viernes, 18 de agosto de 2023

Licencias otorgadas para la construcción de chozas y barracas por el Marqués de Ayamonte a los colonos de la Real Isla de La Higuerita en los primeros años de su fundación.

Artículo publicado en el periódico La Higuerita  15-8-2023

Licencia otorgada a Joseph Francisco Mathias, 5-8-1777

 

El Padre José Mirabent, nos apunta en sus Memorias sobre la Fundación y Progresos de la Real Isla de la Higuerita, que la primera choza para el tráfico de salazón y espicha fue levantada por Arnau, patrón de una de las Compañías que se asentaron en 1756 tras el maremoto, y que sucesivamente fueron formando otras en el mismo año, situándola cada uno en el lugar de más  acomodo, sin pararse en el orden y simetría.

Este establecimiento, en muy pocos años fue creciendo en edificios necesarios para alojar a los pobladores que iban llegando para elaborar el pescado en chozas y barracas que se iban construyendo a discreción. En 1757,  varios patrones de diferentes compañías, construyeron una barraca para la celebración de la santa misa.

Aquellas chozas provisionales y que eran utilizadas por temporadas, sufrían mil incomodidades y privaciones y estaban amenazadas por los incendios que se producían muy a menudo. Según el ilustre sacerdote, por los años de 17601, se quemaron todas las posesiones que estaban situadas cerca del río en lo que ahora es la calle San Francisco. El segundo de los grandes incendios acaeció en 17872 y en él perecieron con todos sus útiles al tráfico  las que estaban en el cuadro o manzana que hoy ocupan los Almacenes de D. José Soler, y Robira, y el de D. Juan Milá ( hoy Avda. Padre J. Mirabent) y el tercer incendio, se produjo por los años de 1804/53 donde se quemaron en el barrio alto de veinte y cuatro á veinte y cinco chozas (El barrio alto era el Cuquimán, actual Avda. Ángel Pérez, Paseo de Las Palmeras).

En este orden de cosas, también nos apunta, que el primer almacén4 de material lo levantó la Compañía de Antonio Salerich, el segundo Juan Pascual, el tercero Antonio Rivera, después Bartolomé Coll, y el Almacén del Duque para los utensilios del establecimiento de la Almadraba de Atunes.

En el informe realizado para el pleito5 entre el Marqués de Astorga, la ciudad de Ayamonte y la villa de La Redondela, y por el otro, la Corona, representada por el ministro de Marina de Ayamonte, don Antonio Miguel Visorio el 25 de octubre de 1784, la población de La Higuerita contaba con 60 vecinos, la mayor parte de ellos catalanes y matriculados los cuales, habían construido a su costa varios almacenes destinados al acopio de sardinas, así como una iglesia para la celebración del “Santo Sacrificio de la Misa” cuyos capellanes, puestos por el ministro de Marina, también habían sido pagado por ellos.

Los colonos representados por la Marina contra la Jurisdicción Señorial del Partido de Ayamonte y  La Redondela, iniciaron un litigio,  motivado porque comenzaron a extender6 sus varas de hierro sobre estos desvalidos habitantes. A la sombra de la Justicia hacían frecuentes incursiones, y más de una vez causaron vexaciones, molestias, é incomodidades, que solo podían redimir, y evitar con el dinero. Los catalanes habían ganado a su favor en varias ocasiones y estos conflictos,  se sucedieron mientras les seguían exigiendo  el pago de derechos por los alimentos así como por la madera que cortaban para la construcción de sus barracas. Puestos en conocimiento del Rey, este vino a resolver contra el Marqués de Astorga sobre la pertenencia de la Isla el 15 de abril de 1788, una decisión tan clara y determinante que no respetaron y tanto el Corregidor de Ayamonte como los alcaldes de La Redondela, que seguían afirmando, que era su término jurisdiccional y  unos y otros realizaban incursiones y los multaban hasta que en el año de 1799 se incorporó definitivamente a la corona. 

Queda claro, que aquellos primeros pescadores levantaron sus chozas como bien nos apunta el Padre Mirabent, de una manera anárquica y cada uno donde mejor convenía, hasta que el Ayuntamiento de Ayamonte ejerció sobre la zona su control obligando a pagar impuestos y regulando sus construcciones. Es por lo que posteriormente, los  pescadores tenían que solicitar autorización al marqués de Ayamonte para poder levantar sus chozas, así encontramos en el libro Capitular7 del Ayuntamiento de  Ayamonte, los documentos que lo certifican.

La choza más antigua documentada que hemos podido encontrar con fecha 30-9-1770 fue solicitada con suplica al marqués,  por Salvador ¿Salva?, de la nación catalana, residente en la Playa de La Higuerita, quién solicitó autorización para construir una choza de 80 varas de largo por doce de ancho para la pesca y el tráfico de sardinas, y que lindaba con Bernardo Partagas, Pedro Carbonell y don Juan Patiño.

La segunda inscripción encontrada es la petición realizada por Bartolomé Soler,  catalán, patrón de compañía de traficantes de sardinas en la Playa de La Higuerita, que solicitó una licencia para construir una choza de piedra y cal junto al rio para almacén el 2 de julio de 1777.

El 5 de agosto de 1777, se le concedía autorización para la construcción de una choza o cabaña en sitio desocupado en  la Playa de La Higuerita, termino de la ciudad de Ayamonte, por el alcalde ordinario Francisco Medero, en la jurisdicción del Marquesado a Joseph Francisco Mathias, entre las chozas de Bartholomé Colomé y Gaspar Ramírez, suplicándole al marqués su autorización.  Se le concedió dejando entre los linderos, transito a la entrada y a la salida con un  ancho dos varas más o menos.

El 7 de agosto de 1777, se le concedía a Jacinto Domingos autorización para la construcción de una barraca o choza para su familia en la Playa de La Higuerita.

Licencia otorgada a Josep Monell, el 15-9-1777


El 15 de septiembre de 1777, Josep Monell, vecino de La Redondela y natural del Reyno de Cataluña, comerciante de sardinas, residente en la playa de La Higuerita, solicita y suplica autorización para construir una choza de treinta varas de largo y veinte de ancho,  siéndole concedida una zona que lindaba por el sur,  con la choza de María Neta y por el norte con la de Gregorio Romeu, dejando un espacio suficiente para evitar incendios.

El 14 de noviembre de 1777, Pedro Grau, natural de Cataluña, residente en la Playa de La Higuerita, solicita al marqués, licencia para construir una choza de treinta varas por cuatro, para el tráfico de sardinas, concediéndole una zona que lindaba por levante con la de Miguel Pinel,  y por el norte con la de Cosme García y por el sur con la de Feliz Piñeiro y por poniente el rio.

