para que puedan existir Ayuntamientos.

En este caso, puesto que la segregación la habían solicitado la mayoría de los vecinos que formaban  la barriada que trataba de segregarse, la misma, de realizarse, no le harían perder al Ayuntamiento de Ayamonte sus condiciones de existencia, ya que por ella no bajaban de 2.000 sus habitantes, ni dejaba de tener un territorio proporcionado a su población, ni dejaba de poder sufragar sus gastos obligatorios.

Teniendo en cuenta que con la segregación no se perjudicaban los intereses del Ayuntamiento de Ayamonte, y que éste no  había  alegado nada más que la pérdida de ingresos que producía la barriada y el valor material de ella, alegación que no se tuvo  en cuenta, pues esa minoración de ingresos era aneja a toda segregación, y de tenerse en cuenta,  no podría llevarse a efecto ninguna y en cambio, se evidenciaban los perjuicios que para la barriada de Puente Carreras sí les causarían de no llevarse a cabo su pretensión.

La Diputación Provincial no pudo acordar dicha segregación ante la oposición del Ayuntamiento de Ayamonte, y por ello, y en cumplimiento de lo dispuesto en el último párrafo del artículo 7º de la ley Municipal, tuvo que ser preciso que la aprobación tuviera que ser a través de una Ley.

El 18 de julio de 1922, el Ministerio de la Gobernación resolvía en favor de los vecinos.

“Don Alfonso XIII, por la gracia de Dios y la Constitución, Rey de España. A todos los que la presente vieren y entendieren, sabed: Que las Cortes han decretado y Nos sancionado lo siguiente:

En su consecuencia, el Ministro que suscribe, por acuerdo del Consejo de Ministros, tiene el honor de presentar a la aprobación de las Cortes el siguiente  PROYECTO DE LEY

Artículo 1º. La aldea o barriada de Puente Carreras, del término municipal de Ayamonte se agrega al de Isla Cristina, ambos de la provincia de Huelva, con los terrenos de marisma que se señalan en el croquis o plano que figura en el expediente y los cuales tienen una extensión superficial de 258,75 hectáreas, y cuyos límites son: al Norte, el camino de Pozo de la Vera Baja; al Sur, el término de Isla Cristina; al Este, el mismo término y el Estero Placerón, y al Oeste, con Estero Tamujar Grande.

Artículo 2º. Por el Ministerio de la Gobernación se dictará las oportunas órdenes para el exacto cumplimiento de lo dispuesto en el artículo anterior.

Dado en Palacio a diez y ocho de Julio de mil novecientos veintidós. YO EL REY
El Ministro de la Gobernación Vicente Piniés.”

En el callejero, existe un rótulo en la zona de poniente de la carretera, donde estuvo la oficina de “Salinas la Primera” propiedad de la familia Mirabent, donde podemos apreciar  la fecha de dicha efemérides,  18 de julio de 1922.

Las necesidades y el interés más que justificado de los vecinos del otro lado del puente se vieron consumados y reconocidos por Ley, pasando a ser desde aquel momento parte del término municipal y del núcleo urbano de Isla Cristina, pero indudablemente, fue el logro de una buena gestión política  en aquellos momentos,  por parte,  sin lugar a dudas,  de un gran alcalde,  “un industrial”, Don Román Pérez Romeu, de quién adquirió el nombre la barriada del otro lado del puente,  pasando  de ser “Puente Carreras” a “Román Pérez Romeu”.

Fuentes: Real Decreto,  8 Noviembre de 1921
La Gaceta de Madrid, núm. 200.  19 julio 1922

viernes, 15 de mayo de 2020

LOS PATRONES DE JÁBEGAS EN 1775.


Artículo publicado en el periódico La Higuerita el 15-5-2020

En 1775, veinte años después del terremoto de Lisboa, el asentamiento de La Higuerita se había convertido en un lugar habitado, y la población había crecido notablemente estableciéndose en chozas para el tráfico de salazón así como algunos servicios para los colonos.


