miércoles, 2 de marzo de 2022

LA CENSURA EN EL CARNAVAL DE ISLA CRISTINA.

 Artículo publicado en el periódico La Higuerita 1-3-2022
Pepillo “La Rubiana”, Cristóbal Cordero “El Palomo”, La Aviadora, El Peral y la Escamúa en su salsa y disfrazados en una instantánea durante los carnavales de los años 60. Foto de Cristóbal Cordero, cedida a Mony y a Fernando do Carmo.

A veces solemos mitificar muchas cosas del pasado e idealizamos de una manera casi sublime los recuerdos y las vivencias, aquello que nos contaron nuestros antepasados, colocando determinados hechos que hemos vivido en primera persona casi en un “baldaquín de la memoria”,  glorificándolos como hechos irrepetibles.

Muy lejos de todo eso, lo cierto es, que cualquier tiempo pasado no tuvo por qué ser mejor, sino diferente e influyen para ello muchas circunstancias para que desde la objetividad,  concluyamos en tales afirmaciones. Cada etapa tiene su contexto, sus limitaciones y sus circunstancias especiales vinculadas a los momentos de florecimiento o decadencia en que se viven. Es seguro que ni los personajes ni las circunstancias socioculturales y políticas son las mismas, y que cada persona tiene unas peculiaridades que las hacen diferentes a las otras, todo suma, ahí reside la grandeza y ese es el patrimonio que debemos preservar y proteger casi de una forma inmaculada, sin renunciar nunca a evolucionar, a aprender y a mejorar según nos marquen los tiempos.

Con el devenir de los años, sin duda,  todo ha evolucionado a mejor, salvo esas excepciones que desgraciadamente sí añoramos y que no hacen falta desgranar,  y que como la corriente, desgraciadamente, nunca volverá.

El Carnaval de Isla Cristina con el paso de los años se ha ganado por meritos propios y por el gran legado de su historia la concesión del reconocimiento a ser denominado Fiesta de Interés Turístico de Andalucía, una declaración que tiene más importancia de la que creemos, y que los isleños,  artífices de todo esto,  aún no lo hemos asimilado como fuente de riqueza, proyección y exportación cultural y económica para nuestra localidad, ni siquiera lo han hecho las instituciones y asociaciones con responsabilidades de organización.

Quizás, todo ese potencial cultural y efímero sea producto de ese carácter anárquico que nos caracteriza, fortalecido por esa idiosincrasia tan peculiar que nos aporta la mar, el sentido musical, el ingenio improvisado, la desorganización innata, la sátira en las letras, la  libertad que le atesora,  y ese legado de padres a hijos,  generación tras generación.  El Carnaval de Isla Cristina tiene la grandeza de ser, aunque  por razones más que obvias y  manifiestas,  se le relegue al abismo de la indiferencia mediática, y de la que  todos somos culpables. 

Esta “organización desorganizada”  el Carnaval, la Fiesta de la Libertad,  donde el pueblo se manifiesta tal y  como es  llegando a ser capaz de enfrentarse abiertamente al poder establecido y demostrando su fuerza,  siempre estuvo encorsetada por las autoridades competentes bajo unas normas de conducta para la buena organización. Las primeras normas y noticas al respecto que conocemos1, fueron dictadas por el alcalde D. Lorenzo Elías en 1832 ejerciendo como presidente del Ayuntamiento de la Real Isla de La Higuerita con el fin de salvaguardar la inmoralidad, y donde se autorizaba “las máscaras y las diversiones racionales durante los tres días que duraban las carnestolendas”, y desautorizaban “la multitud de prácticas abusivas que ni tienden al placer y desahogo público ni guarden conformidad con la seguridad personal, el decoro popular, la decencia ni las buenas costumbres”. 

Con el devenir del tiempo se fueron publicando bandos y ordenanzas que fueron dando un orden a la fiesta con restricciones a la vestimenta,  donde taxativamente se prohibía vestir de ministros de la religión, militares,  llevar armas o verter aguas fecales sobre las máscaras así como en el año 1876 se publica el reglamento para las normas de uso y comportamiento en el teatro. Estas normas se fueron adaptando a las circunstancias de las fiestas y a los tiempos. 

Los concursos de teatro, siempre fueron organizados por los propios empresarios quiénes otorgaban por un jurado  los premios,  así como la organización de los  bailes,  que eran de iniciativa privada y se celebraban en los Casinos,  Asociaciones Culturales y Teatros. Nunca por la institución pública que lo apadrinó y los llegó a autorizar organizándolos en plena dictadura por  iniciativa del alcalde D. Emiliano Cabot del Castillo a partir de 1968 con el nombre de Fiestas Típicas de Invierno. 

En todas las etapas de las carnestolendas de una manera u otra ha existido censura, muchas veces por mandatos organizativos y otros,  por el ideario del momento. Es así,  que algunas de las coplas no llegaban a  insertarse en las en tiras (cancioneros) o eran adulteradas al publicarse y posteriormente, se  interpretaban o no, como fueron concebidas con el riesgo que conllevaba la  manera original durante de concurso o en las calles. 

 Contraviniendo una opinión generalizada, fue quizás durante la democrática II República, una de las etapas de más censura, el propio semanario La Higuerita, nos hace referencia impresa del visado2 por la censura que lo atestigua. En 1935, la prensa3 nacional nos narra la visita al carnaval de Isla Cristina y Ayamonte de dos diputados por Huelva, los Sres. Cano López y Guzmán para solucionar temas pesqueros donde se afirma: “El Carnaval transcurre muy animado. Han sido detenidos 17 individuos por contravenir las órdenes gubernativas disfrazándose de mujer”. 

Tras la Guerra Civil, el Carnaval es oficialmente prohibido, suspendiéndose toda actividad y concurso.  Es a finales de la década los años 40 del pasado siglo cuando comienzan a irrumpir tímidamente algunos disfraces callejeros de forma individual,  siendo perseguidos y detenidos por la autoridad. En 1954, irrumpe la primera  murga callejera “Los Asturianos” dirigida por Luis Garrido “El Carbonero” y el primer grupo de disfraces “Las Botellas de Tío Pepe” organizada por Claudio Núñez García, este también quién recuperó las carrozas, y años después el Entierro de la Sardina. 