El 15 de septiembre de 1777, fue concedida también la solicitud de la venta de una choza construida por Juan Pasqual,  de nación catalana, residente en la playa de La Higuerita, y a quién se le había concedido en su momento autorización para construir un almacén para el tráfico de pescado salado, de treinta y tres varas de largo y 24 de ancho y que lindaba por poniente con el rio de esta playa y por el norte con el almacén de Bartolomé Soler, por el sur con otro de Bartolomé Coll (con toda probabilidad, este señor,  sería  el mismo que levantó el segundo almacén de material según el Padre J. Mirabent en sus memorias).  El motivo de la venta era la ruina que padecía por la quema de otra choza de su propiedad. Por lo que esta choza, debió ser de las más antiguas.

El 18 de octubre de 1780 el Marqués de Astorga,  autoriza licencia a favor de Bartholome Romeu, vecino de Sichez (Sitges) miembro de una compañía en la Playa de La Higuerita para la construcción de una choza de mampostería (es decir, de material) en la playa de La Higuerita, representando ser también traficante de sardinas y para tal menester necesitaba construir un almacén con destino a la pesca de sardinas.

También encontramos, que el 8 de marzo de 1785, María Salerich, vecina de Ayamonte, a la muerte de su padre Antonio Salerich (presumimos, que nos referimos a la persona que construyó el primer almacén de material en La Real Isla de La Higuerita según J. Mirabent) quién hereda éste almacén de veinticinco varas de frente y treinta de fondo, en la playa de La Higuerita, y habiendo extraviado la licencia en un fuego, solicitaba se le expidiera otra licencia que acreditara la propiedad, ya que le había tocado a ella en herencia entre sus hermanos, un almacén de tapia y tierra, derogándose la licencia que obtuvo su difunto padre en su momento por una nueva a favor de ella.

Estos asentamientos en la Playa de La Higuerita, se refieren, al casco antiguo de la actual Isla Cristina, ya que todo era ría, marismas y playas, donde encontraron un refugio alejados de la costa.

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 1.2.3.- Mirabent,  José. Memorias sobre la Fundación y Progresos de la Real Isla de la Higuerita. (La Marina)

4.- Mirabent,  José. Memorias sobre la Fundación y Progresos de la Real Isla de la Higuerita. (Edificios de Material)

5.- García García, Francisco. El paso de la Isla de La Higuerita de la Jurisdicción Señorial a la Jurisdicción Real  (XII Jornadas de Historia de Ayamonte)

6 - Mirabent,  José. Memorias sobre la Fundación y Progresos de la Real Isla de la Higuerita. (Govierno Político)

7.- Archivo Municipal de Ayamonte,  Licencias para construir chozas en la Higuerita y normas para el gobierno político del lugar. Legajos 20, 21

miércoles, 2 de agosto de 2023

Miguel Gey, el soldado desconocido que nos dejó su rostro y una nota poco antes de morir en el frente.

 Articulo publicado en el periódico La Higuerita 1-8-2023

El soldado Miguel Gey Márquez

En una antigua cajita, donde mi abuela Ana Gómez González, guardaba estampas religiosas, recordatorios de comunión y defunciones, recortes de periódicos y algún que otro retrato, encontré esta fotografía que nunca pude saber a quién correspondía, ya que no conocía al personaje en cuestión, ni lo ubicaba entre mis antepasados familiares.

Con el paso de los años, he ido reconstruyendo algunos datos qué, aunque creo que no son de interés para una mayoría, y que pueden aportar muy poco, a mi me sugiere la dedicación de un pequeño artículo como  muestra de respeto y homenaje, y que quisiera hacer extensivo a tantos miles de ciudadanos españoles y a las familias, que se pudieran sentir identificadas al haber padecido el dolor y las consecuencias de la crueldad de la Guerra Civil Española.

Dentro de aquella cajita de madera, encontré un pequeño retrato de un soldado y en su reverso, una dedicatoria clara, iba dirigida a mi abuelo Cristóbal González Fragoso y dice así: 

Texto escrito en el reverso por Miguel Gey y enviado  a Cristóbal González:
“A mí apreciado cuñado Cristóbal con un fuerte apretón de manos de tu cuñado Miguel Gey. Xaunen 15-9-937    viva la 1ª Compañía del 273 del Serrallo”.


Los datos escritos en el envés de la foto, eran claros, su nombre Miguel Gey, y estaba remitido desde Xaumen,  el 15 de septiembre de 1937,  y  dicho soldado, pertenecía a la 1ª Compañía del 273 Batallón del Serrallo.


Siempre tuve interés por saber quién era este hombre, si era familiar o no,  y por qué, se dirigía a mi abuelo con el apelativo de cuñado, un dato que no me cuadraba ya que mi abuela Ana, no era hermana del soldado, y las dos hermanas de mi abuelo, Engracia González Fragoso y Antonia González Gey, no se casaron con él. Después de analizar y realizar diferentes conjeturas, solo cabría la posibilidad de que Miguel, pudiera haber pretendido a alguna de ellas de mocitas y tras su fallecimiento, acabara aquel idilio de amor y rehicieran posteriormente sus vidas.  

Tengo que apuntar, qué la no coincidencia con el segundo apellido de Engracia y Antonia,  es debido a que mi bisabuelo Francisco González Martín, al fallecimiento de su esposa Enriqueta Fragoso de la Rosa, casó en segundas nupcias con María de los Dolores Gey Rodríguez.  

Lo he dicho,  y hoy lo reafirmo públicamente, que el gran trabajo realizado por don Jesús Bogarin Díaz, es digno de elogio y fundamental para la reconstrucción y el conocimiento de la genealogía isleña, y que me ha facilitado en diversas ocasiones, el poder seguir indagando e investigando sobre muchas personas. Allí pude descubrir su segundo apellido y conocer que había fallecido en la guerra1, así como el nombre de sus antepasados y hermanos.  

Pregunté alguna que otra vez a personas de edad apedilladas Gey, pero nunca me dieron norte, hoy puedo afirmar que este chico,  era Miguel Gey Márquez, quién desgraciadamente, fallecería en el frente de guerra.

Miguel Gey Márquez, fue hijo de Toribio Gey Viera (primo hermano de María de los Dolores Gey Rodríguez, segunda esposa de mi bisabuelo) y de Ángeles Márquez Martín. Falleció en combate el  26 de diciembre de 19372, en plena navidad,  y tres meses y días después de haber remitido esta postal desde Xaunen o Chauen en la zona noroeste de Marruecos, concretamente en las montañas del RIF,  donde fue llamado a filas y se encontraba en la 1ª Compañía del Batallón de Cazadores 273 del Serrallo, 8 y que posteriormente, fueron movilizadas para entrar en acción junto con las tropas de África que participaron en la Guerra Civil.

Su madre Ángeles Márquez, recibiría una indemnización3 por su fallecimiento de 693,50 Ptas., su hermano menor Vicente Gey Márquez, también fallecería, víctima en la guerra.

Sus hermanos fueron por este orden,  José, quién casó con María Antonia Flichi Domínguez. Miguel. Vicente, fallecido también en el frente. Ángela, quién casó con Salvador Rodríguez Márquez, Toribio y Frasquita4, quién casó con un hermano de María Antonia.