Relación de Armadores 1775
Infante Galán, Juan Fuente: ABC
Dejo la relación1 de los sesenta y cinco patrones de las compañías que poblaban La Higuerita en 1775 con más o menos asiento y que muchos de ellos quedaron definitivamente entre nosotros.

Antonio Rivera, Juan Pascual, José Morillo, Antonio Salarich, Manuel Grao, José Picairo, Ventura Prat, José Carbonell, Pedro Feu, Juan Fornés, Francisco Fornés, Juan de Salas, Pelegrín Carbonell, Juan Poyol, Bartolomé Coll, Pedro Grau, José Nataly, Joaquín Beltrán, Francisco Jaures, Cosme García, José Ballester, José Ginesta, Pedro Carbonell, Pablo Millet, Pablo Mora, Antonio Gatil, Francisco Ester, Domingo Tamarag, Pablo Grañada, Bartolomé Soler, Antonio Albert, Antonio Frexas, Antonio Enrice, Bernardo Portages, Domingo Yuga, Diego de Reyes, Félix Fábregas, Francisco Hidalgo, Francisco Robert, Francisco Pla, Fidel Cabot, Francisco Soler, Juan del Campo, José Fábregas, José Badías, Juan Chamaco, Juan Rubirat, José Monell, Juan Ferrera, José Vidal, José Buada, José Mayor, José Gómez, Lorenzo Bali, Luis Soler, Miguel Jovert, Miguel Llovera, Pedro Pascual, Pablo Vidal, Pedro Vérges, Pablo Jarrán, Pedro Roselló, Pedro Carbonell, Pedro Cabot, Pedro Amell, Pedro Canellas, Rafael Martín, Pedro Isern, Salvador Salvat, Salvador Angli, Salvador Sierra, Salvador Casanovas, Salvador Muns, Simón Royo y Tomás Martínez.
Alegoría de la llegada de la Stma. Virgen
del Rosario a la Higuerita, y que inspiró
el cartel de las fiestas de 2006, obra de
Francisco J. Zamudio

A esta relación de patrones pescadores con la tripulación de sus  jábegas, habría que añadir las casi ochenta chozas que se dedicaban a salar y a elaborar el pescado.

Un detalle que nos llama la atención es que en este listado,  entre otros, aparece Don Salvador Casanovas, natural de Mataró,  primer alcalde nombrado por el Capitán de Fragata de la Real Armada y Comandante Militar de la Ciudad de Ayamonte Don Ricardo Darrac en 1801, el mismo,  que en 1789 trajo en su barquilla desde su ciudad natal a la actual Patrona de Isla Cristina, la Stma. Virgen del Rosario como protectora del Gremio de Mareantes. 

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1.- Isla Cristina dos veces centenaria. ABC de Sevilla. Infante-Galán, Juan. 1971

sábado, 2 de mayo de 2020

CARTA DEL ALCALDE JOSÉ FERRERA Y EL SELLO UTILIZADO POR EL AYUNTAMIENTO.

Artículo publicado en el periódico La Higuerita del 1-5-2020



El Archivo Histórico Nacional, guarda una carta remitida en 1876,  firmada por el Alcalde  de Isla Cristina,  José Ferrera.  Al parecer,  el regidor municipal informaba y explicaba taxativamente con una memoria descriptiva cuál era la composición del sello utilizado oficialmente por el Ayuntamiento con el escudo de armas de la ciudad y hacía un recorrido histórico de nuestra historia bastante interesante, para justificar el mismo.

Podríamos deducir, que desde el Ayuntamiento se justificaba con este escrito el uso “oficial” del escudo que en su momento con sus diferentes variantes creara el Padre José Mirabent, aunque nunca fue declarado oficial hasta la publicación del Decreto de 28 de octubre de 1969 en su número 25031,  que dice así en sus primeros párrafos: “El Ayuntamiento de Isla Cristina, de la provincia de Huelva, ha estimado conveniente proceder a la rehabilitación del escudo de armas que viene utilizando como propio desde tiempo inmemorial…….”  Queda claro, que debió surgir algún problema legal por su uso, y esa obligatoriedad de oficializarlo para su uso, le hizo cambiar, aunque manteniendo las  armas y adquiriendo una forma más corporativa, de ahí que el propio decreto hable de (rehabilitación del escudo)
Sello con el escudo realizado
por el Padre J. Mirabent

La carta de José Ferrera,  nos ofrece algunos detalles interesantísimos que aunque son conocidos hoy por todos, justificaban en aquel momento ante el ministerio el porqué de esos símbolos,   vinculándolos a los orígenes fundacionales y a nuestra historia. 

