sábado, 16 de abril de 2022

Las diligencias regulares Huelva-Ayamonte con parada en El Empalme de Isla Cristina.

 Articulo publicado en el periódico La Higuerita  15-4-2022


Diligencia Huelva-Ayamonte. 
Archivo Histórico de Pepe Morales en Punta Umbría.

Al escribir sobre las diligencias, se nos viene a la mente esas imágenes de las películas del viejo Oeste americano, en la que casi siempre, aparecen alguna que otra secuencia de carruajes tirados por caballos y las diligencias huyendo de los indios o siendo asaltadas por ladrones.

Fue la diligencia durante mucho tiempo un medio de transporte imprescindible, el más rápido y cómodo de la época, que incluso fue utilizado para trasportar el dinero de los bancos, lo que supuso, el incremento de asaltos, ya que para entrar o salir de Isla Cristina hasta entonces, existían solo dos medios de trasporte, el marítimo y la diligencia. 

En el viejo continente, en Europa, en el siglo XIX las diligencias, en un principio, comenzaron utilizándose para transportar el correo de un pueblo a otro, no tardando los propietarios de aquellos coches de caballos en darse cuenta de que resultaba más rentable trasladar a personas haciendo recorridos fijos con rutas establecidas.

Las diligencias eran carruajes de cuatro ruedas, con amortiguadores, techo y cristales para hasta seis pasajeros, tirados por dos o más caballos, que dirigía un cochero sentado generalmente en el techo. Curiosamente, los pasajeros más asiduos y pudientes que utilizaban este servicio, usaban unos capotes o gabardinas para proteger la ropa del polvo.

El recorrido desde Huelva a Ayamonte, se realizaba con paradas en Gibraleón, Cartaya, Lepe y El Empalme de Isla Cristina, en donde a su vez recogían a los pasajeros procedentes de Isla Cristina y La Redondela que llegaban en otro carruaje procedente de estos núcleos urbanos y proseguía hacia Ayamonte y viceversa.  Hacía 1860, su dueño era el portugués llamado Antonio Torremocha1,  alias “el diligente”.

Diligencia Ayamonte-Huelva por el Muelle del Sur (Ayamonte)

Esta línea Ayamonte-Huelva, llegó a tener más 6 carruajes en funcionamiento de distintos tamaños, siendo la más pequeña tirada por dos mulos y la mayor de 20 plazas, por ocho mulos, que se utilizaba en función de las personas a transportar. A partir de la proclamación de Huelva como capital de la provincia en 1833, aumentó, considerablemente, el transporte de personas. 

Este fue el germen de que el portugués Arturo Damas, se instalara en Huelva, ya que tenía otro servicio de diligencias en el sur de Portugal, que es el mismo que enlazaba con la línea de Ayamonte. 

En 1880 las empresas2 que ofrecían este servicio entre Huelva y Sevilla y viceversa entre otras, eran “La Victoria” y “La Sevillana”.  La tarifa de precios era la siguiente: Berlina 90 reales, Interior 72 reales, Cupé 54 reales y Banqueta 35 reales. Los puntos intermedios en el trayecto,  se cobraban proporcionalmente sobre la tarifa que se regía. 

La vida en la ciudades y los pueblos de España, desde principios del siglo XIX, hasta bien entrado el XX, no era entonces tan cómoda como hoy,  ni había medios de locomoción ya que no existía el tren ni los vehículos a motor.  En lo que al tráfico de mercancías se refiere, uno de los ingresos más importantes se debía al pescado fresco; en 1892 Ayamonte e Isla Cristina habían producido 9500 toneladas de pescado fresco3. En aquel momento, al no existir aún una línea ferroviaria entre Ayamonte y Huelva,  una media de 10 carros llevaba diariamente durante nueve meses en el año, unos 1500 kilos cada uno hasta las estaciones ferroviarias de Gibraleón o Huelva para ser reexpedidas al resto de España, ya que el tren Huelva- Sevilla llegó el 15 de marzo de 1880 y la Huelva-Zafra con enlace en Gibraleón el 24 de enero de 1884. 