A partir de ahí, las autoridades ejerciendo su obligación,  hacían cumplir las normas pero conscientes de que no había peligro hacían de vez en cuando la “vista gorda”. 

Ya en la etapa contemporánea debemos diferenciar dos partes bien definidas, la primera, que abarca parte de la dictadura franquista comprendida entre 1968 y 1978,  en la que era obligatorio pasar las letras que se iban a interpretar al censor de turno para que diera el visto bueno, y la segunda, desde 1979 ya instaurada  la democracia con una nueva Constitución hasta nuestros días, aunque sus coletazos censores,  se alargaron algunos años más.  Recordemos ese mismo año,  el suceso acaecido estando en escena la murga “Los locos de la Morana” dirigida por Manuel Garcés “Lolín”  y habiendo sido advertida de que determinados temas no se podían interpretar, estos jóvenes, hicieron caso omiso en un momento muy crucial y determinante de la transición española, sobrepasando los límites de lo permitido, con actitudes obscenas y teniendo que ser reducidos y detenidos violentamente. También en 1980, fue detenido Francisco Canela Tobarra, director de la murga “Los reclutas de San Fernando que vinieron andando”, todo a instancias del mando de la Ayudantía Militar de la Comandancia de Marina de Isla Cristina, quién interpuso denuncia al interpretar que era  una burla hacia el ejercito de la Marina, ya que vestían uniforme de soldados y utilizaban los galones de la jerarquía militar. Tras unos días difíciles, el tema pudo solucionarse, siendo autorizados a continuar en el concurso aunque quedaron descalificados, rectificando y adaptando el tipo al que le pusieron faldas escocesas y eliminando los galones que portaban en las mangas, buen susto fue, el que se llevaron. Así mismo en 2001, al cuarteto “Aunque no te lo creas, hemos salido este año” dirigido  por Victoriano Ochoa y Manuel Raya  le cerraron las cortinas durante su actuación bajo el argumento oficial,  de evitar la alteración del orden público.     

Nunca hubo un tiempo de mayor libertad para expresarse que el que actualmente vivimos en pleno siglo XXI y que mana de la democrática Constitución Española.  Un Carnaval del pueblo, escrito y cantado para el pueblo, en ese Parlamento de Coplas, donde explosionan  esos sentimientos contenidos que se airean con el desenfreno de los problemas cotidianos, que se enmascaran, se cantan y se gritan por febrero inundando de multicolores la Fiesta de la Libertad. 

La única censura hoy, es la que nos imponemos nosotros mismos por pudor, respeto,  miedo, el qué dirán,  y sus consecuencias colaterales.   

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1.- López Márquez, Vicente. Isla Cristina Por los caminos de la Historia. El Carnaval de Isla Cristina en el siglo XIX

2.- Semanario La Higuerita. 22-10-1934

3.- La Vanguardia de Barcelona 6-3-de 1935 

martes, 15 de febrero de 2022

LOS AGUADORES EN ISLA CRISTINA

 Artículo publicado en el periódico La Higuerita 13-2-2022

El aguador Luciano Rodríguez. Foto coloreada, década de los años 60

En tiempos pretéritos, el emprendimiento, casi siempre vino de la necesidad, las circunstancias y el ingenio. A lo largo de los siglos, finales del XIX y XX, pero sobre todo tras la Guerra Civil española, muchos ciudadanos tuvieron que ingeniárselas para poder sobrevivir, convirtiéndose muchos de ellos en verdaderos profesionales en muchas materias imprescindibles y que hoy, han pasado a ser historia.

Con el paso de los tiempos muchas de aquellas profesiones fueron desapareciendo de nuestro entorno social, la evolución y los adelantos técnicos así como las normas sanitarias,  hicieron que muchos de aquellos empleos artesanos, vinculados al sector industrial o pesquero,  y otros, dedicados al servicio de la sociedad, hoy no existan,  y sean un vago recuerdo que añoramos con cariño como fueron los llamadores, los tenderos de carburo, zapateros, lancheros, lateros, caleros, carboneros, diteros, y un largo etc.

Una de las profesiones que han desaparecido entre otras, es la figura del aguador, cuya misión era la de distribuir el tan preciado líquido,  por falta de una red que llevara el agua a las viviendas. Podríamos aseverar, a modo jocoso, que el primer aguador de La Higuerita,  fue José Faneca Zaragoza,  quién por la necesidad, al quedarse de guardián, solo en su choza, encontró un pozo junto a una pequeña higuera de la cual se benefició tanto él como la colonia durante algunos años,  hasta que la salinidad de la tierra  corrompió el manantial y se abrieron nuevos pozos.

El aguador, podríamos aseverar que es una de las  profesiones más antiguas de la humanidad, aún en los territorios del tercer mundo, observamos como las mujeres acarrean el agua haciendo kilómetros diarios con cantaros sobre sus cabezas y cinturas, como en antaño lo hicieron también las mujeres isleñas que llenaban sus vasijas en los grifos habilitados por el ayuntamiento para tal menester en la Plaza de Abastos, el colegio de La Ermita, la calle Sevilla, calle Extremadura, calle General Mola (Del Prado), el Hospital, etc.,  todo mucho antes de que el agua corriente llegara por las tuberías a nuestras casas.

En Isla Cristina, fueron  varios los emprendedores que ofrecieron ese servicio a la población para aquellas personas que no podían o no querían desplazarse hasta aquellos grifos, así como a las pilas y fuentes que se fueron instalando en la localidad. La gran mayoría de las viviendas carecían de agua corriente y eran muy pocas, las que contemplaban aljibes subterráneos que recogían y almacenaban el agua de la lluvia para el propio suministro, por ello, la figura del aguador, fue además de necesaria, imprescindible, y  se convirtió en una forma interesante de ganarse vida y generar puestos de trabajo.

Entre otros aguadores, podríamos destacar a varios empresarios que durante el siglo XX  prestaron estos servicios, y que se servían para ello de un grupo de trabajadores qué, con carros de tracción animal  trasportaban la cuba o los cantaros de barro y hacían el reparto casa por casa.