Comienza el documento diciendo: “En el año de 1720 había en las playas de las mojarras (termino de Ayamonte) algunas chozas de catalanes y valencianos que se ejercitaban por temporadas en las faenas de la pesca…. (sic) al siguiente año volvían a ocuparse de la misma forma”. Esta afirmación viene a corroborar lo escrito por el Padre J. Mirabent de que anteriormente al terremoto-maremoto de Lisboa los catalanes y valencianos pescaban por la zona de la desembocadura del Guadiana tanto en España como en Portugal.   Continúa diciendo que “en el año 1755 un fuerte terremoto inundó y arrebató las citadas chozas, pereciendo casi todos los que habitaban, salvándose una sola persona en una de las paredes de la choza que habitaba por estar ésta enclavada con materiales ligeros y fácil de salir a flote,  cuales son el del junco y madera de pino”. Aquí nos describe dos datos interesantes, que al parecer solo hubo  un  superviviente en ese campamento, de quién no da nombre, y que pudo salvarse gracias a las características de su choza, realizada con juncos y madera de pino.

Primitivo escudo 
Afirma que tras el funesto y siniestroso terremoto, volvieron dichos colonos al siguiente año de 1756 encontrándose con la desgracia ocurrida y buscaron un sitio que les proporcionara más seguridad. Continúa “recorrieron todo el contorno, encontrando una pequeña península de arena rodeada de islotes y marismas al frente de un brazo de rio, que es lo que hoy constituye el centro del pueblo”. Ese brazo de ría al que hace referencia, es el desaparecido caño o estero del Cuquimán que bañaba al sur a la península, entrando su cauce por la ría, y que actualmente estaría lindando aproximadamente con la calle Serafín Romeu Portas, y Calle Baja.

Escudo Decreto 1969
Nos narra que después de descubierto este terreno, los catalanes y valencianos encontraron a su vez una pequeña higuera y “conviniéndoles este punto para sus intereses se resolvieron en formar chozas, pero como carecían de agua dulce determinaron hacer una excavación por si podían encontrarla, al efecto se dirigieron al pie de la higuera encontrándose a una profundidad de unas dos varas agua dulce, cristalina y fresca”, curiosamente aquí  no hace referencia a José Faneca, pero sí afirma, que con este motivo le pusieron el pozo de la higuerita de donde después le vino al pueblo el nombre de Higuerita “(sic) árbol que se observa en el sello con el pozo a su pie y al frente de estos una especie de palo cruzado que demuestra el primer buque que llegó a esta isla en su descubrimiento. Siendo este el origen del sello”. Queda claro, que el motivo de su escrito era informar y fundamentar el sello utilizado.

Sigue diciendo que “en el año 1780 cuando ya conocieron una porción de industriales que no se separaban de sus intereses, formaron una especie de pueblo denominado Real Isla”. Nos deja bastante claro que la industria fue tomando forma,  y que veinticuatro años después del asentamiento, algunos decidieron cuidar su patrimonio y no abandonarlo formando una población a la que se le llamaba Real Isla de La Higuerita.   

Actual escudo
Prosigue,  “que en el año de 1834 se concedió por Real Orden de 13 de enero de este citado año la gracia de denominarse Isla Cristina, empezando a usar el sello cuya copia se estampa arriba y sin que se haya hecho variación de las armas”, en este caso,  no explica el motivo del cambio de nombre de la población de Higuerita a Isla Cristina como todo sabemos y que fue por la gracia de la Reina Regente María Cristina, pero sí que afirma que el sello usado es el mismo sin que hubiera variado la composición.

Lo firma  en Isla Cristina, a 19 de septiembre de 1876  el alcalde José Ferrera.  

