martes, 15 de septiembre de 2020

Isla Cristina en la literatura de un Premio Nobel

Artículo publicado en el periódico La Higuerita 15-9-2020

Portada de la edición de 1951 


El escritor Camilo José Cela, miembro de la Real Academia de la Lengua Española, considerado uno de los mayores escritores del siglo XX, se convirtió en un vagabundo, ansioso de experiencias literarias para narrar en sus notas su “Primer Viaje Andaluz”,  un recorrido literario en el que quedó admirado por la luz extravagante de Andalucía, los mares de olivos, las aguas enturbiadas del Guadalquivir, y una arquitectura de siglos y antigüedades ilustres. 

Cela, en su libro, plasma lo que ve y piensa, y vagabundea por las calles, sus llanuras y cañadas recreando un paisaje narrativo donde prefiere la charla tranquila en los caminos con labriegos, arrieros y buhoneros antes que el recorrido por museos y catedrales.

Camilo José Cela en su Viaje
a la Alcarria en 1946

En esas notas recopiladas y  publicada en 1959, no recorre toda Andalucía, solo camina por Jaén, Córdoba, Sevilla y Huelva, deteniéndose en aldeas y pueblos, intentando guardar en su mochila el aroma que va percibiendo a su paso. Al llegar a Huelva afirma qué: «Por Huelva cuentan más los hombres y las mujeres -y el niño mariscador y el viejo que vive del recuerdo de los tiempos idos- que las frías piedras de los palacios y las catedrales.

Cruza la provincia de oriente a occidente, describiendo a los pueblos por donde pasa y recreando momentos y vivencias. En su caminar narra e imagina historias, dialoga con personajes, come y bebe, y hasta pernocta en casa de algún que otro amigo para resaltar una de las excelencias de la provincia; los chocos con habas, a los que el vagabundo «guardará con eterna memoria, junto a su gratitud eterna» afirmando que el choco es un calamar berrendo en marisco y un bocado de finísimos gustos, mientras nos explica detalladamente cómo se cocinan.

En su escritura descriptiva por algunos pueblos de Huelva, nos apunta qué llegado al cruce de Isla Cristina, no se adentra en ella, y la describe así: «Isla Cristina es un pueblo joven y próspero, pueblo de pesca de altura y de chalets para los veraneantes. Isla Cristina no viene de los fenicios, ni de los romanos, ni de los moros. Isla Cristina fue fundada hace dos siglos por los catalanes; los primeros que llegaron fueron los Arnau y los Faneca; hoy hablan castellano con acento andaluz los Rosselló y los Cabet, los Cabot y los Milá, los Casanova y los Llullot, los Mirabent y los Pinell, los Feu y los Murlans y los Mantell, apellidos todos de buen arraigo en Isla Cristina. Esto de las migraciones españolas es algo curioso, algo que nadie ha estudiado en serio todavía. El vagabundo no se mete por el camino de Isla Cristina sino que sigue todo derecho por el de Ayamonte».

Una lástima que en su vagabundaje, quién años después sería galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1987, Nobel de Literatura en 1989 y Premio Cervantes en 1995, no se adentrara en la localidad para describir detalladamente y con una visión más amplia y literaria a la Isla Cristina del momento, eso sí, es de agradecer que dejara escrito en una de sus obras el origen fundacional y su incipiente prosperidad pesquera y turística.

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Primer viaje Andaluz. Notas de un Vagabundaje. 1961. Ed. Noguer. Cela y Trulock , Camilo José

martes, 8 de septiembre de 2020

Poema. Inmaculada Concepción en el 75 Aniversario de su Bendición Litúrgica. Isla Cristina





Reina Celestial,
pureza y eternidad,
simplemente Paz,
Virgen profetizada
vestida de sol naciente;
Madre nuestra,
sin pecado original.

Madre tierna,
Arca de la Alianza,
Verbo de la carne
que alimentas,
Sagrario donde Dios
habita en la tierra,
de virginidad eterna.

María, Concepción,
Pura y Bella,
Puerta del Cielo,
que ahuyentas el mal
de la serpiente,
con la luna bajo tus pies,
coronada por doce estrellas.

         Y del fruto de tu vientre              
     y del Espíritu Santo,
sublime y perfecto:  
Jesús,
lleno de gracia colmada;
Dios Padre hecho Cautivo
quiso hacerte Inmaculada.

                                                                  Francisco González Salgado. 
                                                                          Septiembre 2020

martes, 1 de septiembre de 2020

APUNTES DE ROQUE BARCIA CONTRA LAS TORNA-GUIAS Y EN DEFENSA DE ISLA CRISTINA.

Artículo publicado en el periódico La Higuerita de 1-9-2020

Roque Barcia Martí. Filósofo, político y lexicógrafo.

Así describe Roque Barcia a Isla Cristina en su misiva pública, dirigida al director de rentas estancadas del estado el 10 de mayo de 1863,  para solicitar su intervención ante las injustas tornaguías,  y los grandes impuestos al consumo que se pagaban por el estanco de la sal y otros tributos. 

El escrito editado y publicado en Madrid, consta de 60 páginas y tras una introducción descriptiva, su narrativa, la divide en cinco capítulos así como en una conclusión en la que expone sus razonamientos: I y II,  Como ha sido tratada la Isla, III Tara, IV Pagarés, V Inversión y exportación de la sal. Concluyendo: que en la Isla Cristina, “….(sic) oprimiéndose el pecho para no pronunciar una queja, tapándose la boca para no articular un gemido, llega á V. S. Ilustrísima, Señor Director, y tiene que decirle que no está conforme con aquella práctica trastornadora. No se queja, Ilustrísimo Señor; pero no está conforme. La Isla Cristina, representando hoy el interés de todos sus hermanos de industria y de comercio, tiene que decir á V. S. Ilustrísima que aquella práctica es absolutamente inadmisible, inadmisible de todo rigor, por cuatro motivos capitales. Primero; por innecesaria. Segundo; por embarazosa. Tercero; por inmoral.  Cuarto; por ilógica. Quinto: Por ruidosa de todo punto”, que desglosa pormenorizadamente.  