Muy pronto, se cumplirán 86 años de esta imagen y de su muerte, por ello, he querido traer a esta sección a este personaje ignoto que vio truncada su vida en su plena juventud y en la flor de su vida, así como la de su hermano Vicente, y como la de tantos españoles que perecieron y que quedaron sin memoria en el olvido, en una fosa común o en una cuneta.  

Enfermo de tuberculosis, enfermedad que había adquirido en la guerra y librado de la muerte, meses después, ya finalizada la contienda,  fallecía también Francisco González Gey, el único hermano varón de mi abuelo,  víctima de la infección y las miserias que padecieron los soldados en el frente, dejando viuda e hija.

Sería interesante que los familiares indirectos de Miguel Gey, si los hubiere,  pudieran hoy ponerle rostro al soldado que nadie conocía, y rindamos a todas las victimas de ambos bandos, un merecido reconocimiento por tanto dolor y la sangre derramada. 

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1.- Bogarin Díaz, Jesús. 390 Linajes Isleños (Gey)

2, 3- Boletín Oficial del Estado. BOE 13-6-1941

4.- Según versión de Toribio Rodríguez Gey, hijo de Ángela y sobrino de Miguel

 

miércoles, 19 de julio de 2023

ACTO DE HOMENAJE AL MARINERO 2023, DOÑA MARIA MANUELA CAZORLA GARCÍA. ISLA CRISTINA


Acto de Homenaje al Marinero 2023, Doña María Manuela Cazorla García organizado por la Cofradía de Pescadores "Ntra. Sra. del Carmen" de Isla Cristina, el 16 de julio de 2023, ejerciendo como mantenedor del acto Francisco González Salgado.


sábado, 15 de julio de 2023

50 años de cuando “Paco de Lucía” visitó y se disfrazó en el Carnaval de Isla Cristina.

Articulo publicado en el periódico La Higuerita  15-7-2023

Carlos Rebato, Isidro Romero y Paco de Lucía, disfrazados en el Carnaval de Isla Cristina 1973

 

El indiscutible genio de la guitarra flamenca “Paco de Lucía”, ese maestro tímido que al subir al escenario cerraba los ojos envueltos en lamentos de pasión abrazado a su guitarra y que recorrió el mundo con sus acordes y rasgueos haciendo grande y universal el flamenco, en 1973, publicaba uno de los LP en vinilo más importante de su carrera y al que tituló “Fuente y Caudal”, en el que incluía la pieza musical más famosa de su autoría “Entre dos aguas”.

En ese mismo año, febrero de 1973, y en plena ebullición del Carnaval de Isla Cristina, camuflado por entonces con el sobrenombre de  “Fiestas Típicas de Invierno”,  motivado  por la censura de la dictadura franquista, Paco de Lucía, visitaba la localidad costera isleña para disfrutar y participar como un isleño más de sus carnestolendas, invitado por su buen amigo Isidro Romero Quintero. 

La prensa1 local nos lo narra y dejó muestra de aquella ilustre visita a la redacción del periódico, que  por aquellos años se ubicaba en la Imprenta Bautista muy cerca de la vivienda del anfitrión: “Hemos tenido el gusto de saludar en nuestra casa, a los conocidos artistas internacionales de la guitarra, Paco de Lucía y Carlos Rebato –el gitano blanco-, que pasaron unos días en ésta huéspedes de los señores, don Isidro Romero Quintero –ella de soltera- Gilda Munell Zamorano. Ambos marchan entusiasmados de nuestra ciudad, de sus playas y del derroche de lujo, belleza y simpatía de nuestra Fiestas Típicas.”

Francisco Sánchez Gómez, “Paco de Lucía” nació en Algeciras (Cádiz) el 21 de diciembre de 1947 en el barrio de La Bajadilla, un barrio popular y eminentemente gitano, siendo considerado como el “tocaor” de flamenco de mayor prestigio internacional, hijo y hermano de músicos se familiarizó con el flamenco desde su más tierna infancia. Su padre Antonio Sánchez Pecino, fue un vendedor de telas y guitarrista flamenco, natural de Algeciras, quien fue fundamental en el devenir de su carrera musical y su madre Luzía Gómes Gonçalves, portuguesa de Monte Francisco, una pequeña aldea de Castro Marim, de quién al parecer,  heredó el buen sentido del humor. Como bien afirma Juan José Téllez Rubio en su libro “El hijo de la portuguesa” “Luzia era una superviviente y era la alegría en el drama. Paco y sus hermanos respetaban la severidad de Antonio pero con quien se regocijaban era con su madre”.

Hoy, cuando se han cumplido cincuenta años de aquella visita, publicamos esta fotografía que hacía tiempo que obraba en mi poder y que anteriormente había difundido en las redes sociales. En mis indagaciones, según transmisión oral, alguien me comentó alguna vez, que Luzía Gómes, su madre,  de quién le sobrevino su nombre artístico, “Paco de Lucía” trabajó de jovenzuela en el servicio de la “Casa Gildita” antes de conocer a su esposo, como muchas otras jóvenes de su generación que emigraban a España, o de otros lugares hasta  Isla Cristina, en busca de un futuro mejor, pero este dato no he podido contrastarlo, por lo tanto, su veracidad queda en el aire.

Los personajes que aparecen disfrazados en la misma son los anteriormente citados por la prensa, por este orden visto de izquierda a derecha: El guitarrista Carlos Rebato, de flamenca, eterno amigo de Paco, quién llegó a compartir escenario, además de vivir numerosas anécdotas. Isidro Romero,  empresario,  casado y afincado en Isla Cristina, con corbata de lunares  y Paco de Lucía, también de flamenca, ambos artistas con un toque muy carnavalesco e improvisado, muy al tipo isleño.

Isidro Romero Quintero, fue un hombre muy relacionado con los artistas de la época con quién llegó a alcanzar grandes amistades, especialmente con Juanito Valderrama o Manuel Pareja-Obregón García, entre otros y a quién llamaba hermano. Según la versión de su hija Gilda Romero Munell, su padre, habría conocido a Paco de Lucía en la Venta que una hermana de su padre tenía en Madrid, donde él actuó muchas veces, allí nació la amistad y de ahí, después de las giras, visitaba Isla Cristina con asiduidad, iban al campo de cacerías y montaban sus fiestas con los amigos. Afirma: “que en aquella venta, se forjó la pieza más universal del artista “Entre dos aguas”.

En una de aquellas visitas, el genio y figura más internacional de la guitarra flamenca, Paco de Lucía,  y su buen amigo el también guitarrista de Algeciras Carlos Rebato,  se pasearon junto a Isidro Romero, por toda la población isleña disfrazados de flamencas para inmortalizarse en la Gran Vía de Román Pérez de la localidad en pleno régimen franquista para disfrutar del Carnaval de Isla Cristina.

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1.- Semanario La Higuerita 12-3-1973


sábado, 1 de julio de 2023

Los muros en la Ría Carreras y el Caño del Cepo, posibilitaron la expansión urbana de Isla Cristina.