José Ferrera Martin-Alberto2 nació en Isla Cristina en 1841 y contrajo matrimonio en 1873 con Carolina Boatella Genís nacida en Villablanca de padres gaditanos o también José Ferrera Hidalgo3       
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Archivo Histórico Nacional
1.-Historia de Isla Cristina (Biografía sentimental) Sosa Rodríguez, José 1970
2.- 150 linajes Isleños. Bogarin Díaz, Jesús
3.- Diccionario de Regidores Isleños. P. Figuereo, Agustín. 

miércoles, 15 de abril de 2020

JOSÉ MIRABENT, EL SACERDOTE EXPERTO Y ESTUDIOSO DE LA PESCA.

Artículo publicado en el periódico La Higuerita del 15-4-202

Padre José Miravent y Soler

Casi todos los isleños somos conscientes de la importancia de la figura del Padre J. Mirabent,  su inquebrantable amor hacia la tierra que le vio nacer, sus logros en pro del desarrollo de la Real Isla de La Higuerita y la influencia que ejerció tanto política como eclesiástica para el progreso de su tierra.

 Pero lo que muchos quizás no sepan, es que además de dejarnos escrita la Memoria sobre la Fundación y Progresos de la Real Isla de la Higuerita, entre los años de 1824 y 1850,  es que fue un gran conocedor de las diferentes modalidades de pesquerías y esos conocimientos que atesoraba, le llevaron a escribir varias tesis para la regulación y la preservación de la pesca.   

José Miravent y Soler,  (que a veces firmaba con v y otras con b),  nació en la Real Isla de la Higuerita el 14 de julio de 1779. Su infancia transcurrió en un entorno de pescadores y comerciantes, lo que le hizo ser un gran conocedor y un estudioso de los temas pesqueros. Ingresó en el Seminario de Sevilla, ordenándose como sacerdote en 1803.  El 23 de diciembre de 1811 fue designado teniente de cura para ejercer en la Capilla del poblado que lo vio nacer, posteriormente fue nombrado cura ecónomo en 1821 y, una vez segregada de  la parroquia de La Redondela 1823, de la que dependía eclesiásticamente, se convertiría en el primer párroco titular de la Real Isla de La Higuerita.

Participó activamente en el desarrollo de su pueblo, impulsando la construcción del primer cementerio en 1814, colaborando en la reclamación de un alfolí o almacén de sal independiente del de Ayamonte, y en la creación de una aduana marítima de cabotaje, obtenida en 1831, también, en el proceso emancipador culminado en 1833 de la jurisdicción de la Marina, bajo cuyo fuero se encontraba la población desde 1788, e incluso, propuso y diseñó el que sería el escudo de armas de la población.

El historiador Juan José García del Hoyo afirma1, que el 22 de marzo de 1834, la Sociedad Económica Matritense Amigos del Pais remitió una carta a través del abogado José Huet, quien solicitó al Gobernador Civil de Huelva, “se sirviera manifestarle todo cuanto sepa y conozca sobre la pesca, salazón y comercio de la pesca en las costa de Huelva", este,  dio traslado de la propuesta al Alcalde de Isla Cristina, José Roselló, para que buscase a la persona idónea que redactase el mencionado informe, recayendo la elección sobre José Miravent, por su vinculación familiar con el mundo de la pesca y por sus profundos conocimientos del tema, acumulados a lo largo de toda una vida inmerso en una población, como la actual Isla Cristina, dedicada casi por entero a la actividad pesquera.

Portada sobre observaciones que el Padre Miravent 
remitió a la Sociedad Matritense en 1833 
La Gaceta de Madrid del 17 de agosto de 1840, publica el 5 de marzo de 1835, que por sección de concurso,  la Sociedad  Económica Matritense, dirigió una circular a las sociedades económicas de la España Litoral. Varias sociedades se hicieron eco de aquella invitación y propusieron sus ideas destacando de entre todas ellas una, que fue  calificada como de mérito superior, la escrita por el sacerdote Don José Miravent y Soler.