Dos de aquellos emprendedores fueron Rafael Munell Fragoso y Francisco Ramos Bueno.

Rafael Munell Fragoso, tenía su base en Pozo del Camino, donde posteriormente, también instaló una fábrica de gaseosas junto al “paso nivel” que denominó,  de marca “Miloja”.  Allí encontró un manantial de agua potable de donde se surtía y que según cuentan, a su descubrimiento al golpear la tierra, brotó el agua con una gran presión hacia arriba, dando las analíticas que se hicieron en Madrid,  una calidad exquisita, superando a otras aguas minerales.  También regentó un taxi, así como uno de los puestos más grandes del antiguo mercado de abastos.

El aguador Luis "Bienvenida", en la década de los años 60 


Para este empresario trabajaron entre otros: Bonifacio Carrasco, un señor que era de la Punta del Caimán, y antes de él un tal Juan. También Luis Contioso Lanza “Luis Bienvenida” quién apodó el nombre de su esposa  Bienvenida Elías Jabares1 a quién les sucedieron sus hijos Luis y Paco.

Francisco Ramos Bueno, tuvo su negocio y las cuadras para el ganado donde guardaba los barriles en un huerto que existió con entrada por la C/  Cervantes, lugar que ocupó posteriormente el Cine Victoria y que abarcaba también hasta el Paseo de las Palmeras y  la C/ Norte (Jesús del Gran Poder).

Este emprendedor, que posteriormente fue encargado de los camiones del servicio de limpieza en el Ayuntamiento de Isla Cristina,  llegó a tener más de un carro en los que  trabajaron entre otros Manuel Martín Guerrilla, que vivía pasando la Bardilla junto a la bodega de Realito y Nena.  Antonio Anastasio Mora, hermano del Guardia Municipal José Anastasio Mora, más conocido como “El Cabo Mora”,  ambos de Pozo del Camino. También Luciano Rodríguez Torres, que vivía en la Barriada de Román Pérez, hermano de Trinidad, conocido por “Trini el albañil”.

Así mismo, tenemos conocimiento de dos hermanos,  llegados de algún que otro pueblo del interior de la provincia que se llamaban Manuel y Francisco,  y que durante algún tiempo, también se dedicaron a esta noble labor.

En la fotografía restaurada a color, observamos a Luciano Rodríguez conduciendo uno de esos carros tirado por un mulo en la calle Serafín Romeu Portas. El niño que aparece detrás, subido en el carro es Domingo Acosta Beltrán. Curiosamente, justo detrás, observamos también un vehículo estacionado de la marca NASH, cuyo propietario era el sargento de las Fuerzas Áreas de los Estados Unidos Víctor Ivan Clement,  quien falleció en Isla Cristina en 19702, esposo de Purificación Sánchez Rodríguez, y hermana de Jaime y José,  “El Sánchez”, quien fuera cantinero de la Sociedad “La Unión”.

En la fotografía en blanco y negro de los años 60, realizada en la Barriada de Román Pérez en el otro lado del puente, podemos observar al aguador Luis “Bienvenida”, a su derecha a Josefa de los Santos Rodríguez, esposa de José Vélez Mascareña “El Merengue” y a su izquierda,  su hermana Manuela de los Santos Rodríguez esposa de Cristóbal Pérez Pereira.

A principio de los años 2000,  en la zona nueva de Ronda Norte,  a instancias de la empresa Islanorte, el Ayuntamiento de Isla Cristina, reconoció la importancia que tuvieron los aguadores, otorgando y rotulando una de sus calles con este nombre en reconocimiento a una gran labor, concretamente, en una zona muy cercana a donde estuvo uno de los grifos que mejor agua proveían, y que se ubicaba cerca del matadero y junto al  hospital y la fábrica de luz (Ntra. Sra. de las Mercedes)

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1.- Bogarín Díaz, Jesús. 180 linajes isleños

2.- La Higuerita 21-9-1970

 

martes, 1 de febrero de 2022

CIEN AÑOS DEL EDIFICIO DEL CASINO “LA UNIÓN”, Y OTROS.

 Artículo publicado en el periódico La Higuerita, 1-2-2022

 
Casino "La Unión" en la actualidad. 

Los Casinos Culturales, surgieron en el siglo XIX, como una muestra de que el mundo cambiaba conformando espacios decisivos para el avance de la sociedad y la cultura de los pueblos.  Aunque el primer pensamiento nos pudiera llevar hacia un lugar con imágenes de juego y apuestas, lo más habitual es que se tratara de un lugar donde además de jugarse al mus o al billar, se convirtieron en epicentros de la cultura y de debates, tertulias, asociaciones y ateneos.

Isla Cristina,  a lo largo de su historia contó con varios centros de recreo y sociedades culturales1, como el llamado Casino de Isla Cristina, que fue inaugurado el 16 de mayo de 1879, y que se ubicaba en la Plaza de la Iglesia ( Paseo de las Flores) y que más tarde se denominó de la Juventud,  o posteriormente, el Casino Isleño, del que fue presidente y fundador don Román Pérez Romeu, para terminar de rebautizarse como Círculo Industrial y Mercantil en el señorial edificio propiedad de doña Hermenegilda Zamorano que se ubicaba en la Plaza del Caudillo (de Las Flores), y  tras haber ocupado otro soberbio edificio anteriormente, propiedad de los Sobrinos de Tomás López (Pérez Romeu) en la calle Real (Diego Pérez Pascual) y donde posteriormente se ubicó la Cofradía de Pescadores y Pósito Marítimo.  Esta sociedad industrial, fue punto de reunión de los fomentadores isleños que impusieron sus prejuicios clasistas a la propia asociación, llegándose a conocer con el sobrenombre de <Casino de los ricos> y que con el paso del tiempo dejó de ser una exigencia la posición social para ingresar en el mismo.