Anunciaba la prensa4 de la época, que el día 1 de diciembre de 1880 una nueva  empresa “La Mogueleña”, comenzaría a realizar viajes diarios desde Huelva a Ayamonte y viceversa. Los coches serían guiados por los acreditados y antiguos mayorales Basilio Espinosa y Francisco Santana, la hora de salida sería a las 2 de la tarde de uno y otro punto al precio de 2 reales y medio por legua. Los precios de equipajes serían de extremos económicos.  En dicho comunicado, la empresa se jactaba de que no dudaban de que el público favoreciera este proyecto, tanto por la conveniencia que se ofrecía, como por la puntualidad y esmerado cumplimiento en cuantos actos se relacionaran con dicha empresa. La Administraciones estaban en Huelva, en la Posada de Dos Puertas en C/ Placeta y en Ayamonte en C/ Real, número 9. 

Desde 18625 la empresa “La Ayamontina” venía realizando también viajes diarios desde Ayamonte hasta Huelva y viceversa,  sin lamentar la menor falta ni recibir queja de ningún viajero.  El horario de salida desde Ayamonte era a las 5 y media de la mañana, y la vuelta desde Huelva a las 2 de la tarde. Los precios eran los siguientes: Interior 16 reales, Banqueta 12 reales y en los intermedios, 2 reales por legua.

 El 14 de agosto de 1936, entró en funcionamiento la línea ferroviaria Gibraleón-Ayamonte, que atravesaba las localidades de Gibraleón, Aljaraque (Apeadero), Cartaya, Lepe, La Redondela, Isla Cristina (Apeadero) y Ayamonte,  este hito en las comunicaciones hizo que desaparecieran las diligencias y el transporte por tracción animal. Este servicio ferroviario, también dejó de operar en 1987 bajo el criterio de sus elevados costes de explotación con respecto a su demanda, ya que existían nuevos servicios públicos de autobuses y vehículos que cubrían los desplazamientos de pasajeros, siendo desmantelada toda la red ferroviaria. 

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1.      Archivo Histórico de Pepe Morales en Punta Umbría. 

2.      La Provincia 26/1/1880

3.      IV Congreso Historia Ferroviaria: Málaga, septiembre 2006

4.      La Provincia 28/11/1880

5.      La provincia 4/12/1880

sábado, 2 de abril de 2022

ISLA CRISTINA, PASODOBLE. GERARDO JIMÉNEZ VAQUERO. VERSIÓN ORIGINAL

Versión original del pasodoble Isla Cristina de Gerardo Jiménez Vaquero,  interpretado por la Banda de Música del Primer Tercio Móvil de la Guardia Civil, con la voz del barítono Luis Sagi-Vela.    

Grabación recuperada por  Francisco González Salgado.


viernes, 1 de abril de 2022

LOS PUENTES DE ISLA CRISTINA.

 Artículo publicado en el periódico La Higuerita  1-4-2022

Fotomontaje de archivo.
La foto del viejo puente de madera está coloreada por José M. Figuereo. 


A lo largo de la historia, los puentes nos han permitido facilitar la comunicación y el movimiento entre personas, abriéndonos  las puertas a un futuro mejor con solo unir dos puntos distantes entre sí, permitiendo actividades sociales, mercantiles, recreativas, turísticas, etc.

El viejo puente de madera que unió por primera vez la barriada del puente con Isla Cristina, fue construido por don Miguel Cordero Toscano1, natural de Huelva e inaugurado en 1889 siendo alcalde don Serafín Zarandieta Casanova. Su consecución fue gracias a las gestiones de don Luciano Vázquez Zarandieta quién había sido alcalde durante los años de 1868 y 1869 además de diputado provincial, lo que sirvió para conseguir un gran logro para la población al unir las dos orillas de la ría del Carreras,  ya que anteriormente esa comunicación se hacía por medio de lanchas y barcazas (de las utilizadas en Coria del Río2 y que cruzaban el rio Guadalquivir,  para hacer este servicio en nuestro pueblo). Este hito hizo que el ayuntamiento rotulara con el nombre de Luciano Vázquez a la antigua calle Carreras que durante la dictadura cambió a General Queípo de Llano  y actualmente ostenta su nombre primitivo.      

Descansaba su estructura sobre vigas y pilares de hormigón, con la característica de que era giratorio3 por uno de sus tramos, ya que se abría con una palanca, facilitando así el tránsito marítimo de los barcos.  Este continuo tránsito por el mismo, y única salida y entrada a la población viable,  hizo que su vetusto armazón se fuera debilitando por la  erosión del agua salada y las inclemencias del tiempo, así como por el uso continuo del mismo. Su demolición se produjo en 1937, una vez en servicio el nuevo puente de hierro, utilizándose para ello la técnica de voladura4 con dinamita en sus pilares, dirigiendo las explosiones el  capitán de la Guardia Civil en Isla Cristina don Felipe Ortega.