Su exposición impresa, es una defensa absoluta a la Isla (a la que llama Colonia) a la forma de vida y a sus gentes. He destacado partes concretas del texto por su hermosura descriptiva, en la que el autor afirma;  que le va a contar una historia que no se ha contado, para que el director de rentas, oiga un lamento que no se ha oído, para que sepa lo que debe saber, para remediar lo que debe remediar, porque, aseveraba,  lo remediará cuando lo sepa,  y se jactaba “yo protesto a V.S. por lo que más amo y venero en el mundo….”

Nunca antes había leído nada de Roque Barcia donde se hiciera referencia o mención tan directa hacia Isla Cristina, en esta ocasión, es todo un argumento lleno de párrafos y alusiones a la belleza del lugar, a su configuración, a la dureza de la vida y a la injusticia que tanto los hombres de la mar como los salazoneros y almadraberos tenían que soportar ante tantos impuestos que el  estado no revertía en mejoras para la localidad ni sus gentes.  

"En la parte más meridional de nuestro país, rayando con los Algarbes de Portugal, enfrente de la Isla de San Bruno, casi rodeada por un brazo del Océano Atlántico, como una roca que se deja ver en medio del mar, existe hoy una Colonia que fundaron en el siglo pasado varios comerciantes catalanes. Por un milagro de la industria, de la diligencia y del deseo del hombre, al lodo sucede la tierra, la marisma se torna en piso firme, y sobre aquellos incultos terraplenes, casi al nivel del mar, se levantan algunas casas de negociantes y varias chozas de pescadores. Arriba, cielo; abajo, agua salada; agua salada alrededor; agua salada por todas partes. El agua salada es su campo; las playas son sus bosques; los arenales, sus praderas; las redes, sus arados; la pesca, su mies. Ese mar inmenso y solitario; ese mar grandioso y solemne, ese Océano prodigioso, esa sublime y asombrosa creación de Dios, es toda la herencia de los hombres que habitan esas casas y esas chozas. Al pie de las borrascas nacen; al pie de las borrascas mueren; el huracán que mueve la cuna del niño, azota el sepulcro del anciano, y el querer borrar esto, sería como querer borrar la Colonia".

“A fuerza, Ilustrísimo Señor, de un trabajo que aturde, de una perseverancia que asombra, de un esfuerzo que apenas se concibe, con el sudor de un día y otro día, con el deseo de un año y de otro año, como el pájaro que trae el pico una y otra paja hasta formar su nido, la humilde Colonia de la que hablo consiguió convertir un islote en un pueblo precioso, tan precioso como desventurado. Si las vigilias, las angustias y los afanes que representa ese pequeño grupo de casas y chozas, pudiera convertirse en mármoles labrados, aquel pequeño y escondido grupo fuera una magnifica ciudad. ¡Cuántas fatigas y cuantos desvelos, Señor Director, no han sido necesarios para hacer que haya un pueblo, en donde no debía de haber más que marisco! ¡Cuántos desvelos y cuantas fatigas no han debido costar esos cuantos palmos de arena, usurpado a la pujanza de aquel océano formidable porque la colonia en cuestión no toca la tierra pertenece al mar! ¡Cuánto no han tenido que trabajar esas criaturitas, para disputar sus viviendas al furor de los mares! Si,  Ilustrísimo Señor,  no se trata de un pueblo que nace de la tierra, como nace una planta en un prado no se trata de un pueblo, ayudado por su territorio, por sus campiñas, por sus árboles, por sus fuentes, por sus brisas, por sus flores; se trata de una población especialísima, única en España, única tal vez en el globo. Esas fábricas, esas plataformas, esos terraplenes, esos muelles, esos cerrados, no son una ciudad, una villa, una aldea; son la tarea casi sobre-humana de unos cuantos hombres, en el transcurso de tres generaciones; son una especie de pequeño reinado establecido sobre el señorío de las olas,  de los huracanes y de las borrascas; son un prodigio…….(sic) La Colonia de que me ocupo consiguió llegar hasta muy entrado el presente siglo,  en que una reina la dio su nombre;  no su protección, ni su amparo. Ni aquella reina se lo dio entonces,  ni ningún gobierno se lo dio después. 
La Colonia de qué se trata Ilustrísimo Señor es la Isla Cristina”.

En su justificación, Barcia Martí, narra con hechos el evidente descuido del que casi siempre fue víctima su precioso y desdichado rincón de España, y se lamenta de que a pesar de las turbulentas transiciones políticas que había atravesado el país,  en Isla Cristina nunca se había presenciado una asonada,  (protesta violenta) a pesar de la guerra fanática de los bandos locales y apenas nunca se había enviado a las Cortes un Diputado de oposición. Que el erario público siempre se llenó las arcas de este pueblo naciente y lo calificaba como las Américas de aquella provincia, el Méjico de la raya de Portugal que había tenido siempre las venas abiertas para que todo el mundo le viniera a chupar la sangre. Se jactaba de que no había en todo el mundo guardando la conveniente proporción, un pueblo que más pagara al Estado, ni tampoco había  en la tierra pueblo alguno, que su vecindario, tanto trabajara, que tanto creara, que tanto produjera y  que tan útil sea, en la esfera en que gira.  Sin embargo, esa Colonia tan creadora tan espléndida, tan obediente, tan sufrida; esos palmos de arena que, sujetando a su dominio los oleajes de un mar proceloso, saben arrancar de sus entrañas lo necesario para abastecer nuestros mercados de Levante; ese pequeño grupo de casas y de chozas que debía ser considerado y protegido como una gloria de nuestra industria, como una perla de nuestros mares, ese pueblo y que había sido tratada casi siempre como se trataría a un enemigo de la nación, como a un pirata, como se trataría a un pordiosero que viviera a expensas del Estado……….