Dicha sociedad, como premio, hizo  socio a su autor, pero sus intenciones,  no se ciñeron con hacerlo socio de honor, sino que esta obra, debía de revelar al público español un talento oscurecido y un mérito ignorado hasta el momento.

El Padre Mirabent, en 1840 remite a la Sociedad un nuevo trabajo, la Adición o Suplemento, en el que realizó algunas precisiones sobre las medidas que el Gobierno había tomado en materia pesquera desde la culminación de la Memoria. En 1850 la imprenta de José Reyes y Moreno de Huelva  publica el texto completo, aumentado y corrigiendo la Memoria, la Adición y el Análisis.

Esta obra fue dedicada al Comandante de Marina de la Provincia de Huelva, Francisco Fernández de los Senderos, que había sido Presidente del Ayuntamiento de Isla Cristina entre 1825 y 1828, cuando aún se encontraba bajo la jurisdicción de la Marina.

La materia de sus observaciones pesqueras, abarcaban desde la desembocadura del Guadiana hasta el Estrecho de Gibraltar, la historia nómade de los peces y la geografía submarina, el empleo de sus diferentes artes de pesca, donde lamentaba la decadencia de la misma y exponía sus causas, enumerando, como uno de los males la anarquía introducida de algunos en la industria pescadora, anarquía, en la que según él, había provocado una libertad mal entendida que sacrificaba ventajas mayores a ventajas menores, un gran porvenir a un presente mezquino y miserable.  El autor en su teoría,  proponía los remedios y los remedios se reducían a las siguientes medidas:

1ª.- Que se autorizara el uso amplio de las almadrabas de Buche desde la desembocadura del Guadiana hasta el Estrecho de Gibraltar y solicitaba la revocación del decreto aprobado en las Cortes de 7 de Junio de 1837 que prohibía esta modalidad promovida por los pescadores de Conil, y que abarcaba desde la bahía de Cádiz hasta la isla de Tarifa.  2ª.- Que se prohibiera durante la respectiva temporada de la pesca de paso, es decir, desde Mayo hasta fin de Junio en la costa gaditana, y hasta fin de Agosto en la de Isla Cristina y costa de Huelva, las redes volantes, y en todo tiempo y en todo punto del Océano el arte de Bou. (Pesca de arrastre).3ª.- Asociar y reglamentar la industria pescadora. 4ª.- Expender la sal al precio más barato a los pescadores y traficantes de pesca. 5ª.- Invitar a los empresarios de pesca para que ensayaran el secano de las pescadas o merluzas en uno de los puertos de la costa de Larache.

Las razones en las que el Padre Mirabent se fundamentaba eran las siguientes:

Primera, las almadrabas de Buche eran las únicas usadas en aquel momento por todas las naciones pescadoras, eran superiores a las de tiro y solo usadas en Conil, y los perjuicios atribuidos a ellos, afirmaba que  eran imaginarios e ilusorios. Era cierto,  que en el dictamen de la Comisión de las Cortes de 4 de Mayo, afirmaba que las almadrabas de Buche perjudicaban a la pesca en general de los atunes en el litoral de la España bañada por el Mar Mediterráneo, a la navegación de cabotaje, a las recaladas de los buques y a los que tienen la desgracia de naufragar,  y a la defensa de Cádiz, pero puntualizaba, que si la  comisión hubiera podido fijar más sus atenciones habría visto: Que en Portugal se calaban las almadrabas de Buche a la vista una de las otras,  y no había quejas porque así se calaran. Que en Francia, Italia y Portugal países más pescadores y de cabotajes que España, no se calaban otras almadrabas que la de Buche, y el uso de ellas no había  sido restringido, ni  ocasionaban la menor desgracia.  Y que no había más dato ni razón positiva para afirmar que el uso de las almadrabas de Buche hubiera opuesto impedimento alguno a la recalada de los buques y al socorro de los que naufragaban, ni en las naciones citadas,  ni en España. O que la defensa de Cádiz pudiera ser más contrariada por las almadrabas de Buche, o que los buques que recalaran o tuvieran la desgracia de naufragar.