Articulo publicado  en el periódico La Higuerita  1-7-2023


Imagen aérea de Isla Cristina en la década de los 60, donde se aprecia la ampliación de los muelles construidos y la zona inundada,  y hoy construida, en el Caño del Cepo.
Imagen coloreada por José M. Figuereo

Según plano de 1870 publicado en 1872 por la comisión hidrográfica,  al mando del Capitán de Fragata don José Montojo, las edificaciones en Isla Cristina finalizaban al Sur, en la Calle Baja, de ahí su nombre, la calle más baja  que hacía orilla con el Estero del Cuquimán o de Santa Catalina. Cegado este estero, ya a principios del siglo XX Isla Cristina había crecido urbanísticamente hacia el Este,  y con el dragado realizado, se ampliaba el límite a la espalda de la calle España.

A lo largo de todo el siglo XX, se produjo la expansión urbanística más importante de la historia en el término municipal de Isla Cristina y todo ello, fue motivado por la necesidad de una floreciente industria pesquera, que en el primer cuarto de siglo e impulsada por un joven alcalde, don Román Pérez Romeu,  ganó al mar gran parte de su territorio, cambiando su fisonomía originaria por la necesidad de instalaciones, y ampliar las ya existentes, creando mejores servicios y atraques para las embarcaciones, dando posibilidades a la creación de nuevos almacenes y viviendas para la población que crecía paulatinamente.

Aspecto que presentaba Isla Cristina a finales  de los años 50 del siglo XX 

Años más tarde, y ya en el último tercio, con la realización del Plan General de Ordenación Urbana de 1987 (PGOU) se ordenó y desarrolló todo el territorio, así como en la década de los 90 tuvo lugar la también, aunque fuera del núcleo poblacional, la  creación de la Mancomunidad de Islantilla, generando un desarrollo urbanístico espectacular, dirigido al turismo.

La zona de Las Calderas sin muro, como playa de la ría. Década de los años 50, siglo XX

Ante aquella imperiosa necesidad de crecimiento impuesto por la industria, don Román Pérez,  ideó la necesidad de la prolongación del puerto isleño, creando un muelle, y que ganándole terrenos a la ría en su margen izquierda,  uniera para siempre el núcleo urbano de la población isleña con el de la barriada de Punta del Caimán, que en aquel momento estaba separada por un estero, conocido como Caño del Cepo.  Para ello, encargó un proyecto al Ingeniero de Marina don José Ochoa con fecha 10-8-19181 con la modificación, de que en el muro del muelle para su altura máxima de cuatro metros, tuviera sesenta centímetros de ancho en la coronación con el  talud exterior y estas dimensiones se reducirían proporcionalmente a la altura en donde ésta no alcanzara la máxima dicha de cuatro metros.

El Ayuntamiento de Isla Cristina, incoó expediente solicitando autorización y tramitada la documentación con arreglo a las formalidades legales, que llegaron y debieron ser oídas por el mismo Rey Alfonso XIII con lo propuesto por la Dirección General de Obras Públicas,  tuvo a bien, conceder por la representación de su Gobierno y por Real Orden de 7 de agosto de 1920 autorización al Ayuntamiento de Isla Cristina para ocupar en la zona marítimo terrestre una extensión superficial en la medida y delimitada ajustándose además a que dicha autorización se otorgaba,  salvo el derecho de propiedad sin perjuicio de tercero a titulo precario con arreglo al artículo 50 de la Ley de Puertos.

Fotografía donde se aprecian  los dos muros convertidos en muelles y vistos desde la Punta del Caimán, donde hoy se encuentra el Puerto Deportivo. Fotografía de los años 70

La intención no era otra qué, ampliar el puerto pesquero con un muelle en la zona del  “Solar de Las Calderas” y construir un muro para cegar el Estero del Cepo, con el objeto de instalar muelles de servicio público gratuito y de acuerdo con la Comandancia de Marina se reservara una zona para fondeadero y abrigo de las embarcaciones de pesca y que sirvieran además para las limpiezas de sus fondos y reparaciones que necesitara aprovechar la bajamar y para destinar los terrenos ganados a la ría a construcción de fábricas en la parte de muelle (que nunca se construyeron, salvo las calderas de alquitrán para alquitranar y teñir las redes, quizás por la tardanza, ya que su relleno se produjo en la década de los años 50 y en una  situación de crisis) y el resto para casas como ensanche de la población. La superficie concedida no podía destinarse a aprovechamiento distinto del que se determinaba en la presente autorización, quedando sometida a las disposiciones vigentes o que se dictaran en lo sucesivo sobre construcciones en zonas de costas y fronteras y obligando al Ayuntamiento de Isla Cristina a demoler por su cuenta lo edificado, dejando expedito el sitio tan pronto lo exigieran las necesidades de la defensa nacional al ser requerido para ello por la autoridad  militar competente.

Aquellas obras que serían ejecutadas en un plazo máximo de cuatro años quedaron sujetas a las disposiciones vigentes de costas y fronteras, y servidumbre de vigilancia y salvamento y fueron previamente replanteadas por la Jefatura de Obras Púbicas de la Provincia,  corriendo el propio ayuntamiento de Isla Cristina con todos los gastos de replanteo, siendo inspeccionadas por la Jefatura de Obras Publicas quién podía disponer de las modificaciones que sin alterar la esencia del proyecto fueran necesarias o pudieran mejorarlo dando cuenta de ella a la Dirección General de Obras Públicas.

Isla Cristina 2023 

Más de cien años después, Isla Cristina, con una expansión urbana ordenada y con un  punto álgido de edificaciones  en la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI, pasó de ser una localidad pesquera a convertirse en una pequeña ciudad moderna de 21.523 habitantes,  y que se expandió por toda esa zona, y que hoy, aún se encuentra sometida a unas normas muy restrictivas que impiden su actual desarrollo por la Ley de Costas, debido a aquel acuerdo centenario, no revisado y adaptado, y que afecta actualmente a más de 8.000 edificios entre viviendas, naves y locales comerciales.  

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1.- Disposiciones de la Real Orden en la inscripción 1ª de la finca matriz número 1.108 al folio 203 del tomo 321, libro 27 de Isla Cristina La Redondela, en virtud de oficio del Gobierno Civil de la Provincia de Huelva de fecha 27-8-1920

viernes, 16 de junio de 2023

Ramón Romeu Portas, ganó en el Supremo a su primo hermano José Caballero Romeu, la disputa por el calamento de la Almadraba “Punta Umbría”.

Articulo publicado en el periódico La Higuerita 15-6-2023

                     Plano de la costa de Huelva donde aparecen las almadrabas existentes en 1900.                     
Archivo Municipal de Isla Cristina, Leg. 1348,
Escritura de transferencia del arrendamiento de la Almadraba de “La Tuta”.