También, reseñamos el Casino de Artesanos y Marineros que estuvo situado en la Calle del Carmen, nº 35 y que fue inaugurado el 22 de mayo de 1897,  siendo su presidente Don Juan José Flores Amo2, constructor del antiguo Ayuntamiento y del Patio de la Calle San Francisco del que era propietario, así como de las mayoría de los patios y casas de la Calle Flores, que por él lleva su nombre.

Desaparecido este,  dejó paso a una nueva sociedad a la que se le puso el nombre de Círculo <La Unión>, que aglutinaba a hombres de todas las clases sociales con un mayor porcentaje de pescadores, empleados y pequeños comerciantes, su sede se ubicó en la Plaza de la Constitución (Paseo de Las Flores) dando también a la calleja Hernández (Recuerdo) este edificio, se enclavó en el mismo lugar del anterior, por ello, mientras se construía el edificio actual, se reunían en la calle Catalanes, siendo su primer presidente el industrial tarrafero de la época Don Eduardo Mantell, y de donde pasó a la Plaza de la Iglesia (Paseo de Las Flores) a la casa de Rafael Flores,  hasta su definitiva ubicación.

El edifico del Casino <La Unión> de arquitectura regionalista, atribuida al arquitecto sevillano José Espiau y Muñoz, fue inagurado3 la tarde del 13 agosto de 1922 con una nómina de 500 asociados, en su mayoría artesanos y marineros.

Casino "La Unión" en los años 30

Propiedad de los sobrinos de Tomás López, fue cedido en arrendamiento al círculo recreativo, ocupando el sitio más céntrico de la población y asistiendo el alcalde Don Román Pérez como padrino y copropietario, siendo bendecidas las  instalaciones por un sacerdote.  Presidía en aquel momento la entidad, Don Francisco Barbosa Vázquez y durante el acto religioso, el maestro Francisco Cervantes de la Vega, quien interpretó a piano la Marcha Triunfal de Tannhäuser para posteriormente servirse un ligero aperitivo: pastas, dulces y fiambres selectos, donde se descorcharon infinidad de botellas del dorado néctar.

El conserje se llamaba  Ramón,  y el camarero arrendatario del ambigú,  Don Rodrigo Cárdenas.

La construcción4 de dicho edificio estuvo dirigida por el maestro de obras Don José Flores González. El salón bajo del Casino La Unión, tiene aproximadamente doce metros por diez y ocho, con tres columnas equidistantes que sostienen el piso alto de iguales dimensiones, con otras tres columnas y azotea con terraza a la calle, desde donde se observaba el mar y las dos Puntas (del Caimán y del Moral), fue en su momento uno de los lugares más altos de la localidad. A los altos del edificio, da acceso una escalera con un largo tramo en que está montada. Sus anchas puertas y profusas ventanas a ambos lados entre huecos artísticamente construidas permiten una ventilación abundante por la que penetra mucha luz aún en las últimas horas del atardecer. Ya en su inauguración, estuvo provisto de instalaciones de agua corriente a las dependencias e inodoros modernos.

Sus paredes, aún conservan sus alicatados originales a más de un metro de altura con azulejos de la prestigiosa fábrica de mosaicos de Carlos González Álvarez-Ossorio y Hermano, hermanos del reputado arquitecto Aníbal González, y  que forman dibujos artísticos de un gusto y ejecución impecable. Un balcón con forma interior de medio punto en la fachada posibilita la visión en toda la plaza y sus calles adyacentes, el zócalo exterior es de piedra artificial labrada con gran calidad en su ejecución.

Aunque no fue un casino a la usanza, también tenemos que destacar, que en la década de los años 305, la situación política propició la creación de dos bandos ideológicamente definidos, mientras que la derecha <La Comparsa> se reunía en el Círculo Industrial de la Calle Diego Pérez Pascual, la izquierda, representada por  <El Bloque> tomó como sociedad en traspaso un  local que regentaba Don Pedro Cano, como  establecimiento de bebidas en la calle Emiliano Cabot Alfonso, después Pablo Iglesias y José Antonio Primo de Rivera (Paseo de los Reyes) para montar su sede política. Durante los años que duró la II República, se convirtió en un círculo de reunión dónde se realizaron  famosos bailes de carnaval. En 1935, el calañés Bartolo Pérez Alfonso tomó el traspaso de esta sociedad para convertirlo en un moderno Bar-Café, al que puso el nombre de Bar Europa. 

En 2022, se cumplirá el centenario del Casino La Unión, este magnífico edificio construido en el primer tercio del siglo XX, en años de prosperidad industrial, que embellece nuestro pueblo, y que aglutinó parte de la vida y de los mejores momentos del crecimiento económico de Isla Cristina.

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1.- Sosa Rodríguez, José.  Historia de Isla Cristina, Biografía sentimental. Capitulo XXXIII.

2.- Bogarin Díaz, Jesús. 180 Linajes Isleños

3.- La Higuerita. 13-8-1922

4.- La Higuerita. 7-5-1922

5.- La Higuerita. 1-4-1990  Biedma Viso, José

sábado, 15 de enero de 2022

CUANDO SE CUMPLIRÁN CIEN AÑOS DE EL BATALLÓN INFANTIL DE DESEMBARCO

 Artículo publicado en el Periódico La Higuerita 15-1-2022

Acto de la bendición de la bandera de la Columna Infantil de Desembarco donde el alcalde Román Pérez hace entrega a la niña Paquita Caballero.
Foto Salcedo. La Unión Ilustrada 27-8-1922


Durante la celebración de las fiestas en honor a la Stma. Virgen del Carmen de 1922, tuvo lugar la presentación y la bendición de la bandera de la Columna Infantil de Desembarco.  Agrupación conocida popularmente como < El Batallón Infantil >.

El acto1 tuvo lugar en el atrio de la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de los Dolores, donde fue celebrada una misa, bendiciéndose una bandera y ejerciendo como madrina la niña Paquita Caballero Pérez,  la fotografía, deja constancia del momento de la entrega y nos llama poderosamente la atención,  la imagen de la Virgen del Carmen expuesta para los cultos y que no se corresponde con la imagen de la actual Patrona de los Marineros de Isla Cristina.