Roque Barcia, concluye informando que el comercio de la Colonia había desembolsado, desde 1856 a 1862, más otros aspectos, más de cuatro millones y  medio de reales y solicita la  benévola consideración, preguntándose qué cuanto durarían esas prácticas recaudatorias que arruinaban al comercio, haciéndole saber que sí conociera la realidad de los padres de los comerciantes que trabajaron mucho, que sus hijos trabajaban más, y que esos hijos tenían mucho menos que sus padres. Que todo cuanto se conseguía, todo cuanto se afanaba, cuanto se lograba  arrancar al poder de los mares y de la mala estrella, todo, toda esa gran suma de desvelos y de fatigas, iban a parar a las arcas del tesoro público, si lo conociera,  “sabría que allí no se trabaja, no se produce, no se agencia, no se lucha, sino para el Estado y sabría que el verdadero y único comerciante, el verdadero y único rico, el verdadero y único pudiente, es la Hacienda pública: sabría que en la Colonia, en esa preciosísima Colonia que debía ser un motivo de orgullo para España, existen muchos trabajadores y un solo banquero; muchos esclavos y un solo Señor: los trabajadores, los esclavos, son los comerciantes de la Isla; el banquero, el Señor, es el tesoro público. Y ¡si al menos, Señor Ilustrísimo, se les tuviera algún miramiento! ¡Si al menos merecieran alguna consideración”

Finaliza con un hermoso alegato de amor y desesperación por su Isla: "No debo proseguir. En aquellas arenas me he criado, Señor Director. Cuando era niño, oí llorar. Cuando fui hombre, oí llorar. Ahora que soy ya casi viejo1,  oigo llorar también. V. S., Ilustrísimo Señor, verá que es lo que debe hacer de esas lágrimas. La Isla Cristina espera; espera todo el litoral de nuestro país; esperan todas esas almas que pueblan nuestras costas, y que reciben su vida del mar".
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Breve reseña de las Torna-guías,  dirigida al Ilustrísimo Señor de Rentas Estancadas por el escritor público Don Roque Barcia.  Imprenta y Librería de M. Palacios y J. Viñas. 1863,  Madrid.
1.- Roque Barcia,  contaba con 42 años cuando realizó este escrito. 


martes, 25 de agosto de 2020

ME LO DIJO EL MAR




I
Me lo dijo el mar…
me susurró el viento que nada es igual.
Me lo dijo el mar,
que este año es distinto
porque una pandemia nos haría llorar.
Me lo dijo el mar, que tú no saldrías
a bendecir las aguas en tu procesionar,
que no habría fiesta
y en ningún barco ibas a embarcar,
y mi balcón quedaría vacío
y no podría cantarte como cada año
para darte gracias
como en cada casa hacen los punteros.
Porque no habría fiesta
y te olvidaríamos Virgen del Mar.

ESTRIBILLO

Nos lo dijo el mar,
pero no sabía que su barrio entero
llenaría su casa de amor y alegría.
Nos lo dijo el mar,
pero no sabía que la Punta entera
vendría a rezarte Virgen del Mar
y la Punta entera, se postraría a tus plantas
Virgen del Mar.

II
Me lo dijo el mar….
y aquí está tu barrio siempre, una vez más.
Me lo dijo el mar,
y hoy somos nosotros
los que ante tus plantas nos vamos a postrar.
Me lo dijo el mar, pero no sabía
que Tú eres la Fiesta y sin Ti no hay “ná”,
tú eres la vida
que da sentido a lo demás.
Y si estás tú, que eres la alegría,
música y poesía, barco y sentimiento,
que eres el motivo
que guarda en la iglesia a nuestro Padre eterno
vivo en el Sagrario,
la fe de mi barrio; Punta del Caimán.

Agosto de 2020


sábado, 15 de agosto de 2020

LA SUSPENSIÓN DE SIETE CONCEJALES DEL AYUNTAMIENTO DE ISLA CRISTINA EN 1898

Artículo publicado en el periódico La Higuerita de 15-8-2020

Pendón Consistorial del Ayuntamiento de Isla Cristina 


Ahora que tanto se escribe y se habla de corrupción, de malversación de los dineros públicos y se pone en entredicho el Estado de Derecho, la Democracia y el Poder Judicial, traigo a esta sección un suceso acaecido en nuestra localidad por irregularidades en la contabilidad del Consistorio Municipal a finales del siglo XIX,  y que fueron  denunciados por cuatro concejales del consistorio; Diego Zarandieta Roselló, Juan Zamorano Columé, Andrés Soldevila Cortés y Serafín Zarandieta Casanova,  quienes interpusieron la correspondiente denuncia ante el Gobernador Civil de Huelva.