A lo largo de los tiempos, la mayoría de industriales dedicados a la pesca del atún fueron empresarios isleños y, en su generalidad, de ascendencia catalana. De las cuatro almadrabas caladas en la costa onubense a finales del siglo XIX y principios del XX, dos de ellas, se encontraban situadas en el distrito marítimo de Isla Cristina. “Las Cabezas”, calada frente a Isla Cristina y la de “La Tuta”, que comenzaba en tierra desde la Casa de los Carabineros en la actual Playa del Hoyo, hasta la Casa de Matamoros hoy Urbasur y los Carabineros de Las Antillas. La de “El Terrón” o “Nueva Umbría” en termino de Lepe, y la de “Punta Umbría”.

En el  Boletín Oficial del Ministerio de Marina1, encontramos una resolución que ponía punto y final a un conflicto suscitado entre empresarios isleños por la concesión y explotación de una almadraba y en la que una parte, llegó a denunciar a la Administración Pública al interpretar un trato de favor, quedando absuelta por una sentencia dictada por la Sala de lo Contencioso-Administrativo del  Tribunal Supremo. 

Los demandantes en sociedad, D. José Caballero Romeu, los Sres. Pérez Hermanos y D. Pedro Gutiérrez Feu, revocaban la Real Orden expedida por el Ministerio de Marina el 20 de Octubre de 1902 relativa a la concesión de una almadraba, que por Real Orden de 7 de marzo de 1899 el Ministerio de Marina había concedido a Don Ramón Romeu Portas. Una almadraba de ensayo para la pesca de atunes con la denominación de “Punta Umbría”  en aguas  la provincia de Huelva. En dicho litigio, demandaban a la Administración General del Estado, coadyuvada por Don Ramón Romeu Portas.

El 27 de marzo del mismo año de 1899, D. Ramón Romeu, percatándose de que en aquella zona donde había calado su almadraba existían piedras, fango y bancos de arena, no marcados en los planos, que imposibilitaban el calamento, solicitó que se variasen las enfilaciones más al Oeste e informada favorablemente en instancia por la Junta Provincial de Pesca, el Capitán General de Cádiz se negó a darle curso, teniendo para ello en cuenta que por Real Orden de 30 de Noviembre anterior se había designado a Romeu el establecimiento de un pesquero en lugar próximo, y que se habían negado en el mismo sitio a otras almadrabas a consecuencia de lo dispuesto en Real Orden de 4 de Abril de 1894, por la que se dispuso que se desestimara el calamento de otras, que se solicitasen al Oeste de “Punta Umbría”, y cercanas a la barra del Terrón.

El 14 de Noviembre de 1901, Ramón Romeu, acudió con instancia del Ministerio de Marina, a que le fuera concedida la variación de enfilaciones que constaba en el plano en  su anterior instancia de 22 de mayo de 1899, respecto a la que había informado favorablemente la Junta de pesca de Huelva, insistiendo en dicha petición en otra instancia que presentó el 5 de diciembre siguiente, resultando: que pasado el asunto a la Junta Consultativa y remitido al Capitán General del Departamento, este lo devolvió juntamente con el plano indicado y el acta en que constaba el informe emitido en 31 de mayo de 1899, por la Junta local de pesca de Huelva favorable a la variación de enfilaciones y al devolver el expediente manifestó, que no había dado curso a la instancia presentada por Romeu, por los motivos ya expresados, a los que agregaba que con posterioridad existía un pesquero próximo colindante por el Oeste al que quizá perjudicaría la variación solicitada, y a cuyo arrendatario habría de oír, y que el peticionario llevaba calando tres años en el sito de su concesión.

La Junta Consultiva, teniendo en cuenta que no era exacto que por la Real Orden de 4 de Abril de 1894 estuviera prohibido el otorgamiento de pesqueros al Poniente de Punta Umbría, acordó el 14 de Enero de 1902, que el Capitán General informase correctamente con audiencia de la Junta de Pesca, si la  concesión de Ramón Romeu, tenía los accidentes que este alegaba, y si con la variación pretendida sería un obstáculo para la navegación y quedaría a la distancia reglamentaria de las almadrabas próximas. El comandante del Cañonero “Ponce de León”, practicó durante tres días, operaciones de sonda y rastreo en el sitio de la concesión, encontrando fondo de pedrusco, cascajo y arena con cabezos sueltos, comunicando el resultado de sus reconocimientos. La Junta Local de Pesca y el Comandante de Marina de Huelva, informaron, que el nuevo sitio solicitado para la almadraba perjudicaba menos que el primitivo a la navegación, por estar más aterrado y separado de la barra, hallándose a más de cinco millas de las almadrabas colindantes, por lo que el Capitán General de Departamento emitió el 10 de abril su dictamen afirmando que si bien el cambio de emplazamiento había sido denegado por la Capitanía General en Junio de 1899, había desaparecido la causa principal por la que se dejó sin curso la solicitud al concederse con posterioridad la almadraba del Terrón entre la Tuta y Punta Umbría; que la existencia de piedras en el fondo donde actualmente calaba esta almadraba, estaba comprobada por los rastreos y que el nuevo emplazamiento entorpecía menos la navegación, añadiendo que se había prescindido de la publicación en el Boletín y de las audiencias de los colindantes que proponía la Junta de Pesca del Departamento, porque las concesiones cercanas eran posterior a la iniciación del expediente y urgía resolver al acercarse la época del calamento. 

El 15 de marzo de 1902, Don José Caballero Romeu, concesionario de la almadraba de ensayo “Las Torres”, obtenida por Real Orden de 24 de abril de 1901, acudió con instancia al Capitán General exponiendo: que tenía noticia de que se había solicitado para la de “Punta Umbría”, un cambio importante de enfilaciones,  siendo así que tal cambio no era otra cosa que una petición de nueva almadraba, y que teniendo la duda de si debía ser oído sin prejuzgar su informe, pedía que se determinara si la petición de nuevas enfilaciones no constituían una variación que pudiera afectar a las colindantes y se debía informar a sus concesionarios.

Ante esta petición, la Junta consultiva, acordó por unanimidad, que debía desestimarse las pretensiones de variación de calamento, pero que no se trataba de variar ningún calamento,  sino que  se concedía una nueva almadraba de ensayo con igual nombre que la usufructuada por el solicitante, y procedía otorgarse esta concesión de calar la primitiva almadraba de “Punta Umbría” en sitio más profundo y libre de los peñascos que la dificultaban y entorpecían.

El 10 de mayo, Romeu acudía con instancias al ministerio en la que exponía que procedió al calamento el primer año, viendo que en el sitio existían peñascos que le imposibilitaban, teniendo que desviarse al Oeste, buscando aguas limpias, con lo cual los gastos no compensaban con los ingresos, y que denegada la variación que había solicitado, habiendo continuado calando  los años de 1900 y 1901, por tolerancia de las autoridades aunque en la última se habían presentado obstáculos y que solo se decidió calarla en 1902, y que los perjuicios se irrogaban con la reposición de redes destruidas por los peñascos para no dejar sin trabajo a los 170 tripulantes contratados durante cuatro meses, por temor de incurrir en la pérdida del derecho pesquero, y con la esperanza de conseguir la variación solicitada.