Sobre la segunda, afirmaba que las redes volantes ahuyentan la pesca, las tretas móviles la alarman; las fijas no. Un método que todo lo destruye, que todo lo arrasa, como era el del Bau, debía ser proscrito. Una industria tal es la industria del talador, del incendiario. Y afirmaba,  que si la veda es justa en la tierra,  ¿podría ser inicua en el mar?,  y justificaba que en el Mediterráneo el Bau es más tolerable, pues ni hay tanta cría de peces, ni los pescadores de otro modo podrían pescar lo bastante para su existencia.

En la tercera, Mirabent y Soler,  no era partidario ciego de la libertad industrial; y en verdad si la libertad industrial debe ser respetada, ese respeto debe tener sus límites. Respétese en hora buena mientras no degenere en licencia destructora, pero cuando una insensata avidez marcha con perseverancia por el camino del desorden y del mal, entonces  y solo entonces la ilustrada y severa tutela de la autoridad suprema debe intervenir. Cuando de otro modo no hay esperanza de remedio, nada más loable que competer al bien. Este diferimiento es espinoso, y en la incertidumbre debe propenderse a la libertad.

La cuarta, solicitaba sal barata. Manifestando su vivo deseo de que la sal fuese desestancada, y que el desestanco se extendiese al tabaco: deseos que partían de un principio fecundo que no enunciaba, pero que era fácil de adivinar, aunque no lo fuera tanto al aplicar en aquel estado de las rentas públicas,  o al menos,  mientras no llegaran  a regularizarse por un método más sencillo, más uniforme.

La quinta,  afirmaba que mientras la aberración de la libertad industrial no fuera general y funesta, un Gobierno debe liderarla. “La divisa de un Gobierno varonil es mandar y hacerse obedecer o callar”. 

Por Real Decreto de 14 Febrero de 1844 se derogó la ley de 14 de Junio de 1837  restableciendo a las Almadrabas de Buche de Zahara, Conil, etc.,  a su antiguo estado.

Algunos años después de la publicación de esta memoria, el 23 de septiembre de 1857, fallecía su autor en Isla Cristina, siendo Arcipreste de Lepe y su Partido,  y Cura de la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores. Enterrándose en el antiguo Cementerio Parroquial que estuvo donde actualmente se encuentra el recinto de la Ermita, figuran como testigos2 en el asiento correspondiente Don Francisco Ramos, Cura de La Redondela; Don ]osé Camilo, Presbítero y Don Francisco Fernández de los Senderos, abogado.

A la construcción del cementerio de San Lorenzo en 1884, sus restos mortales fueron trasladados al campo santo y vueltos a enterrar en la Capilla de Ntro. Padre Jesús Nazareno (Grupo Escolar Ntra. Sra. de los Ángeles de la Ermita)  el 3 de marzo de 19213, aunque este dato no aparece en el registro del libro de enterramientos del Ayuntamiento de Isla Cristina. 

El Padre Mirabent  fue un visionario en el tiempo, preocupado por el sector pesquero, valiente, adelantado y previsor,  quién dejaba dos preguntas en el aire con sus correspondientes respuestas.  ¿Las pescas que ofrecen las costas y mares de España, bien cultivadas son una verdadera riqueza?  SÍ.  ¿Merecen la atención, vigilancia y especial protección  de un gobierno sabio y benéfico? INDUDABLEMENTE.

Esta memoria resumida es un fragmento sobre un precioso trabajo de ictiología local hispana, un elemento escogido de ictiología general hispana del siglo XIX y escrita por el ilustre isleño, el Padre J. Mirabent y Soler.
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Fuentes: Liberación y sobre explotación pesquera en la Andalucía Atlántica de la primera mitad del siglo XIX. García del Hoyo, Juan José. Universidad de Huelva 2002.
La Gaceta de Madrid del 17 de agosto de 1840.
1.-Miravent, José Memoria sobre las pescas que se cultivan en las costas de España desde el Cabo de San Vicente basta el Estrecho de Gibraltar, Huelva, Imprenta de José Reyes Moreno, 1850, p 5.
2.-Libro Tercero de Defunciones, Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores de Isla Cristina, folio 206. Citado por García del Hoyo, Juan José.
3.- Periódico La Higuerita Marzo 1921.

domingo, 12 de abril de 2020

AÑO 2020, UNA SEMANA SANTA DIFERENTE.