A la finalización y en perfecta formación con sus trompetas y tambores recorrerían la población entre el júbilo y las aclamaciones del vecindario, así nos lo manifiesta la fotografía, delante del antiguo ayuntamiento y mientras giran hacia la Calle del Carmen.

La bandera, ante el Ayuntamiento.
Foto Salcedo.
La Unión Ilustrada 27-8-1922


Este batallón de corte músico-militar estuvo bajo la dirección del practicante Juan Acosta de la Torre, y los profesores Félix Seglar y Demetrio Pain, quiénes realizaron una gran labor educativa en aquellos chiquillos, donde además de la parte musical, les impartían la concepción militar, gimnasia, señales marinas, el sentido patriótico, la consideración moral y la formación educativa, mientras iban engalanados con el uniforme militar de la Marina Española,  su gorra de lepanto,  y todo gracias al mecenazgo de su promotor Román Pérez Romeu,  quién donó2 6000 ptas. de su peculio particular, mientras que como alcalde consignó 2000 ptas. del erario público,  más 1500 ptas. que fueron aportadas por su primo, el conde de Barbate,  Serafín Romeu Fages y que unidos a otros ingresos extraordinarios pudrieron cubrir con éxito durante algunos años el sostenimiento del Batallón Infantil de Isla Cristina.

Esta banda de cornetas y tambores, por su marcialidad y compostura, fue solicitada por numerosos pueblos de la provincia, así que nuestros marineritos-militares, se convirtieron en escoltas de diferentes  procesiones y realizaron excursiones organizadas por el Sr. Pérez Romeu, concretamente en esta instantánea realizada en Huelva, observamos a los niños del batallón en el comedor tras participar y desfilar en la fiesta de la Virgen de la Cinta.    

Batallón Infantil en Huelva,
invitado por el alcalde a las Fiestas de la Cinta.
Foto Calle. Semana Gráfica 16-9-1922


La plantilla del Batallón Infantil, según la prensa3 local  era la siguiente, aunque intuimos que solo están los cargos y faltan muchos niños, (soldados o fusileros):

Director: Don Juan Acosta de la Torre.  Profesores: Félix Seglar en las  cornetas, y Demetrio Pain en los tambores, con 109 plazas con las clases siguientes: Jefe-Capitán: Antonio Aponte Martín. Abanderado-Teniente: Manuel Cabot Milá.

Segunda sección: Teniente, Tomás Méndez Escobar. Sargentos: Juan López Sánchez y Miguel Botello. Cabos: Félix Aponte, Andrés Bermúdez, Rafael Sousa, Francisco Virella, y Andrés Vázquez de gastadores. 

Tercera sección: Teniente (vacante). Sargentos: Augusto Herencia Martín y José Alzaga Paradas. Cabos: Francisco Aguilera Cabezas, Francisco Cabet Ríos, Antonio Rodríguez Flores y Antonio Cabet Casanova.

Cornetas: Sargento,  Manuel González Rodríguez. Cabo,  Manuel  Gago Rosa. Tambores: Cabo, José Sosa Rodríguez.  Sanidad: Cabo, Antonio Martín Rodríguez.

En el Hospital de la Cruz Roja de Huelva
durante las Fiestas de la Cinta
Foto Calle. La Unión Ilustrada 24-9-1922

                                     
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1.- La Higuerita. 23-7-1922

2.- Sosa Rodríguez, José.  Historia de Isla Cristina, Biografía Sentimental.

3.- La Higuerita. 27-8-1922                                                                                                                                                                                                      



sábado, 1 de enero de 2022

CUANDO EL HIJO DE ROQUE BARCIA PIDIÓ TRABAJO A LOS DIRIGENTES DE LA II REPÚBLICA

 Articulo publicado en el periódico La Higuerita  1-1-2022

Roque Barcia de Cantos. Foto Heraldo de Madrid

Finalizado el año 2021, y cuando aún resuenan los ecos de los actos conmemorativos del bicentenario del nacimiento de Roque Barcia, recuperamos este interesante documento que nos viene a aportar una interesante información publicada en  la prensa1 de la época, entrevista, realizada a su hijo, Roque Barcia de Cantos, quién en una situación desesperada, recurrió a los líderes de la segunda república en busca de trabajo.

El cronista, encabezaba su artículo con una pregunta: Los hombres de la república actual, ¿se olvidarán de este gran propagandista?, mientras, se dirigía a Marcelino Domingo (varias veces ministro durante los gobiernos de la Segunda República) y a Manuel Azaña (Presidente del Consejo de Ministros de la II República) diciéndoles: “Tengo delante de mí a este hombre menudo, enjuto, gris, de ademanes pausados, que se llama Roque Barcia. ¿Le suena a usted este nombre, querido Marcelino Domingo? ¿Y a usted, amigo Azaña?  Y les preguntaba, sí no se encendían en la memoria de los hombres de letras, ningún eco dormido al oír las palabras de Roque Barcia de Cantos, y como contaba la aventura republicana –Pasión y muerte de su padre-.

Lleno de melancolía del recuerdo, con aires de otro tiempo, incluso con esa pátina amarillenta de las cosas que son irremediablemente viejas. El autor de la entrevista, afirma quedar un poco anestesiado en el hábito del reportaje, llegando a considerarse conmovido por el relato de este hombre.

Cuenta R. Barcia de Cantos, que cuando su padre murió él tenía 13 años, por lo que pudo nacer en 1872, y cuando se le realizó esta entrevista, tendría unos 61 años. (sic)«Los recuerdos que conservaba de él no podrían formar sino unas humildes memorias de infancia. Casi he aprendido a conocerle leyéndolo que los demás escribieron acerca de él. De sus días en Paris, tan azarosos, tan difíciles, yo podría contarle bien poco. Mi padre me internó en un colegio de Choisy-le- Roi, cerca de París. Yo le veía raramente, algún domingo que otro, y la imagen que conservo es la de un rostro encendido por la sonrisa paternal. Pero preocupado, angustiado... Mi padre se ganaba difícilmente la vida en la emigración, que no tenía, como usted  supondrá, esa melancolía dorada de los reyes en destierro «a lo Daudet». Libros, correspondencias políticas, artículos para las revistas americanas. . .El año 79 nos vinimos a Madrid. Mi padre se había alejado ya de la política.  Pidió un pasaporte para venir  a publicar aquí su «Diccionario General Etimológico». Se lo concedieron y nos plantamos en la calle de Atocha. Yo tenía entonces ocho años. Me acuerdo aún del Madrid pequeñito y pálido del 79: un Madrid lleno de silencio. Yo le estoy agradecido a este Madrid porque él me precisó la imagen, un poco desvaída en los días del colegio francés, de mi padre.  Era un santo. No tenía céntimo suyo.  Su mismo corazón era para los demás…… En Portugal, adonde también tuvo que huir, le llamaban «el padre de la emigración».