El concesionario de la almadraba “El Terrón”, informó el 21 de mayo que era cierta y notoria la causa alegada por Romeu y de justicia, y el Ayuntamiento de Huelva en sesión el día 30 acordó manifestar que no se lesionaba los derechos de la ciudad. En cambio, los concesionarios de la almadraba “Las Torres” el 8 de Junio, expusieron que era inoportuna la pretendida variación porque llevaba tres años la de “Punta Umbría” calando con abundantes beneficios y en el cuarto estaba pescando mucho más que las del litoral y que el cambio de enfilaciones más a Poniente, dejaría entre “Punta Umbría” y “Las Torres” espacio para otra almadraba que ya se había solicitado y que sería igual conceder a Romeu lo que se había denegado sucesivamente a otros peticionarios.

En Octubre de 1902, se le concedió a D. Ramón Romeu Portas, la autorización para calar una almadraba de ensayo de buche para la pesca de atún con la denominación de “Punta Umbría”, quedando anulada la que con el mismo nombre venía disfrutando. Contra esta Real Orden y a nombre de Don José Caballero y Romeu, de los Sres. Pérez Hermanos y de Don Pedro Gutiérrez Feu, recurrieron en contencioso administrativo y  formalizaron la demanda con la suplica de que se revocara o anulara dicha Real Orden y se declarara nula y de ningún valor y efecto la concesión de la nueva almadraba denominada “Punta Umbría” que se le había otorgado a D. Ramón Romeu Portas.  El Tribunal Supremo dio la razón al Sr. Romeu bajo criterio: que entre dicha almadraba y la denominada “Las Torres”, que disfrutaban los demandantes, no era atendible conceder otra con el nombre de “Ntra. Sra. de la Cinta”, porque el agravio nacería de la almadraba que se acercaba a “Las Torres”, no de la que se alejaba más de lo que estaba, e impugnada por los propios demandantes la Real Orden que concedió la almadraba “Ntra. Sra. de la Cinta”, declarada firme y subsistente por Sentencia de 31 de diciembre de 1902, por lo que el fallo desistió la excepción de incompetencia de jurisdicción, y absolvía a la Administración de la demanda deducida a nombre de D. José Caballero Romeu, contra la Orden de 20 de octubre de mil novecientos dos.

Curiosamente, el isleño y demandado Ramón Romeu Portas, hijo del sitgetano Antonio Romeu Casañas2, era primo hermano del demandante, el también isleño José Caballero Romeu, a su vez, hijo de Fructuosa Romeu Casañas3, natural de La Higuerita.  

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1.-  Boletín Oficial del Ministerio de Marina  18-5-1905. Nº 56

2, 3.- Bogarin Díaz, Jesús. Datos extraídos de 390 Linajes Isleños 

jueves, 1 de junio de 2023

La Santa Misión en Ayamonte y La Higuerita, última voluntad del matrimonio Manuel Garcés y Nicolasa de Lara Muñiz.

Artículo publicado en el Periódico La Higuerita 1-6-2023

Escritura de Testamento y Última Voluntad,
cedida por don José Morales Reyes, de Ayamonte. 

 

El Padre José Mirabent, que nació en La Higuerita el 14 de agosto de 1779, en sus memorias sobre la Fundación y Progresos de la Real Isla de La Higuerita, nos hace referencia de los graves inconvenientes que existían para que los colonos que se habían establecido en la isla,  pudieran oír misa,  y cómo reunidos los patrones de las compañías más poderosas, solicitaron al Administrador de la Aduana de Ayamonte, don José Quintana Ceballos,  les enviase todos los días festivos un Religioso del Convento de San Francisco, para que ofrecieran misa.

Un interesante documento, facilitado por don José Morales Reyes, de Ayamonte,  y al que agradezco públicamente su gentileza, nos aporta un interesantísimo dato sobre una misión evangélica en Ayamonte y en la Playa de La Higuerita y que viene a ampliar y a complementar los datos  que el Padre Mirabent nos ha dejado en sus memorias.

Se trata de un Testamento y escritura de admisión de últimas voluntades, por la falta de herederos con fecha 20 de abril de 1790, rubricado en Ayamonte ante el SM mayor de la marina y su provincia,  por los señores don  Manuel Garcés  y su esposa doña Nicolasa de Lara Muñiz, y en el que se plasma, que el día 11 de junio de 1779 en unión y conforme, realizaron un testamento de última voluntad y por adicción al mismo, el 22 de abril de 1785 y el 25 de agosto de 1787 habían acordado algunas disposiciones especiales que ordenaron y aclararon en este último testamento, ya que revocaban y anulaban cuanto a favor había para el sobrino de doña Nicolasa, el Presbítero Vicente Alemán  que había fallecido, así como las respuestas de aceptación del Sr. Marqués de Ayamonte y los Frailes Capuchinos de Cádiz y Sevilla.

En el mismo, ordenaban y declaraban el uno al otro por heredero universal y albacea, y disponían entre otras cosas,  que por fallecimiento del último, se estableciese  una Santa Misión de cinco en cinco años y que en cada uno de ellos, había de celebrarse este sagrado ministerio por quince días en esta ciudad (se refiere a Ayamonte) en la iglesia de Ntra. Sra. de las Angustias y otros cinco en la Playa y Lota de La Higuerita,  y para ello, había  dejado dos almacenes o casas (excepto el corral) que lo habían dejado anteriormente en propiedad y usufructo al hospital de Ntra. Sra. de la Piedad de aquella ciudad, más un dinero para que fuera  costeada otra Misión con el producto de otras casas y almacenes para que fueran destinados para la curación de los pobres y enfermos de otro hospital, de acuerdo con el administrador del mismo, solicitando dos seminarios de Padres observantes de la ciudad de Arcos o Padres Capuchinos de la de Sanlúcar de Barrameda para el referido fin y en el caso de que no fueran condescendientes, por cualquier razón, ese dinero  sería donado a algún convento o Seminario, por lo que  dieron facultad al otro administrador del hospital citado de acuerdo con el cura más antiguo y el mayordomo de fábrica1 de otra iglesia de Ntra. Sra. de las Angustias para que trajesen otra misión donde más conveniente creyeran y con el sobrante  lo invirtieran  en los pobres.

Este documento fue  enviado con dicho  asunto y con el mayor cuidado al Guardián de Capuchinos de la ciudad de Sevilla, este con el M.R.P. Provincial y definitorio, y en su defecto tuvieron a bien y acordaron condescender y aprobar sus deseos, estimando que en ello se hacía mucho servicio a Dios y a las Almas y  suplicaron al Marqués de Astorga, Conde Duque Don Vicente Joaquín Osorio de Moscoso y Guzmán, que se sirviese y convirtiese en Patrono y protector de esta causa, como se acredita es su despacho expedido en Madrid el 12 de enero de 1790 y que se unió  a este instrumento para documentarlo incorporándose sus traslados a su literal tenor.