La situación de confinamiento que nos hizo recluirnos en nuestras casas motivada por la pandemia  del coronavirus COVID-19,  propició que no se celebraran los Viacrucis tan populares en muchas partes del mundo, ni las solemnes funciones ni procesiones por nuestras calles, catequesis popular entre la multitud de nuestros pueblos. 

Durante la  Semana Santa de 2020 las Cofradías no pudieron realizar sus tradicionales estaciones de penitencia. 

Para  la cristiandad en general,  y para la iglesia católica en particular, la liturgia de la Semana Santa tiene una importancia muy especial, ya que se celebra la Pasión, Muerte y  Resurrección de Ntro. Jesucristo.

Con la humilde intención de llevar nuestra Semana Mayor  a los hogares de mi pueblo, he recuperado estos versos que un día escribí para el Pregón de la Semana Santa de 1996, les he vuelto a poner voz, música e imagen,  y he intentado revivir esos instantes mágicos que nos trasportan a esos sublimes momentos en el que nuestras cofradías y devociones nos bendicen a su paso.

En 2020, siempre recordaremos que los pasos no salieron pero sí, que  celebramos la Semana Santa.
 

miércoles, 1 de abril de 2020

D. ÁNGEL GRINDA Y EL ESPIRITISMO EN ISLA CRISTINA.

Artículo publicado en el periódico La Higuerita del 1-4-2020

D. Ángel Grinda Güinter.  Fuente: Luz y Unión 1908


En 1905 el semanario espiritista barcelonés «Los albores de la verdad»  publicó  un artículo titulado “Una fotografía espírita»  firmada por Daniel Grang, pseudónimo de Ángel Grinda Güinter.

Grinda,  nació en Sevilla en 1857, llegando a Isla Cristina1 en 1892  con la compañía de teatro de Pedro Delgado, cuando contaba la edad de 35 años, quedándose a vivir y contrayendo matrimonio con la isleña Carmen Arnau Salgado, (maestra de instrucción) que tras fallecer esta y un hijo, casó en segunda nupcias con la también isleña Rita Figuereo Pinell.

Trabajó como empleado administrativo en la secretaría del ayuntamiento, del cual fue cesado acusado de “delito moral”, y del que más tarde fue sobreseído. Su profesión, le permitió escribir y ser pionero como corresponsal para varias publicaciones con infinidad de artículos en el periódico «La Higuerita», «La Provincia»  de Huelva, «La Isla»,  «Argos», «El Alcatraz»  y «Ecos de Isla Cristina»  entre otros, del que fue director y propietario. Como publicista dejó varios folletos teosóficos, algunos literarios y poéticos.

Autor teatral,  escribió entre otras la trilogía «La víspera del Santo»  y «Piel de loba»  esta última musicada por el maestro Francisco Cervantes de la Vega y que se estrenó  con éxito en el teatro del duque de Sevilla.

Volviendo al semanario espiritista2, su escrito, nos da a conocer, que en los últimos días de diciembre de 1905, llegó a Isla Cristina el reconocido fotógrafo Carlos Colón3,  ya que en esa época,  era corriente esta actividad ambulante.

Los espíritus guías D. José González Rendón y D. Manuel Gómez del grupo isleño «Amalia Domingo Soler»  al que pertenecía Grinda le propusieron que intentara realizar una fotografía espiritista. El retratista aceptó con facilidad la propuesta a pesar de ser completamente profano en la materia del espiritismo. Al revelar la placa fotográfica con general asombro, el artista quedó estupefacto, al comprobar, que aparecían tres figuras, además de las tres personas realmente colocadas delante del objetivo, causándole una emoción profunda aquel momento en que se produjo el trance total del médium.

En dicho artículo, “Grinda pasa a describir los aspectos más relevantes relacionados con la toma de la imagen e indica que la parte inferior aparece velada, afectando al suelo y parte de las piernas de los retratados. Eso no tiene explicación lógica para el autor, pero añade que el fotógrafo, debido a la confusión por el sorprendente resultado y por su modestia,  declaro que “Tal vez se me velaría al desmontar el chasis”, lo que resultaba imposible para Grinda”.