En su entrevista llegó a afirmar que un día dio limosna a un aventurero y que los amigos le reprendieron por su liberalidad descompasada, su padre les contestó: «Yo sé  perfectamente que no es un emigrado político. Sé que acaso será un asesino, un ladrón, un monedero falso. ¿Qué me importa? Tiene hambre. Y cuando un hombre siente dolor es santo, bueno, sabio y héroe, i Ay, amigos míos! Ustedes no saben mi secreto. Yo no busco un partido: busco una Humanidad. Así era mi padre».

Retrata el momento más triste de su vida: «Un día la casa de la calle de Atocha, llena de libros, atestada de papeles, de mapas, de pinturas, se llenó también de lágrimas. Y de unas sombras enlutadas que andaban por los pasillos sin hacer ruido, hablando en voz baja, sollozando. Mi padre  había muerto. He aquí, exactamente, el más penoso recuerdo de  mi infancia».

Firma el artículo Salvador Monsalud, quién intuimos, lo hace con pseudónimo, ya que dicho nombre se corresponde con el personaje principal de la segunda serie de los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós. Prosigue y le forma una interesante pregunta: ¿Dejó su padre algún otro hijo? a lo que este hombre menudo, enjuto, gris, de ademanes pausados, mueve la cabeza negando y respondiendo: no, señor, sólo a mí.

A lo largo de la entrevista, Monsalud nos narra que Roque Barcia se calla, y el cronista nos retrata una imagen bastante descriptiva: «con sus manos huesosas da vueltas al sombrero. Me mira, sin atreverse a hablar. Yo le miro también».

Es en ese momento es cuando le confiesa su penosa situación y la necesidad de encontrar un trabajo, «yo quiero un trabajo, no una limosna, trabajo, un trabajo honrado». Afirma que le hace falta dinero y que nadie le hace caso, y que invocando al recuerdo de su padre,  se atrevió a pedírselo a Niceto Alcalá Zamora (Presidente de la II República) recordando que le aportó no sólo un recuerdo filial de tipo lírico, sino que su padre en su causa por la república, llegó a reunir doscientos cuarenta años de presidio, dos condenas a muerte y cuarenta y cuatro excomuniones, (algunos historiadores afirman que fueron hasta 68), y que además le fueron confiscados por dos veces sus bienes. Y por si todo esto fuera poco, le recogieron siete obras sin publicar y se las quemaron, entre ellas «El progreso y el cristianismo», en la que invirtió diez años de trabajo. Concluye en que Niceto le reconoció la razón de su caso y alguien le insinuó que tal vez hubiera un hueco para él en los Petróleos o en el Patronato de Turismo, algo que  Alcalá Zamora negó: «No es conveniente—dijo—. Además,  eso del Turismo está ahora en liquidación...»  Total: se le dijo que el camino recto era escribir a Albornoz (Álvaro Albornoz, Ministro de Fomento y de Justicia durante la II República  y a Lerroux,  (Alejandro Lerroux, Ministro durante la II República y posteriormente Presidente del Consejo de Ministros).

El cronista volvió a preguntar, sí les escribió, respondiendo: a los dos, insistiendo ¿con qué respuesta?, Roque le respondió, que la de Albornoz aún sigue esperándola  la  y que Lerroux,  más amable, le dijo que este caso solo podía resolverlo Alcalá Zamora, dada su autoridad moral sobre los demás ministros.  Un callejón sin salida.

Después con la crisis política, se marcha Alcalá Zamora y con él Miguel Maura  (Ministro de la Gobernación durante la II República)  subiendo al poder Azaña,  desde el Ministerio de Guerra, y a quién también acudió. Azaña era escritor, presidente del Ateneo, biógrafo de Valera, es decir, que era un hombre que podría ser comprensivo con su causa. Le dejó una carta a su secretaria donde se encontraban tantos republicanos recién llegados que se apiñaban allí. Pasados algunos días volvió al antedespacho de Azaña y un secretario le dijo que no sería olvidado y que el presidente lo tendría en la memoria, y que querían darle una cosa digna.

A lo largo de su entrevista, mientras contaba su historia afirmaba que: «estoy enfermo, no tengo dinero y este mes, si las cosas siguen así, no sabría cómo iba a arreglárselas para poder pagar la casa». Una tragedia.

Es cuando el periodista, afirma que «este este hombre,  también es un republicano de corazón….  Es decir, un republicano anterior al 14 de abril. Nada menos que un republicano de los años en que era heroico oponerse a la corriente monárquica.. Cabe, pues, premiar en él la fe sin vacilaciones».

