Articulo publicado en el periódico La Higuerita 15-4-2023
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Postal del Puerto de Isla Cristina (Muelle Parodi) |
Isla Cristina tiene historia, y
argumentos de sobra para llenar de contenido diez museos. Por ello, quisiera
desgranar y transcribir algunos datos que he recuperado y que fueron publicados en 1921 en la prensa1
local, hace ciento dos años, en un certamen literario, y que aunque pudiera
contener en su inicio algún tinte novelesco o de fábula, no descarto la
veracidad de la trasmisión oral del barco “Zingara” y su patrón “El Calamés”, a
la que habría que sumar también, los
pescadores que asentados en la playa de
Montegordo (Portugal) arribaron también a esta orilla, y la autenticidad de los hechos posteriores,
que son de vital importancia para el conocimiento y la divulgación de nuestra
historia industrial y pesquera.
A los pocos años del primer
asentamiento en 1756, en La Real Isla de La Higuerita, ya se había reunido un
número importante de personas que dieron lugar a una población regular en
chozas y barracas donde se salaba el pescado para su comercio.
El articulo nos narra, que entre
los años de 1789 al 1790 desembarcaron en el islote (La Higuerita) un corto
número de catalanes, marinos todos de un tosco y mal fraguado barco
pintarrajeado en los colores blanco y negro,
y que lucía en la banda de estribor el
nombre de “Zíngara”, su patrón
era conocido con el sobre nombre de “El Calamés”, hombre rudo que se dedicaba
en ir buscando sitios de abundante pesca para cargar su barco y volver con su
carga para hacer la venta del fruto de su pesca salada en los puertos de
Levante. En sus primeras correrías, aquellos pescadores utilizaron el cordel, o
sea, el anzuelo encebado por la tripulación y que solamente pescaron melvas,
bonitos y caballas, prometiendo volver a la siguiente temporada con redes para
la pesca de la sardina y pescado corto. Llegado éste, no ya solo volvieron
ellos, sino que unidos a estos llegaron un centenar de valientes marinos
poblando la parte más resguardada del asentamiento.
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Boliche (arte de pesca) Fuente: Centro de ediciones de la Diputación de Málaga.
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En el año 1793 había tres
boliches; artes compuestos por una banda de red de unos 30 metros de largo por
tres de alto que apregilaba a estilo de la “lavada”, estos constituían los
artes pesqueros de la época, siendo
embarcados en pequeños botes de ocho remeros y otra tanta tripulación
que tiraba de las cuerdas que estos llevaban a la arena. La pesca de estos
artecitos, por la abundancia que había, siempre fue pródiga. Uno de los
problemas con los que los catalanes tuvieron que luchar fue conseguir mercado
para sus pesquerías en fresco en los pueblos de Ayamonte, La Redondela y Lepe,
sitios donde podían llevar su mercancía, por carecer de sitio para su
conservación. Este tipo de artes se
utilizaron entre 1793 a 1814 donde fueron proliferando el número de ellos,
llegando en el último año reseñado a 16
artes, todos con perfeccionamiento y correcciones que se les iban realizando y
que servían de estimulo a aquellos pescadores y a las nuevas empresas. En el
año 1820, ampliaron con unos 25 metros de red por banda, aumentando también el
largo del “calamento” a unas cuerdas más, denominándoseles “barcas”. Las
embarcaciones fueron mayores y por lo tanto, mayor el número de personal. Poco
a poco fueron desapareando los “boliches” y trocándose por barcas de mayor
envergadura.
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Pescadores embarcan la red de boliche o jabega en una barca. |
En 1827 fue transportado, de
procedencia valenciana un arte de red finísima que bautizaron con el nombre de
“sedal” o “trasmallo”; arte que consistía en una red sumamente fina de unos 40
milímetros de mallaje y que conseguía coger las sardinas amalladas por la
agalla, el peralto de estos era de cinco brazas por 15 de largo en su
generalidad. Posteriormente, fueron extendiéndose estos pescadores por toda la
costa, formándose con todo el personal disperso desde la Isla de La Higuerita
hasta Huelva, por la parte de Levante e igualmente por el lado de Poniente hasta
Portugal, grupos de familias, dejando en los meses de enero a marzo abandonada
La Higuerita hasta que nuevamente la primavera les hacían regresar para
continuar las faenas en las “barcas”.