Abierta una investigación, y tras la examinación de las cuentas, Ruiz y Capdepón, Gobernador Civil de Huelva remitió a la sección de Gobernación y Fomento del Consejo de Estado el 23 de septiembre de 1898 el informe con el expediente relativo a la suspensión de siete concejales del Ayuntamiento de Isla Cristina, decretada el 27 de agosto.  El Gobernador de Huelva, en vista del expediente, acordó la suspensión de los siete Concejales1; Lorenzo Pascual y Grao, Juan Martín Cabet, Roque Mirabent Barcia, Ruperto García de Vinuesa Garganta, Miguel Cordero Toscano, Antonio Mantell Ramírez y Emilio Martín Bogarin, quienes aparecían como responsables de las faltas comprobadas. Dos días después, el 29 de agosto, el pleno se reunía en sesión extraordinaria, donde algunos de los concejales declararon “que estuvieron ausentes durante tres meses, cuando se formuló la correspondiente denuncia,  y culpaban de toda responsabilidad al alcalde así como que aceptaban la decisión,  pero protestaban por desconocer los cargos”. El mismo pleno aprobaba una Comisión de Investigación por malversación de caudales públicos y cesaba como secretario a Domingo Ercilla y Valverde.

El dictamen por Real Orden publicada en el Boletín Oficial por el Ministerio,  habiéndose examinado el expediente relativo dio como resultado según los antecedentes, que en virtud de denuncia presentada ante el Gobernador expresado por cuatro concejales del Ayuntamiento de Isla Cristina sobre irregularidades de la administración municipal, el Gobernador de Huelva dispuso en 1º de julio que el alcalde, Depositario y el Secretario de la Corporación se personaran en la oficinas de aquel Gobierno con los documentos y libros que se les ordenaba, para proceder al examen de los mismos y  que llevada a cabo la inspección de la misma, apareció, entre otros particulares, que no se llevaba  el libro Diario de gastos en ingresos, y el Auxiliar se separa en su forma de los modelos oficiales publicados al efecto; que las existencias en Caja al cerrarse el ejercicio de 1896 a 1897 no se habían llevado a los libros borradores de 1897 a 98, y  que algunos documentos de contabilidad no aparecían autorizados por los funcionarios encargados de este servicio, sino por persona extraña a los mismos; que el Alcalde facilitó recibos de los ingresos del presupuesto sin que los fondos fueran ingresados en el arca de tres llaves y que no se habían remitido los extractos de las sesiones para su publicación en el Boletín Oficial, también  que por atenciones de primera enseñanza se adeudaban cantidades de relativa consideración y que en los gastos de Beneficencia,  se había cometido un exceso en el gasto de 502,35 pesetas sobre el crédito presupuestado para  el año 1897 a 98, finalizando, que en la Caja existía menor cantidad de la que debiera, y que no se justificaba que se hubiera satisfecho a la Hacienda los descuentos de haberes y el 1 por 100 sobre pagos en los años 1896 a 97 y 1897 a 98.

Dada después audiencia en el expediente a los Concejales suspensos, estos dejaron transcurrir el plazo concedido al efecto, sin hacer uso de su derecho. Con posterioridad se unieron al expediente distintas certificaciones, de las que, entre otros particulares, se demostraron que en los libros de las actas de sesiones del Ayuntamiento y Junta Municipal no se llevaban con el timbre o el sello debido.
Por todo ello, la  Subsecretaría del Ministerio  procedió a confirmar la providencia citada del Gobernador de Huelva; y en cuanto a la suspensión del Alcalde de su cargo, se devolvió el expediente al Gobernador de la provincia a fin de que, con toda urgencia, instruyera, con audiencia del interesado, y remitiera al Ministerio para su resolución definitiva el oportuno expediente de separación, de conformidad con lo dispuesto en el art. 189 de ley municipal.

Considerando que los cargos  extractados revestían gravedad, y que de ellos eran responsables los individuos que conformaban el  Ayuntamiento, salvo los cuatro que suscribieron el escrito de denuncia, y quedaron exentos de responsabilidad,  y comprobado que alguno de los hechos que del mismo resultantes, revestían,  al parecer, caracteres de delito: La sección procedió a confirmar la suspensión impuesta por el Gobernador de Huelva, y  pasar los antecedentes con el preinserto dictamen a los Tribunales por  Real Orden de  S.M. el Rey,  y en su nombre la Reina Regente del Reino, María Cristina de Habsburgo.

El Gobernador nombró al efecto un nuevo ayuntamiento con carácter interino: Manuel Pérez Mirabent, Juan Bautista Rubio Santamaría, Juan Custodio Columé, Francisco Álvarez Andrades, Juan Pedro Noya Valdés, Fidel Cabet Zamorano, Narciso Serrano Yaque, Adolfo Romero Gutiérrez y a Diego Pérez Milá, este último no llegó a tomar posesión saliendo elegido alcalde Juan Zamorano Columé y como secretario entrante José Soler Barcia.

Como hemos podido comprobar, la suspensión de los concejales fue ejecutada,  pero desconocemos cual fue el resultado del dictamen de los Tribunales ante el delito por el que se les acusaban. Al parecer, estos periodos fueron muy inestables y con periodos con diferentes alcaldes2: Bruno Zarandieta Mirabent, desde el 1 de julio de 1895 al 1 de julio de 1897. Serafín Zarandieta Casanova, del 1 de julio de 1897 hasta su dimisión el 1 de febrero de 1898.  Lorenzo Pascual Grao,  tras la reestructuración municipal quedó investido el 4 de febrero de 1898, siendo nuevamente elegido el 3 de abril de 1898 hasta que el 31 de agosto de 1898,  en el que el Gobernador Civil lo cesa,   siendo nombrado  Alcalde-Presidente Juan Zamorano Columé.

La Gaceta de Madrid,  2 de octubre de 1898, núm. 275
1.- Acta de la sesión extraordinaria 29 de Agosto de 1898. Archivo Municipal, Ayuntamiento de Isla Cristina.
2.- Diccionario de regidores isleños II. Boletín de Estudios Históricos y Locales,  El Laúd, Núm. 4.   P. Figuereo Agustín

viernes, 31 de julio de 2020

JUAN SOLER Y MIRAVENT, DECANO DE LOS MÉDICOS DE CÁDIZ.