“Por cuanto Don Manuel Garzes vezino de mi Ciudad de Ayamonte me ha presentado en la fecha a treinta de septiembre del año próximo pasado que con su esposa Doña Nicolasa de Lara y Muñiz está acusado  y de conformidad por la falta de herederos ascendientes y descendientes fundan una misión de R.R.P.P Capuchinos del Convento de Sanlúcar de Barrameda para que pasen a ser en otra ciudad de Ayamonte de cinco en cinco años por espacio de veinte días y diez en el sitio de la Población de La Higuerita adyacente, o en caso de su ruina por las aguas que la circundan, a otro pueblo de los de aquel mi marquesado, aplicando para el costo de obras tan piadosa los bajos de las casas propias de su vivienda en el sitio de la Rivera como libres de gravamen alguno y otra casa  en la calle de la Cruz número de la Fundación de la Santa Misión con treinta ducados y mil reales al año, los que se recauda suficientes para el coste de las Misiones, prefiriéndose no obstante, agregar otra casa más en el ingreso de la Fundación a fin de que el sobrante que quede hecho los repasos necesarios a las mismas casas reabrigue de limosnas al hospital  de Ntra. Sra. de la Piedad”

Este documento fue firmado por el Marqués de Astorga, Conde Duque por mandato de su secretario, y deja claro, que tras el fallecimiento de el último de ellos o en vida de cualquiera de los dos, si se lo pidieran habrían de permanecer en esta ciudad veinte días enteros y otros diez en la Playa o sitio de La Higuerita o donde se verifique está la Lota y su tráfico (que dicta legua y media por un estero navegable) y en ambas partes han de ejercer su ministerio de la misión contando otros treinta días desde primer día de octubre y acabe el último.

Este documento nos muestra que los Padres del Convento de Capuchinos de Sanlúcar de Barrameda o Sevilla, visitaron la antigua Higuerita en una Misión Evangélica a finales del siglo XVIII encomendados  y amparados  por la dádiva de última voluntad del matrimonio ayamontino Manuel Garcés y Nicolasa de Lara Muñiz. Curiosamente, Manuel Garcés, fue nombrado por los colonos de La Higuerita mayordomo2, y fue quién se hizo cargo de las limosnas que se reunían para el mantenimiento y el culto en el templo, además, en 1779, el mismo año que nacía el Padre J. Mirabent,   fue el artífice de la donación de la campana,  gracias a la amistad con  don Manuel Rivero “El Pintado”  fundador del Mayorazgo  de Ayamonte y propietario de la Huerta Noble de La Redondela. 

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1.- Mayordomo de Fábrica es el que recauda las rentas de la iglesia y cuida de la fábrica. Antiguamente, pertenecía al obispo la inspección de las fábricas de las iglesias pero descargaron este cuidado en los arcedianos y estos, en los curas. Después se nombraron para este cargo a seglares notables y celosos.

2.- Memoria sobre la Fundación y Progresos de la Real Ysla de La Higuerita. Capilla de Material.

martes, 16 de mayo de 2023

EL FALUCHO “SAN MANUEL” ATRACADO EN EL MUELLE DEL MIRAMAR.

Artículo publicado en el periódico La Higuerita  15-5-2023

Falucho "San Manuel", atracado en el muelle del Miramar en 1947.
Foto cedida por Paco Delmo.

 Fue en 1928, cuando la barriada de Punta del  Caimán se unió al núcleo urbano de Isla Cristina a través de un pequeño puente de madera que posibilitaba el paso a pie de una a otra orilla, este hecho, propició una mejor comunicación entre ambos lados, y el movimiento de personas, sin tener que utilizar barquillas para cruzar de un lado al otro el Caño del Cepo.

Este Caño de ría, tenía su entrada hacia tierra justamente donde hoy se encuentra el Puerto Deportivo y moría en los Huertos, casi a la altura donde hoy se encuentran los edificios de las torres de la playa. El puente, cruzaba suspendido sobre el agua con una forma curva de norte a sur y estaba enclavado más o menos, donde hoy se encuentra el Monumento al Marinero, de ahí ese dicho popular de los viandantes, sobre todo los residentes en la barriada puntera, que aún hoy,  siguen diciendo cuando  vienen al centro: “vamos pal pueblo” o “vamos pa La Punta”, un símil a lo que ocurre hoy día con Sevilla y Triana.

La única edificación que existía en la parte en la orilla norte que daba a la población, era el Miramar,  y justo delante de su puerta principal, hacia levante, de norte a sur, existía un pequeño muelle de hormigón donde los barcos atracaban para cargar y descargar justo antes de la bocana que daba a la ría Carreras y a unos 30 metros aproximadamente, más hacia levante, se ubicaba el inicio del puente.   

Hoy publicamos esta interesante fotografía que hemos recuperado y que nos muestra con gran claridad el muelle del Miramar con un sombrajo delante del edificio y donde se encuentra atracado un hermoso falucho de “Vela Latina”, llamado “San Manuel” popularmente conocido como “El Falucho”, propiedad de Francisco Delmo Mena, natural de Estepona.

La imagen corresponde a finales de 1947. Curiosamente el barco está pintado de negro por el fallecimiento de su propietaria Gertrudis Escobar Sosa.  El personaje que aparece también vestido de luto por su madre difunta es Manuel Delmo Escobar, hijo de los propietarios.  

La principal actividad de este falucho, era la pesca de sardinas, caballas, la modalidad de arrastre y los mechillones (chirlas). En ciertas épocas, Francisco Delmo, el armador, se dedicaba a la compra de grandes cantidades de  mechillones y los vendía en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz y Tánger.

Me cuenta Francisco Delmo González-Barrero, (Paco Delmo), nieto del propietario, que a su abuelo, le había tocado la lotería en Tánger y con ese dinero pudo realizarle una obra a su barco,  montándole un motor de 18 CV de la marca SKANDIA, con lo que dejó de depender de la vela,  aunque la siguió utilizando.

Tanto el puentecito de madera, como el muelle del Miramar, dejaron de ser funcionales a finales de los años 50, tras la construcción de dos muros de contención que se utilizaron para cegar las aguas del Caño del Cepo con una draga que rellenó su cauce.  Dichos muros, el de poniente, limitaba con la ría,  y partía desde el astillero de Demófilo Vitorique, hasta la orilla del Cantil, y el de levante, desde el mismo Miramar hasta la Punta del Caimán, lo que es hoy la valla del colegio Reina María Cristina.  

Hasta la década de los años 90 en Caño del Cepo retuvo agua estancada quedando como una marisma o “zapal”,  que se fue rellenando poco a poco con los escombros y residuos de los derribos y las construcciones  así como todo tipo de basura que convirtieron la zona en un autentico vertedero y que con el paso de los años, dio lugar a toda la zona hoy edificada y que comprende el Monumento al Marinero, la Avenida del Carnaval, el Conservatorio, Parque Central, el Supermercado Mercadona y todas las edificaciones posteriores en aquel entorno.


martes, 2 de mayo de 2023

La familia Monclova y el origen del “Quiosco de Las Castañas”

Articulo publicado en el periódico La Higuerita 1-5-2023

José Monclova y Sierra Lopera, propietarios del Quiosco de Las Castañas junto a su nieto Jesús 

A largo de los tiempos y desde el nacimiento de la antigua Higuerita, el número de  habitantes de Isla Cristina siempre fue aumentando paulatinamente, gracias al trabajo que nunca faltaba, en la extracción, elaboración  y la transformación del pescado.  