1832 fue un año de mucha
abundancia de sardinas, y vista la imposibilidad de transporte de este pescado
en salazón, fueron muchos los pescadores que a la temporada siguiente se
dedicaron exclusivamente al ramo salazonero obteniendo un lúcido lucro,
cundiendo la voz, y muchos comerciantes
valencianos y catalanes establecieron dependencias para dedicarse a tal fin.
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Levantá de Almadraba. Foto de Archivo |
Desde 1835 a 1839 hubo
escasez de sardinas y fueron muchos de
los antes mencionados que abandonaron el islote dejando sus almacenes cerrados
para volver a abrirlos en cuanto hubiera otra oportunidad, de pesca y regresar
de nuevo. Muchos de los pescadores de las “barcas” aprovechando esa situación
de falta de sardinas abandonaron también sus cabañas y chozas para incorporarse
a las dotaciones de las almadrabas por todo el litoral hasta Cádiz, la de Zahara,
la de Conil y el Puerco, así como en la costa lusitana. Las almadrabas consistían en un arte tipo
“boliche” de unas 500 brazas, con un mallaje de 12 pulgadas, fabricadas con
esparto y un seguido arte llamado cintillo, para la copeada de poco menos
tamaño y algo más tupido en su mallaje. Estos artes pescaban con señales que se
hacían desde las torres que había en la costa. La llegada de los atunes, era
algo difícil de ver y que solo los expertos detectaban por los colores de las
aguas al paso de estos en cantidades. Así pasaron los años desde 1840 a 1851,
años en los que poco evolucionó este rincón por la falta de pesca y personal,
ya que el trabajo estaba fuera de estos alrededores.
En el año 1852, formaron sociedad
varios de los pescadores más pudientes y algunos de Huelva para calar una
almadraba por acciones, a la que contribuyeron un número de 200 hombres, echando al agua la “Almadraba de La Tuta” que
enfrontaron con el pueblo a una altura de dos brazas de agua, optando para ello
el estilo valenciano o sea, “de puertas” cuya pesca consistía en la operación
diurna, echando la “puerta” (trozo de
red que servía para tal fin) una vez puesto el sol. Capitaneó esta almadraba
don Francisco Farelo de Huelva y como segundo don Emilio Columé, siendo bueno
el resultado de la prueba de aquel año, llegando a la cifra de 7000 los atunes
pescados que obtuvieron un valor aproximado de 3.75 pesetas cada uno. Esta
almadraba solo pescaba el paso de los atunes a su retorno, es decir, de revés.
Este arte también era de esparto, fabricado por mujeres que se dedicaban todo
el año a estas constantes operaciones. Sus largos de “raberas” eran de 2500
metros, siendo el mallaje de 27 pulgadas, de 18 la “legitima”, 9 el “buche” y 3
la “muerte” o “copo”. Este auge hizo que el ya crecido pueblecito con este
nuevo medio de vida fuera resurgiendo del estancamiento ante la falta de
sardinas.
Pasaron algunos años hasta que
fueron introduciendo mejoras en los artes siendo una de las principales la
sustitución de la “puerta” por “endiches”, otro trozo de red en forma ratonera,
que tenía la propiedad de pescar continuamente sin necesidad del cierre. Esta
mejora fue copiada de las almadrabas portuguesas.
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Almadraba de Las Cabezas 1920 |
En el año 1865, siendo capitán
don Emilio Columé fueron caladas dos almadrabas más que denominaron “Las
Cabezas” y “El Terrón”, que capitanearon don Francisco Nené (portugués) la
primera, y don José Sampayo de Isla
Cristina, la segunda, bajo la inspección de don Emilio Columé que capitaneaba
“La Tuta”. El resultado positivo de
estas dos últimas fue desastroso, suprimiéndose la salazón de ambas en el año
1867.