Concluye el cronista: «que es un hombre de vida en línea recta, derecha, sin la curva de una claudicación. Roque Barcia, hijo, sigue la misma  trayectoria de su padre. A la Monarquía no le pidió nada. A la República, sí. Y pide porque tiene derecho a pedir. Hay, efectivamente, demasiados republicanos de última hora apiñándose en las secretarías. Y todos se llevan su puñadito. Buen provecho les haga. Pero ustedes, los hombres del Gobierno, ¿se van a olvidar de este hombre menudo, enjuto, gris, de ademanes pausados, que se llama Roque Barcia? ¿Va a olvidarse usted, querido Marcelino Domingo? ¿Y usted, Indalecio Prieto? (Ministro de Obras Públicas durante la II República).   Ustedes han conocido también a qué sabe el pan de la emigración. Y son tan distintos el Paris de 1879—el Paris de Roque Barcia—y el París de 1931. Más luces ahora en el (boulevard», más «desnudos» en el Folies. Pero tan tristes el uno como el otro para el hombre que no cruza la «place de l’0pera » con ojos de turista. Melancolía del destierro.  ¿Se acuerda usted, querido Marcelino, del hotelito silencioso en la «rivegauche»?  ¿Y usted, amigo Prieto, de la tertulia  del «Napolitain»?. Recuerdos amables, en fin de cuentas, puesto que siempre es un ejercicio alegre evocar el dolor en los momentos de ventura. Por esos mismos recuerdos vamos a ver si ayudamos entre todos a este Roque Barcia, que no pide más que trabajo. . . Realmente es lo menos que puede pedir en una República de trabajadores»

Roque Barcia Martí escribió el 1 de junio de 1852, treinta y tres años antes de su muerte: «Mi vida ha sido y es un drama de un solo personaje; yo».

El drama de su vida, en una etapa convulsa y complicada en la historia de España, el drama de un gran propagandista, político, idealista, filósofo y lexicógrafo, autor del Primer Diccionario Etimológico de la Lengua Española y que murió en la miseria sin conocer el éxito de su obra,  y que sin querer, condenó  a las penurias de la vida a su esposa Ana de Cantos y Oller,  y por ende, a su hijo Roque Barcia de Cantos.  

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1.- Heraldo de Madrid. 12-1-1932


miércoles, 15 de diciembre de 2021

CUANDO EL GOBIERNO PORTUGUÉS CONDECORÓ A DON RAFAEL GARCÍA RODRÍGUEZ, PATRÓN DEL RITA, CON LA MEDALLA DE SOCORRO A NÁUFRAGOS.

 Articulo publicado en el periódico La Higuerita  15-12-2021


Familia García Salgado.  Ana Salgado Pérez, Rafael García Rodríguez
y sus hijos arriba, Rafael y abajo, José

A lo largo de nuestra historia marítima pesquera, han sido muchos los conflictos que se suscitaron por el control de las aguas jurisdiccionales entre los gobiernos de España y Portugal, ataques, abordajes y asaltos, tiroteos y apresamientos que también supusieron el coste de la vida de algún que otro pescador.

Al margen de estas situaciones de estado, el hombre de la mar ha mantenido siempre el espíritu humanitario en caso de peligro, sin mirar el color de las banderas y jugándose, y anteponiendo la propia vida en beneficio de salvar la de otros, bien podríamos decir aquello de “hoy por ti, mañana por mí”. 

Ejemplos, existen muchos, recordemos la labor de los Bomberos Voluntarios de Vila Real de Santo Antonio (Portugal) en el naufragio del vapor Purita Pérez, la tarde noche del 23 de diciembre de 1939 cuando  se encargaron del trabajo de socorro y de recoger a muchos de los cadáveres que iban apareciendo para posteriormente repatriarlos.

El periódico La Vanguardia Española1, nos pone en la sintonía de un suceso acaecido en 1952 y del que ya teníamos conocimiento. Recuerdo siendo niño, que mi abuelo Rafael Salgado, al cruzarnos alguna que otra vez con Rafael García y su esposa, me había comentado, que a ese señor lo había condecorado el gobierno portugués por una heroica hazaña en la mar.

El 28 de septiembre de 19522 en aguas de esta jurisdicción marítima corrió gravísimo peligro la embarcación pesquera portuguesa “Ana María” y hubieran perecido ahogados sus tripulantes, pero el arriesgo de los marineros del buque de pesca Isleño “Rita” con riesgo de sus vidas acudieron en su socorro. Lograron salvarlos a todos y al buque y por tal proeza se tramitó el expediente por el Ilmo. Sr. Cónsul de Portugal en Ayamonte don Eduardo Silva Riveiro, quien trató el caso con tal acierto y competencia que el gobierno de la vecina nación lusitana, ha premiado al patrón y los tripulantes españoles que salvaron a sus hermanos los portugueses y que estaban presentes en el acto”.

Medalla de Salvamento de Náufragos
del Gobierno de Portugal


Tras este suceso, el 1 de julio de 1954, en la Ayudantía de la Comandancia de Marina de Isla Cristina, tenía lugar el sencillo  acto patriótico y humanitario, del cual era comandante don Mariano Pascual del Pobil Bensusan, y a la que asistieron el Sr. Alcalde don Juan Mirabent Gutiérrez, el Comisario de Policía don Pedro Mañas Martínez, el Patrón Mayor de la Cofradía de Pescadores don Andrés Bermúdez Virella, el Secretario de la Mutualidad de Accidentes en el Mar y de Trabajo don Enrique Garzón Castellano, por la prensa nacional don Jacinto Cañete Calvo y por la local don Juan Bautista Rubio Zamorano, en la que presidía el acto el Ilmo. Sr. Cónsul de Portugal don Eduardo Silva Riveiro y su esposa, quiénes tuvieron frases de distingos para los allí reunidos. “No puedo dejar, una vez más, de agradecer en nombre de los náufragos del “Ana María” quienes deben la vida al coraje y abnegación de sus camaradas de luchas en el mar, aquí presentes, los esfuerzos para salvarlos y el cariño fraternal con que por todos fueron tratados.

Diploma del Instituto de Socorro del Gobierno Portugués. 

Los miembros de la tripulación del “Rita” que fueron distinguidos con un diploma fueron los marineros don Pedro Martín Concepción, don José Maceras Gey, don Leandro López Abreu, don Fernando Prieto Joaquín,  don Diego Vélez Guerra, don Miguel Rodríguez Torres y don Horacio González Columé, faltando por un lapsus lamentable al no haber sido remitido a dicho consulado el de Don Manuel Castillo Piris que sería  entregado con posterioridad, y como era de entera justicia.

En el mismo acto, el Sr. Comandante de Marina don Mariano Pascual del Pobil, prendía en el pecho del Patrón del barco pesquero de Isla Cristina  “Rita” don Rafael García Rodríguez, la Medalla de Socorro a Náufragos que por su propuesta, le había sido concedida dicha condecoración por el gobierno portugués.