Publicado en el periódico La Higuerita 1-8-2020

 Juan Soler y Miravent
La Ilustración Española y Americana 15-8-1893


Averiguando entre legajos y publicaciones antiguas, en uno de mis paseos por el pasado,  tuve la suerte de toparme con una revista publicada el 15 de agosto de 1893, “La Ilustración Española y Americana”.

En su última página, en una sección dedicada a libros editados, se publicaba un retrato de D. Juan Soler y Miravent, Decano de los médicos de Cádiz, quién según dicha revista, había nacido en Cádiz en 1810 y fallecido el 30 de junio de 1893.  La publicación de su grabado, se producía al  mes y medio de su fallecimiento, imaginamos,  que como homenaje póstumo a su figura, aunque no había ninguna reseña al respecto.

Dos apellidos tan significativos en la historia de Isla Cristina me hicieron pensar que este señor, casi con toda seguridad, podría estar vinculado de alguna u otra manera a nuestra localidad,  por ello recurrí al gran trabajo genealógico publicado por Jesús Bogarín “180 Linajes Isleños” y allí como imaginaba, encontramos  a un Juan Soler Mirabent1. Según J. Bogarín,  “Emilio Martín Bogarín, afirma que nació el 10 de febrero de 1821, pero que debe tratarse de una errata y el año correcto sería 1811, quién casó en 1836 con Rosario Díaz, nacida el 18 de enero de 1811”.

Tras el hallazgo del grabado de su retrato, y convencido de que podría  tratarse de la misma persona,  contacté con Jesús Bogarín,  quién me confirmaba que podríamos estar hablando de la misma persona y me añadía,  que sus padres se habían casado en Cádiz en marzo de 1810, y que bien podría haber nacido en diciembre, su hipótesis, tras conocer este grabado con su rostro de 1893.

Juan Soler Miravent, Decano de los Médicos de Cádiz,  fue hijo de Juan Soler Galcerán, quien nació en Reus el 25 de septiembre de 1788 y casó en Cádiz el 13 de marzo de 1810 en la Parroquia de Ntra. Sra. del Rosario con Rosa Mirabent Soler, nacida en La Higuerita el 24 de septiembre de 1786,  viuda y sin hijos de José Fábregas Torrens (quién falleció en el manicomio de Cádiz). Algunos de sus hermanos nacieron en Cádiz, otros en La Higuerita.  Estos datos según J. Bogarin, están tomados de Emilio Martin Bogarin (quién dice tomarlos de un árbol genealógico hecho por el Padre Mirabent).

De su matrimonio con la gaditana Rosario Díaz nacieron cuatro hijos, Francisco en 1837, Antonio en 1839, Isabel en 1841 y José en 1843,  todos en Cádiz.

Su madre fue hermana del Padre José Mirabent, lo que lo convertía en  sobrino del Ilustre sacerdote así como nieto de Francisco Mirabent Giralt y de Rosa Soler Rovira, naturales de Sitges y afincados en La Higuerita, donde fallecieron.

Su hermano Pedro Soler Mirabent, quien llegó a ser Secretario del Ayuntamiento, casó con Hermenegilda Barcia Martí o (Martín)2, hermana del filólogo, escritor, periodista y político Roque Barcia. 

Por destacar a algunos personajes de nuestra historia local entre otros, fue tío carnal de Hermenegilda Soler Barcia (Gildita madre), de José Soler Barcia (Alcalde y Diputado Provincial) o Serafín Soler Zarandieta, (maestro de escuela).

Retrato: La Ilustración Española y Americana 15-8-1893
Datos genealógicos extraídos de 180 Linajes Isleños. Bogarín Díaz,  Jesús. 2012.
1.- 180 Linajes Isleños. Bogarín Díaz,  Jesús. Linaje Soler (I).  D-1.2.1.
2.- Martí, forma catalana de Martín.  Martín (II), Ortografía. 180 Linajes Isleños. Bogarín Díaz,  Jesús.

miércoles, 1 de julio de 2020

ISLA CRISTINA.- ANTES, LA HIGUERITA. POR LUIS BELLO.

Artículo publicado en el periódico La Higuerita  1-7-2020   (I)

Luis Bello en la revista Nuevo Mundo. Mayo  de 1928

Luis Bello Trompeta fue un conocido escritor, periodista, pedagogo y político que nació  en Alba de Tormes el 6-12-1872 y que falleció  en Madrid el 5-11-1935. Fundador de varias revistas, dirigió El Liberal de Bilbao y escribió en El Heraldo de Madrid, El Imparcial y así como en otros periódicos, pero fue en el diario El Sol, donde alcanzó fama y reconocimiento, es en este mismo periódico el 2 de febrero de 1928, en su sección “Visita a las Escuelas” donde dedica un artículo a la educación en Isla Cristina, titulado “Presente de Isla Cristina”, un adelanto de su obra, escrita entre los años de 1926 y 1929, y dónde emprendió una campaña de viajes por toda España describiendo la situación de las escuelas de los lugares que visitaba. Estos artículos se recogieron más tarde en la obra “Viaje por las escuelas de España” publicada en Madrid, por la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, S.A en 1929.

ISLA CRISTINA.- ANTES, LA HIGUERITA, es el título que el autor utiliza para hablarnos de Isla Cristina en diez páginas de su libro, dedicando su primera frase a Don Blas Infante, el notario,  quién le sirve de cicerone y es en su visita, quién le ayudará a levantar acta de cuanto ve en Isla Cristina, adentrándose en una localidad muy diferente, añeja y llena de una riqueza y de vida a la que Luis Bello,  retrata  con una escritura fácil, lírica y de agradable  lectura, recreándonos fielmente sus paisajes como los conoció en 1928.