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Galeón a remos traído desde Galicia por el armador isleño Salvador Romeu1867 |
Ese mismo año don Antonio
Mirabent, Don Sebastián Casañas y don Hipólito, formando sociedad, calaron un
arte de procedencia gallega que llamaron “galeón” arte que fue confeccionado en
Isla Cristina por un armador gallego llamado Nicolau y otro de nombre Juan
Caraballo, quien una vez terminado lo patroneó. Formaba el arte 9 paños de
redes por banda, de un mallaje de 7 y
medio por cuarta, haciendo un total de 36 paños entrando la “copiada” de red
algo más tupida. Este arte fue afortunadísimo para la pesca y no pasaron más de
tres años cuando ya había un número de 6 o 7 en construcción, los que
patronearon don Francisco Arbucias, don José María “El Puíta”, don Tiburcio
Maneli y don Rodrigo, siendo la pesca pródiga en los autos que anteceden al
1880 y poco a poco se iban perfeccionado estos artes. La red era fabricada por
las mujeres en su mayoría, lo que suponía mucho el tiempo que había de
invertirse en la confección de un arte.
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Galeón Betis, atracado en el Puerto de Isla Cristina en las labores de subir a bordo el arte de pesca por la tripulación
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Creció el fomento y la industria
considerablemente siendo muy solicitada la conserva del prensado y mojama,
alcanzando la casi formada Isla Cristina, preferencia ante otros mercados. En
el mismo año de 1880, por los patrones de los “galeones”, se confeccionó un arte
para la pesca de “arrastre” por medio de embarcaciones que denominaron
“parejas” y que fueron muy útiles para la obtención del pescado blanco. El
estilo de arte de “pareja” era de fácil construcción; consistiendo este en una
bolsa parecida a un “jalabar” de cuyos lados se desprenden dos bandas de 20
metros de red clara a la que prenden los “calamentos”, cabos, que sujetos a los
barcos que la conducen, tiran de la red.
Estas artes facilitaron bastantes beneficios al pueblo en los tiempos de
poca pesca de sardinas y en los meses de enero a marzo, y en ellos,
se invertían un considerable número de personas.
Pasados unos años, en 1899, por
iniciativa de los más inteligentes en la armaduría de las artes, se puso en
proyecto el “arte de tarrafa” que consistía en la ampliación del “arte galeón”
con unas ocho cuarteladas de red de 27 brazas a 100 mallas en cuarta,
terminando con una “copeada” de 30 paños de mallaje de 18 y 30 brazas de
peralto. La construcción de este nuevo arte fue un éxito y lo primeros en adoptarlos
fueron los Sres. don Juan Zarandieta, don Juan Zamorano y don José Borrelle. La
pesca siguió su auge y se constituyeron fábricas de conservas siendo la primera
la de don Juan Martin Cabet, segundándole los señores sobrinos de T. López y
don Serafín Romeu.
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Galeón a Vapor Segundo Román década de 1910 |
Siguiendo el curso, pasado los
años, en 1905, se trajo por el
industrial Juan Martín Cabet un vapor construido en Vigo de tipo especial para
“tarrafa” al que secundaron otros industriales contando por aquellos años Isla
Cristina, sobre unos 28 de estas artes. Las almadrabas siguieron su constante
mejoramiento, sustituyéndose en la red todo el esparto de que antes eran
dotadas por abacá y cáñamo, y variando
todas las medidas y que eran “legitima” 23 pulgadas, “buche” 4, “copo” 4 y
“rabera” de mallaje de un metro. El largo de la mayoría de las raberas era de
5000 metros aproximadamente.
Estos datos centenarios, nos
exponen con claridad la gran trasformación y evolución pesquera de la antigua
Higuerita, un progreso que convirtió a aquella colonia de pescadores en un
referente industrial y pesquero con una situación envidiable. A lo largo todo el siglo XX, la pesca y la
industria en Isla Cristina siguió con un rumbo ascendente, a pesar de las
crisis y los cambios obligados por las circunstancias, adaptándose a los
tiempos que fueron marcando y diversificando su actividad.
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Mujeres estibadoras de la fábrica de Cordero y Mantell, años 20 del siglo XX |
Un siglo después, la economía
isleña sigue sostenida por los pilares de la Pesca y su Industria, que la convierten en el primer
Puerto en capturas en fresco de Andalucía y el segundo de España, además del
Turismo y la Agricultura.
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1.- Semanario La Higuerita 9-1-1921.