Don Rafael García Rodríguez, natural de Isla Cristina, nació en 1910 y falleció el 16 de marzo de 1984 a la edad de 74 años. Casado con Doña Ana Salgado Pérez, también de Isla Cristina, quién nació en 1906 y falleció en 1983.  Del matrimonio García Salgado, nacieron dos hijos varones,  muy populares, y empresarios carismáticos en nuestra localidad, Rafael, muy vinculado a la Hdad. del Rocío de Isla Cristina y  conocido popularmente como Rafael “El Pintor” y José,  conocido en el sector pesquero y hostelero como Pepe, “El de los pulpos”, desgraciadamente, los dos también fallecidos.

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 1.- La Vanguardia Española. 2-7-1954

2.- La Higuerita. 5-7-1954

miércoles, 1 de diciembre de 2021

LA HERÓICA HAZAÑA DE DON BERNABÉ LIMA VALENCIA QUE ACABÓ EN CONDECORACIÓN.

 Articulo publicado en el periódico La Higuerita 1-12-2021


Diploma de la Orden Civil de Beneficencia, otorgada por 
el Ministro de la Gobernación y SM el Rey don Alfonso XIII


El 21 de noviembre de 19261, acontecía un naufragio frente a playa lepera de La Antilla.

Según las crónicas de la época2, concurrieron en este suceso,  todos los graves caracteres para que se produjera una gran tragedia. El laúd ayamontino “La Pastora” había perdido el  gobierno por el temporal,  llegando a embarrancar en un bajo de arena, mientras las encrespadas olas,   destrozaban  el velero y los siete marineros luchaban y luchaban por salvar sus vidas.

Todo hubiera sido inútil sin la providencial intervención del cabo de carabineros de aquel puesto Bernabé Lima Valencia y los fusileros a su mando,  Eduardo Macías y Juan Cintrano así como,  la pareja de caballería de servicio.

Decididamente, con gran arrojo, despreciaron el peligro y jugándose sus vidas,  al fin lograron salvar a todos los tripulantes de la destrozada nave.

Para estos centinelas de la nación, los periódicos LA VELETA  de Ayamonte y LA HIGUERITA  de Isla Cristina, entendiendo la verdadera justicia, solicitaron una recompensa al gobierno con la petición de una Cruz para aquellos abnegados militares.

Cruz de Tercera
Clase con distintivo
Negro y Blanco.

Desconozco, sí los carabineros Eduardo Macías y Juan Cintrano,  así como la pareja de caballería que salvaron la vida de los pescadores ayamontinos,  fueron reconocidos por su hazaña o no, intuyo que sí, pero sí podemos garantizar,  que el cabo Bernabé Lima,  fue reconocido y condecorado tres años después por su heroica gesta,  el 4 de julio de 1929, con diploma, ingresando en la Orden Civil de Beneficencia y siendo condecorado con la Cruz de Tercera Clase con distintivo Negro y Blanco, con rango de Ilustrísimo Sr. y que venía a reconocer actuaciones que conllevan riesgo personal.

Don Bernabé Lima Valencia, nació en Cheles (Badajoz) el 11 de junio de 1890 y falleció en Isla Cristina el 10 de junio de 1977, a la edad de 87 años. Casó con María Santisteban López, natural de Almería y quién ejerció de maestra de escuela en la Punta del Moral.

El Cabo de los Carabineros Lima,  además del control de la Playa de la Antilla, estuvo destinado muchos años en la costa de Canela y Punta del Moral donde nacerían sus dos hijos Juan, y Gumersindo, (los dos Guardias Civiles) y posteriormente,  Rosa en Encinasola.

El cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras, creado en 1829, tenía la misión principal de la vigilancia de las costas y fronteras, además de la represión del fraude y el contrabando. En 1833 pasó a denominarse Carabineros de la Real Hacienda dependiendo de la Dirección de Rentas Estancadas del Ministerio de Hacienda. En 1842  se procede a una nueva organización con el nombre de Cuerpo de Carabineros del Reino. Durante la Guerra Civil se alineó con el Gobierno de la República, convirtiéndose en la elite del Ejército Popular.  Tras la contienda, la Ley de 15 de marzo de 1940, hizo desaparecer el Cuerpo de Carabineros  integrándolo en la Guardia Civil.

Integrado ya, en la Guardia Civil, Don Bernabé Lima Valencia, en 1945 fue destinado con el empleo de Teniente al Cuartel de Isla Cristina, que se ubicaba en la calle Recuerdo, y en la que finalizó su carrera militar hasta su jubilación, siendo reconocido con el rango de Capitán Honorifico. El día de su sepelio, el Teniente del Cuartel de Isla Cristina, ordenó formar a los Guardias en la puerta de la Parroquia de Los Dolores para despedirlo con honores militares.

Don Bernabé Lima junto a su esposa María Santisteban, 
sus hijos Juan y Gumersindo.  De pie, su suegra. 

Del matrimonio formado por Bernabé Lima y María Santisteban, surgió una saga de guardias civiles y policías locales que alcanza a nuestros días: sus hijos Juan (Guardia y posteriormente administrativo del Sindicato Vertical),  y Gumersindo (Sargento), así como los  nietos Bernabé, Eduardo y Juan Lima Diéguez,  y Bernabé (Capitán) y Pedro Lima Valero (Guardia Civil, que ingresó posteriormente en la Policía Local de Isla Cristina).  Su hija Rosa, no tuvo descendencia, y el único nieto que no siguió la tradición familiar fue el pequeño de los Lima Diéguez, Francisco Javier, hijo de Juan.

Curiosamente, el afamado futbolista internacional del Real Madrid,  Juan Santisteban Troyano,  fue sobrino carnal de María Santisteban, la esposa de aquel cabo de los carabineros que fue condecorado por su gesta, y que finalizó su vida de servicio como  Teniente de la Guardia Civil del Cuartel de Isla Cristina.

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 1.- Según el pergamino emitido por el Ministro de la Gobernación, el suceso se produjo el 21 de octubre de 1926.

2.- Semanario La Higuerita 13-12-1926