 Fotografía espiritista obtenida en Isla Cristina en diciembre de 1904. 
   Grinda aparece a la izquierda, tendido, en primer término. Fuente: Los albores de la verdad.  

Ángel Grinda, además de las letras y el periodismo, también dirigió su vocación hacia el  espiritismo y por ello, se hizo corresponsal de la revista «Luz y Unión»  órgano oficial de la Unión Espiritista Kardeciana de Cataluña, relacionada con la masonería que integraba a diferentes agrupaciones, principalmente catalanas, y otras adheridas de Francia y países hispanoamericanos que se fundamentaban en la existencia de Dios, los espíritus y la reencarnación, y que predicaba la fraternidad universal, el progreso espiritual, la redención social y que en algún modo estuvo emparentado con el librepensamiento.

En el año 18954 conoció los rudimentarios fenómenos espiritistas del velador y desde aquella fecha no cesó de estudiar en todos sus aspectos con ayuda de sus médiums D. José González Rendón (escribiente mecánico) y D. Manuel Gómez (de efectos físicos) practicando la verdadera caridad y luchando con propios y extraños en su defensa y propaganda. Colaboró con beneplácito de todos en la «Revista de Estudios Psicológicos» y otros periódicos, publicando en Febrero de 1899 un curioso trabajo que tituló «El Espiritismo en Isla Cristina. Su aparición, estudio y desarrollo», que le valió ser distinguido con Diploma de Colaborador,  aportando su intelectualidad, y publicando diferentes trabajos con el pseudónimo de Daniel Grang, entre los que citaremos su «Compendio elemental de Espiritismo para los niños», cedido desinteresadamente a la Biblioteca «Sócrates» de la mencionada «Revista de Estudios Psicológicos».                                                                                        
Mantener vivo el fuego sagrado de la doctrina y la fe racional,  le costó no pocos sinsabores y no menos perjuicios materiales, sirviéndole unos y otros de dolorosa experiencia hasta empeñarse, logrando fundar un grupo espirita familiar, con el nombre o título de la sevillana «Amalia Domingo Soler», uno de los personajes más relevantes del espiritismo de finales del XIX.

Ángel Grinda,  sacrificó su posición, segura y  brillante, aunque modesta, en aras del amor que sentía  por la causa,   marchando a Madrid, pero las circunstancias le hicieron volver, desde el órgano oficial manifestaron que “de ello deben estar de enhorabuena los espiritistas de Isla Cristina, que de nuevo recobraron a su indispensable y querido mentor”5. Años más tarde se inició en la mediumnidad parlante, prestándose a la inspiración de entidades del espacio, cuyas cualidades de moralidad e inteligencia hacían de las veladas de aquel Grupo una cátedra deleitable, y que consistía en contactar directamente con los espíritus.

Su fallecimiento aconteció en abril de 1935, en el asilo provincial de Huelva donde residía desde un año antes, a la edad de 78 años. Sus aportaciones periodísticas a pesar de su edad, fueron constantes, conservando perfectamente sus facultades mentales no así sus extremidades qué atacadas de parálisis parcial le dificultaban el andar y la escritura, siendo su  perdida muy sentida en el mundo de la prensa ya que su pluma fue de las más destacadas de la región.  Juan Bautista Rubio Zamorano escribió de él: “Luchó, luchó sin tregua por la cultura isleña”. Así como Claudio Columé afirmó: “Isla Cristina fue su amor, su acendrado amor durante más de siete lustros. Isla Cristina le debe gratitud imperecedera”  
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1.- Periódico La Higuerita 8 Abril 1935.
2.- Semanario espiritista barcelonés “Los albores de la verdad” 1905,  artículo titulado “Una fotografía espirita” firmado por Daniel Grang.
3.- Colón Carlos,  reconocido artista  profesional de la fotografía de Castellón.
4-5.- Revista Luz y Unión. Diciembre de 1908