Llegado desde Ayamonte, Luis Bello,  pide a Blas Infante que lo lleve a la torre más alta “por ver mucho cielo de una vez y el panorama de la isla hasta el mar y hasta la ribera portuguesa del Guadiana”. Nos apunta: “La torre más alta es, en los pueblos que no tienen castillo cimero, la de la iglesia. Aquí la iglesita de la plaza se contenta con su espadaña neoclásica, donde voltea discretamente una sola campana. Iglesia de aldea pesquera, no mucho más grande que una barraca. La torre más alta es, pues, la del Ayuntamiento; pero sin alardes, solo como una terraza más, con su minarete avanzado, de las que aquí levantan para ver llegar los galeones. Ya con este primer detalle empiezo a comprender la singularidad de Isla Cristina, que por la historia de su fundación, no se parece a ningún otro pueblo de esta costa andaluza. Isla Cristina no es Andalucía sino por el cielo. Comprendo bien, amigo Don Blas el afecto que usted siente hacia ella y la efusión, la ternura con que la tratan sus vecinos, ricos y pobres”.
“La actividad de Isla Cristina, su formalidad y buena administración, la alegría, sencillez y llaneza de su trato, con otras cualidades, que solo conociéndola pueden estimarse…..a su origen y a su aislamiento.  Es la última colonia griega fundada en playas tartesias. Un poco griega, un poco fenicia, como todo el Levante, de donde vino su sangre”. Bello,  realiza y explica el enclave geográfico y los pueblos limítrofes haciendo una comparativa y destaca que “Isla Cristina solo reina en las casas, en los canales y en las tierras ganadas al mar; es decir, en lo que veo desde la azotea del Ayuntamiento. Tiene, sobre todo, sus barcos. Para verlos ha levantado esos alminares que parecen tribunas y también cofas…….. las azoteas encaladas brillan al sol”.

Nos relata e introduce en los orígenes fundacionales catalanes tras el terremoto maremoto de Lisboa, destacando a personajes como José Faneca y al Padre Mirabent haciendo un recorrido por los apellidos oriundos de nuestros linajes que justificaban el título de colonia levantina y afirma, “La Higuerita es hoy una ciudad mediterránea, a pesar de su geografía. Quedan chozones de tipo antiguo en los arrabales y en el mismo paseo central. Conserva como reliquia una barraca de fundador, toda ella puerta y toda chimenea, con el gracioso triangulo valenciano y moruno en su caballete. Consérvelo como el mejor monumento conmemorativo, junto con el modelo más arcaico de la primera “chauca” para salazón. El caserío se extiende hacia el canal, rellenando el estero, arreglando como pueden el primer desorden de las primeras construcciones. Hay barrios de calles muy estrechas. Casitas bajas, encaladas. O de azulejos rosa, azul claro, verde pálido. O de rabioso almarrazón. Patios enlosados, con macetones. Se vivirá de la sardina y el atún; pero no pueden faltar en esas macetas tulipanes rojos, madreselvas, geranios y jazmines. Andalucía, Levante y Portugal han concurrido a formar el carácter de este pueblo nuevo”.

Se preguntaba, ¿cómo se gobernaban y cómo vivían, diez o doce mil habitantes aislados en su industria y en sus costumbres al margen de su presupuesto ligado al azar?,  ya que a pesar de haber tenido años de abundancia, desde hacía unos tres años vivían una crisis terrible donde perduraban aún sus efectos, sin embargo, mantenían hábitos de grandeza, mejorando sus fábricas y “fabriquines” de conserva, y fábricas de salazón en lugar de las chozas viejas que movilizaban un ejército de hombres y mujeres trayendo la pesca de fuera cuando las escuadrillas de Isla Cristina no podían dar abasto.  Por aquellos años estaba recién instalado el material flamante de la fábrica de los Pérez Romeu así como las escuelas de fundación privada (La Ermita 1921) que había visitado, y afirmaba,  que eran cerca de veinte las fábricas complemento de la pesquería y desgranaba una relación extensa resaltando la preponderancia de apellidos levantinos, catalanes y valencianos como en las primeras chozas.  Afirmaba que era el pueblo entero quién necesitaba desde el maestro director hasta la operaria que cierra la tapa de la lata, industria en sí, como explotación de un negocio. “El porvenir de los chicos de la escuela son los de bichero, que entran el atún; los pesadores, que manejan las basculas; los descabezadores; los “ronqueadores” o descuartizadores del atún; los “peteros” que los despellejan; los de la tabla, que lo cortan; los estibadores, que lo llevan a la chauca”; los “picadores”, tivaleros, fogoneros, cocedores”.  Aseveraba que las maquinas disminuían el personal pero al engrosar el volumen el negocio aumentaba la población obrera con sueldo a jornal fijo o como destajistas (cinco pesetas y un kilo de pan para los hombres,  y tres o 3,50 ptas.  y un kilo de pan, para las mujeres).

Una familia isleña en su barraca. Foto Salcedo (1928). Revista La Esfera

Las grandes fábricas enrolaban a su gente por temporadas. En las pequeñas sonaba la sirena (pito de llamada) y acudían a trabajar el que quisiera,  jactándose de que no tenía noticia de que aquellos jornaleros, camaradas hermanos de la gente de los galeones les faltaran ningún día el jornal si querían ganarlo y no esperaban inútilmente en la plaza como hacían los trabajadores del campo. Había podido comprobar como la tripulación de los vapores tenían un tanto de beneficio con la pesca de la sardina. En las fábricas la gente tenían, además, un duro por cada mil atunes que se capturaran así como el valor de los despojos del atún, supervivientes de un régimen comunalista.     
   