El puente de la Punta del Caimán sobre el Caño del Cepo, que unía a la barriada de Punta del Caimán con  la localidad por el Miramar, fue construido en 1928 durante la alcaldía de don Emiliano Cabot Alfonso, siendo sustituido por otro en la década de los años 30 aprovechando el forjado de cemento del anterior que se había hundido adosándole una estructura de madera sobre la zona más alta de arena que unió nuevamente las dos orillas. En 1933, la prensa local nos informaba5 de que en el mes de marzo se celebró  una sesión municipal, y a instancias del Alcalde Pedáneo de la Punta don Juan Pino Lozano, lo único que se había hecho era recolocar cuatro tablas que faltaban al piso y que fueron pedidas de favor por particulares. También la prensa se hacía eco del accidente que el ex sargento de los carabineros don Francisco Vázquez había padecido y que se encontraba en cama convaleciente causado por el abandono del viaducto, hecho que dio lugar a que se interviniera con algunos remiendos en el piso, barandillas y se reforzara dándole mayor fortaleza y seguridad. Este puente, desapareció a finales de los años 50, al construirse dos muros de contención a la ría y el posterior relleno de la zona.

El puente de hierro, situado más a levante con acceso a la población por la marisma y la antigua calle del Molino (hoy Avda. Huelva) fue durante algunos años rotulada con el nombre del  ingeniero que lo diseñó don Juan Bautista Conradi, ingeniero del Puerto de Huelva.  Sus obras se iniciaron en 1930  siendo concebido su uso para el ferrocarril,  de ahí la estrechez de su vía que imposibilitaban el paso a la vez en paralelo de dos vehículos de importante tonelaje, principalmente autobuses y camiones. La mala situación del puente de madera hizo de  aquella solución,  que aunque no era la que Isla Cristina necesitaba,  viera  su viabilidad, adosándole en los laterales sendos pasillos de voladizo para facilitar el paso a los peatones y evitar así,  que las personas lo cruzaran por el interior.  Fue inaugurado y abierto al tránsito en 1932  siendo alcalde don Antonio Noya Beltrán.  

El Puente Infanta Cristina fue inaugurado en 1978, siendo alcalde don Emiliano Cabot del Castillo, y se construyó en paralelo al hoy desaparecido puente de hierro, rotulándose años después  en honor a la infanta Cristina de Borbón y Grecia con motivo de su visita a la localidad el 8 de septiembre de 1989 para asistir a la botadura de la carabela Pinta. Es el principal acceso a Isla Cristina, que soporta diariamente más de 10.000 vehículos, en 2021 fue intervenido por vía de urgencia ante  una serie de patologías estructurales graves, asociadas a procesos de corrosión extrema de las armaduras a causa de los ataques por cloruros en ambiente marino, incluso con pérdida de posiciones, agrietamientos, fisuraciones, faltas de recubrimiento y desconchones,  etc.

En los años 80 de manera muy rudimentaria se colocó una pasarela flotante con bidones y una plataforma de madera,  que dio paso a la posterior construcción del primer Puente de la Gola, para unir la playa de Punta del Caimán con  la lengua de mar abierto que se denomina Playa de la Gaviota, este puente fue construido en 1989 bajo el proyecto “El Cantil” promovido por la empresa Bekinsa para dotar de un mejor servicio a las nuevas construcciones que se estaban realizando en la zona. El deterioro por la agresión de la mar y la baja calidad en su construcción así como el robo continúo de sus maderas, obligó al ayuntamiento presidido por Francisco Zamudio Medero a cerrarlo y a colocar un nuevo puente provisional flotante de poliéster en 1997 hasta que en 2003 la Dirección General de Costas  construyó el actual. Varias han sido las intervenciones de mantenimiento, teniéndose que cerrar su paso y habilitando plataformas flotantes hasta su arreglo, la última y definitiva intervención se realizó en 2017 que contemplaban el fortalecimiento de la estructura y la sustitución de las bases de las torretas de apoyo originales de madera por otras de hormigón.