Las características históricas y geográficas de Isla Cristina, poco a poco  convirtieron aquel pequeño núcleo de colonos que vivían exclusivamente de la pesca y su trasformación, en una urbe que necesitaba mano de obra y que llegaban de los pueblos de los alrededores y la vecina Portugal,  así como también de profesionales en otras materias desde otros muchos lugares de la geografía española. 

Adentrados ya en la mitad del siglo XX, una de esas familias que llegaron a Isla Cristina, fueron el matrimonio de feriantes formado por José Monclova Gallardo, natural de Algeciras (Cádiz), él montador del “Circo de La Alegría”,  y Sierra Lopera Cubero, turronera, natural de Cabra (Córdoba) que buscando un mejor porvenir para sus hijos, (Rosario, María, José y Paqui) y atraídos por la gran actividad comercial que en aquellos años había en la localidad, decidieron asentarse definitivamente en Isla Cristina.

Este matrimonio se conoció mientras trabajaban en las ferias de los pueblos de Andalucía, y estando Sierra en estado de buena esperanza de su primera hija Rosario, reclutaron a su marido José para ir a la guerra. Al finalizar la contienda,  ya tendían dos hijas, en ese periodo había nacido María.

El General de la 2ª Región Militar, José Martin Prat, que conocía bien a José Monclova lo contrató para trabajar en un cortijo de su propiedad, llamado Platero,  como encargado de un molino de aceite y a su esposa Sierra Lopera,  como cocinera.

En la aldea “El Garabato”, en término de La Carlota (Córdoba) nacieron dos hijos más, José y Paqui. Con la llegada de estos dos hijos, Sierra no podía atender la cocina del cortijo y decidieron volver a trabajar en la feria, pero había un problema, a José Monclova, trabajando en el molino de aceite, hacía tiempo que se le había caído la cartera en el  alpechín (liquido oscuro de color negro y olor desagradable. Mezcla del agua usada para lavar las aceitunas) y había perdido toda la documentación. Al estar indocumentado, el general Martín Prat le facilitó un documento como salvoconducto para que no tuviera ningún tipo de problemas al desplazarse con toda tranquilidad entre los pueblos.

Documento facilitado por intercesión del General José Martín Prat, firmado por el Gobernador
 y que utilizó la familia Monclova Lopera como salvoconducto para poder visitar las ferias. 


Al principio, recorriendo las ferias de los pueblos con una noria y una caseta de tira pichón, pasando los inviernos entre Villalba del Alcor (Huelva) y Valverde del Camino (Huelva).  En Villalba  se casa su primera hija Rosario y María lo hace en Valverde donde se quedan a vivir.  José y Paqui continuaron de feria en feria con sus padres, que ya se habían percatado de la capacidad económica de los isleños, donde corría la “monea”,  ya que por una peseta, ofrecían cuatro viajes en la noria que poseían en Villablanca, y sin embargo, al llegar a Isla Cristina con una peseta solo daban dos viajes.  

José Monclova Gallardo junto a su hijo José,  entre la chiquillería  junto a su noria instalada en
el antiguo terraplén de la Cofradía de Pescadores situado en la Gran Vía de Román Pérez
entre las casas de los alcaldes Juan Mirabent y Emiliano Cabot.
Al fondo se observa la caseta de tiro junto a las casas de la C/ Doctor Fleming.   


En todo ese periodo iban y venían en cada fiesta, y es en 1961, cuando deciden quedarse definitivamente a vivir en Isla Cristina, donde instalaron un pequeño puestecito de castañas junto al “Quiosco de Faustina” y frente al “Bar Rocío” (en la Gran Vía de Román Pérez).   

Posteriormente, al ver que su negocio comenzaba a funcionar, José Monclova,  solicitó al ayuntamiento un solar al final de la calle 29 de julio y principio de “El Mundo Nuevo” o “Barrio Nuevo” siéndole concedida una pequeña parcelita donde al principio ubicó una caseta de feria. Aquel lugar se convertiría en la vivienda de los Monclova Lopera y en el popular y conocido “Quiosco de las Castañas”, donde Sierra, la madre asaba castañas y las vendía por una ventana de aquel quiosco de madera pintado de azul, habilitando el resto como  vivienda.

Con el paso de los años, aquel lugar donde vivieron y se ganaron la vida,  “El Quiosco de Las Castañas” pasó a ser conocido como un punto de referencia para los isleños, casi como lo son hoy “El Miramar”, “El Matadero” o “El Molino”, enclaves que sin existir actualmente, son emblemáticos y significativos dentro de la geografía local.

Tanto José como Paqui Monclova Lopera, encontraron también el amor en Isla Cristina. Pepe como popularmente es conocido casó con la isleña María Rodríguez González,  hija de “Antonio el de Justa” y Paqui, con Francisco Núñez Mirabent “El Garapao”.

Documento Militar, acreditativo en favor de D. José Monclova Lopera, y que lo acreditaba como
Mecánico Montador Elemental para vehículos de Ruedas


Fue realizando el Servicio Militar en 1965 donde Pepe Monclova, el hijo varón de los feriantes  José y Sierra, realiza un curso de Mecánico Montador Elemental para vehículos de ruedas en la Escuela Regional de Automovilismo en Sevilla y adquiere los conocimientos necesarios que le valieron en la vida para convertirse en un buen mecánico y encauzar su vida civil posteriormente como mecánico de frigoríficos y lavadoras, profesión que realizó hasta su jubilación.

Una anécdota que nos parece graciosa y curiosa,  es la que coincidiendo Pepe Monclova en el Servicio Militar con el isleño Manuel Hernández Cabot, la madre del primero,  le entregó al segundo una bolsa con chacinas para que se la hiciera llegar a su hijo. Ya montado en el tren coincidió con un grupo de amigos estudiantes isleños, entre los que se encontraban Francisco Elías Rodríguez y  dos nietas de Román Pérez, que en un descuido le abrieron la bolsa que llevaba Manolo Hernández y se comieron toda la chacina. Para Hernández fue un gran disgusto  que nunca olvidó y pasado los años, nada menos que diez, un día que Pepe Monclova fue a realizar un trabajo en su casa, a cambio de aquella bolsa que no pudo entregar, le hizo llegar una lata grande de primera calidad de anchoas del Cantábrico que Pepe, recogió con agrado.

Los Monclova, han dejado impregnado su apellido en el origen del Quiosco de Las Castañas de Isla Cristina, pero también por su forma bondadosa de ser, buenos isleños, comprometidos con nuestras fiestas más tradicionales como son el Carnaval y El Rocío,  y que se han ganado el respeto y cariño de sus conciudadanos.