Continuación publicada en el periódico La Higuerita  15-7-2020  (II)


Lonja de Isla Cristina 1928 . Foto Salcedo.  Revista La Esfera 

Nos narra,  que había leído el libro de Bellón Uriarte que el Instituto de Oceanografía acababa de enviarle y dónde decía que en Isla Cristina entraban anualmente más de 12 millones de kilogramos de sardinas y que era inútil comprarlo en el mercado porque no se vendía…. un acuerdo de la Asociación de Armadores,  para impedir que los pescadores se llevaran la sardina ocultamente. No habiendo mercado donde venderla  se evitaba el robo, que en el año de 1918 se calculó que había ascendido a 2 millones de kilos y se preguntaba ¿robo?, respondiéndose asimismo que era mejor un exceso de familiaridad. La almadraba sin embargo no hacía su leva de picaros ya que barcos y fábricas trabajaban con obreros que no era como trabajar con gente de “la brida y del hampa”.  Alegaba que la vida era ruda, y esa parte de azar le daba color e intensidad, épocas de abundancia y semanas de vacas flacas que ya iban por tres años. La asociación del gremio resolvió parte de la crisis con una derrama y resolvió solidariamente el conflicto viéndose apreciado el casino y las chozas de la margen izquierda del río Carreras, también era fácil hacerse cargo de esta situación al hablar con las mujeres que mandaban a sus hijos a la escuela. 

Vista de Isla Cristina.  Avda. Padre Mirabent 1929.
Foto Salcedo.   Revista La Esfera, 

Además de los mercados antiguos, acababan de abrirse otros, donde las sardinas en cajas con hielo iban destinadas a Sevilla, Córdoba, Extremadura y hasta Madrid. Las salazones en cubetas o en cascos planos y tabales o cacos chicos estivadas al Levante, miles y miles de toneladas en aceite y en escabeche. Afirmaba que como el ferrocarril hasta Ayamonte todavía era una esperanza,  la pesca iba hasta el Barreno de Sevilla, (Lonja del pescado) y los vapores llevaban el resto. Se jactaba de haber visto una pila de grandes cajas con etiquetas italianas y que debajo en letras pequeñas pero bien claras decía: Isla Cristina. España.

“Este pueblo tan fecundo en recursos, y con 10.000 habitantes, ha vivido hasta hace pocos años igual que en tiempos de Roque Barcia: con dos escuelas de niños y dos de niñas. Es el detalle, el pequeño detalle que no han reparado muchas generaciones. Sustituyen la obra de la escuela nacional numerosas “migas”. He visto, junto a las casas de galeones y las chozas de cañizo más pobres, una clase de caridad perrillera,  no tanto escuela como capilla donde una anciana trabaja con vocación y buena voluntad,  (se refiere a la Punta del Caimán).   Don Antonio de Sardi, dos veces doctor, sabe que donde no hay médicos hay curanderos. La vida del pueblo exuberante y casi excesiva ha ido acomodándose en norma a casi todo, menos en la enseñanza. Las ganancias súbitas desaparecieron como llamas de alcohol y precisamente cuando más se ganó es cuando menos se adelantó. Me dicen que el año pasado –en plena crisis- entró por el fielato de Isla Cristina un millón de litros de vino común, de bajo precio, además de medio millón de otros alcoholes”.

Grupo Escolar Ntra. Sra. de los Ángeles (Ermita) 1921
Mundo Gráfico

“Las escuelas de niños graduadas, con seis maestros y el director, son de fundación particular. Ya al llegar a Huelva me habían advertido. “No deje usted de ir a Isla Cristina si quiere llevarse una buena impresión de nuestra provincia. Allí está Román Pérez Romeu que gastó medio millón de pesetas en memoria de su hermano”. Así es. La obra debe ser públicamente elogiada…….y dejaré consignado que gracias a Pérez Romeu se salva Isla Cristina de una carga a fondo bien merecida. Pérez Romeu, alcalde varios años, antes y después del Directorio, ha hecho su peculio las escuelas y Biblioteca Municipal, ha pagado excursiones escolares a Huelva, a Sevilla y Moguer, y conferencias culturales en el Casino, con otras iniciativas del mismo orden. En obras públicas y beneficencia, en la Casa de Socorro dotada de material moderno; en atenciones benéficas y en otros servicios que han hecho dar un paso al Ayuntamiento de Isla Cristina. Las escuelas están bien dotadas, con seis clases bien espaciosas y cómodas con buen material de todo género incluso aparato de proyecciones. Hay patio de juegos y, sobre todo amplias terrazas: lo mejor, lo más característico y más marinero de Isla Cristina. Seis maestros: D. Antonio del Molino, maestro de sección; D. Dionisio Rodríguez, D. Avelino Barrera, maestro y profesor de educación física; D. José Torcillo, D. Manuel López, D. Bianor P. Casado, y dos maestras Doña Juliana López y Doña Matilde Andrade, todos maestros y maestras nacionales de Isla Cristina”.
Aula para niños del Grupo Escolar
Ntra. Sra. de los Ángeles (Ermita) 1921
Mundo Gráfico

Para completar la información, existían cuatro escuelas particulares subvencionadas por el Ayuntamiento, pero nunca las vio e hizo constar.  Según el alcalde del momento Emiliano Cabot Alfonso, existía un proyecto porque no podía continuar un pueblo como Isla Cristina con sólo dos escuelas de niñas y tampoco debería conformarse con un grupo de seis clases para trecientos niños.


Al mes de su visita a Isla Cristina y a la fecha de la publicación de su artículo,  Luis Bello, recibía una carta del maestro Avelino Barrera, entusiasta y optimista donde se le trasmitía que el Ayuntamiento de Isla Cristina había procedido al feliz acuerdo de la creación de la escuela graduada de niñas, que cómo sabía, era un proyecto por el que todos hacían votos y que este se  apresuró para incluirlo en su artículo e hizo constar esta nota patriótica y generosa una vez más del Ayuntamiento.  Diciendo: “Don Avelino tiene razón, el ayuntamiento merece el aplauso, y conviene que su acuerdo sea conocido para emulación de los perezosos. Sin embargo, es preciso que el proyecto siga adelante, y así lo espero, porque yo también soy hombre de fe”.   
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Fuente: Viaje por las escuelas de España” publicada en Madrid, por la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, S.A en 1929. Más Andalucía. Bello,  Luis. 

           

lunes, 15 de junio de 2020

LA BANDERA DE ISLA CRISTINA.


 Articulo publicado en La Higuerita de 15-6-2020

El Padre José Mirabent, en su Memoria sobre la Fundación y Progresos de la Real Isla de La Higuerita, nos narra, como tras la concesión del nombre de Cristina a la Real Isla de la Higuerita por la Reina Regente en 1834, dio lugar a que él, elaborase un Escudo de Armas como tenían todos los pueblos. Y dice así: “Y1 para que nada faltare al buen orden, decoro, y honor de esta Ysla, indique á los que en aquella epoca regentaban la Jurisdiccion, que se solicitase un Escudo de Armas, como lo tienen todos los pueblos, para que fuese en cifras una historia constante que comprehendiese el motivo del primer nombre que se le impuso á la Ysla con el que ahora se le imponía, y fuese como un memorial para los venideros. Aprobaron los concejales mi pensamiento y en su consecuencia me encargaron la redacción del pensamiento, y de mandarlo a dibuxar, lo que se executo en Sevilla con mucho primor y elegancia. Este dibujo fue mandado á Madrid á D. Roque Barcia, agente en aquella capital de todos los negocios y asuntos que interesaban á estos habitantes, para que obtuviese la aprobación del Gobierno: aprobación que jamás se ha visto (ni creo se solicitase) ni estos Señores se ha movido en ninguna época para reclamarla. Así ha quedado este negocio, y no dudo que quedará para siempre, como cosa que se mira de ningún interés, en lo que ni puedo, ni podré jamas convenir”.

Años más tarde, por una carta que se encuentra en el Archivo Histórico Nacional,  remitida al gobierno de la nación desde el ayuntamiento de Isla Cristina,  firmada por el alcalde José Ferrera Martin-Alberto o Hidalgo  en el año 1.876, y a la que dediqué un artículo en La Higuerita de 1 de mayo de 2020, tenemos conocimiento que de una forma “oficial” en esa época ya se justificaba el uso del escudo como sello que en su momento creara el Padre José Mirabent, aunque nunca,  fue declarado oficial hasta la publicación del Decreto de 28 de octubre de 1969 en su número 25.031. 

Dos han sido las enseñas que oficialmente han enarbolado en el consistorio municipal.  La primera de ellas, fue aprobada por el Ayuntamiento de Isla Cristina en sesión plenaria de 16 de agosto de 1971 en la que se adoptó entre otros,  el siguiente acuerdo:
“A2 continuación se conoce el diseño de la bandera como estandarte oficial de la ciudad confeccionado por el Teniente de Alcalde D. Félix Pichardo Fragoso, formado por un triángulo isósceles, con la base en el asta y de altura la mitad de la base en color amarillo. A partir de los lados iguales del triángulo dos fajas horizontales: blanca y azul limitada del triángulo por una faja estrecha blanca.
La corporación a la vista del mismo acuerda su aprobación, como así mismo que se dé conocimiento al Ilmo. Sr. Director General de Administración Local para su sanción,  si procede”. 
Bandera de Isla Cristina diseñada en 1971 por Félix Pichardo Fragoso.

De este acuerdo,  se dio traslado a la Dirección General de Administración Local,  el 18 de agosto de 1971, pero algo debió ocurrir que desconocemos,  quizás no fuera del agrado de todos y seis años después,  en el pleno del día 6 de julio de 1977, se volvía a tomar un nuevo acuerdo plenario, muy escueto, y se aprobaba un nuevo diseño de bandera con el acuerdo siguiente:
“A3 continuación se conoció los dibujos de la Bandera de Isla Cristina, presentado por el Teniente de Alcalde Don Antonio Salcedo Soler, facultado por cuerdo de la corporación, aprobándose por unanimidad los dibujos nuevos y la aprobación del mismo”.
Bandera de Isla Cristina diseñada en 1977 por Antonio Salcedo Soler.

Curiosamente,  no existe en el archivo municipal más documentación al respecto del mencionado acuerdo, ni expedientes sobre el tema, ni se conserva el dibujo presentado. El alcalde que presidió ambos plenarios fue  Emiliano Cabot del Castillo. No obstante, desde esa fecha, se viene utilizando como enseña de la ciudad la siguiente bandera. 

“Bandera rectangular de proporción 11x18 compuesta de tres franjas horizontales de igual anchura, paralelas entre sí y perpendiculares al asta, la primera y tercera amarilla, la segunda o central blanca, con tres fajas azules de iguales proporciones en anchura y longitud centrado y sobrepuesto, el escudo de armas de la ciudad”.
Los colores representan: el Azul Celeste, su mar y su cielo. El blanco,  la espuma del mar y de la sal. El amarillo,  el Sol y la luz. 

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 1.- Memoria sobre la fundación y progresos de la Real Isla de la Higuerita Mirabent Soler, José.  (Carta)2.- Acta capitular  de 16 de agosto de 1971.  Archivo Municipal de Isla Cristina. 3.- Acta capitular  de 6 de julio de 1977.  Archivo Municipal de Isla Cristina.