Además de estos puentes ya reseñados, en el actual término municipal de Isla Cristina, en el Camino Real que iba desde Sevilla a Ayamonte, en el siglo XVIII en torno a 1787, aparece documentado6 un puente de material, de un solo ojo a distancia de un tiro de bala de La Redondela hacia poniente, para salvar el paso del caño del Prado del estero de Vaciatalegas (hoy ría Carreras) en dirección a Ayamonte. Actualmente, el puente del Prado existe soterrado por la carretera  HV-4121 que va desde la propia localidad de La Redondela a Pozo del Camino y sirve de desagüe a las lluvias y a la Laguna del Prado Hondo.

Puente de un solo ojo, que nos sirve de ejemplo de cómo aproximadamente pudo ser el puente Del Prado en su desembocadura en Vaciatalegas (ría Carreras)

También existe en dicho término otro puente, en la misma HV-4121 construido para salvar la carretera elevada y permitir el tránsito ferroviario que comenzó a funcionar en la zona en 1936.

Sería notable destacar que dentro del término municipal, en la zona de campiña y especialmente en la marisma, existen pequeños puentecillos o pasarelas que comunican los pesqueros y las salinas pero que no alcanzan el grado de puentes para ser reseñados. 

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1,3,4.- Sosa Rodríguez, José. Historia de Isla Cristina (Biografía sentimental) Capitulo IX

2.- Mirabent Feu, María Teresa. Revista de la Fiestas del Carmen 2017, aunque presumimos que cofunde Alcalá de Guadaíra con Coria del Rio, ya que este primero, no cruza el Guadalquivir.

5.-  La Higuerita 28-8-1933

6.- López, Tomás. Diccionario geográfico. Libro 7.301. La Redondela (Biblioteca Nacional)  

miércoles, 16 de marzo de 2022

LA SOCIEDAD DE MAQUINISTAS “EL PROGRESO” Y LA DE FOGONEROS “LA RAZÓN” DE ISLA CRISTINA Y AYAMONTE, CONTRA LA PENA DE MUERTE.

   
 Artículo publicado en el periódico La Higuerita 15-3-2022


     D. Manuel Burgos y Mazo, Ministro de Gracia y Justicia en 1915  

La pena de muerte en España fue abolida, bajo cualquier circunstancia, por la Ley de 27 de noviembre de 1995,  aunque desde la Constitución de 1978 ya no se aplicaba,  exceptuando los casos que se pudieran disponer en las leyes penales militares para tiempos de guerra.

Antes, en 1932 había sido abolida a raíz de la reforma del Código Penal durante la II República,  manteniéndose exclusivamente en el Código de Justicia Militar y la Marina de Guerra. En 1934 fue restablecida para los delitos de terrorismo y bandolerismo. El General Francisco Franco, la reincorporó plenamente al Código Penal en 1938, bajo el argumento de que su abolición no era compatible con el buen funcionamiento de un estado.

En 1775 Carlos III prohibió la pena de muerte en la horca en favor de su aplicación mediante garrote vil. La última ejecución con este método en España se produjo en 1974 y las últimas ejecuciones fueron las de dos miembros de ETA  político-militar y tres del FRAP Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, quienes fueron  fusilados el 27 de septiembre de 1975, en medio de fuertes protestas internacionales contra la dictadura franquista.

La última mujer ejecutada en España en 1959 fue Pilar Prades Expósito o Santamaría(1928-1959), la “envenenadora de Valencia”. Una criada española, condenada a muerte por asesinato y ejecutada mediante garrote vil. Su verdugo, y el último ejecutor de sentencias  designado para llevar a cabo la ejecución que dio muerte en España por garrote vil,  fue Antonio López Sierra (1913-1986) quien, tras saber que se iba a ejecutar a una mujer, se negó a hacerlo. La ejecución, prevista para las seis de la mañana, se llevó a cabo más de dos horas después en espera de un indulto que no llegó. Al verdugo,  hubo que emborracharlo y llevarlo a rastras al patíbulo.

Expuesta esta cronología histórica, adentrémonos en el hecho que nos mueve a escribir este artículo.

Según nos narra la prensa de la época1  En la prisión correccional de Huelva se hallaban detenidos dos reos, dos jóvenes infelices del pueblo de Bonares llamados Francisco Pérez Martín “El Cagahigo” y José de la Torre Martín “El Cojo Zarate”. “Grande  y macabro fue su delito, pero la piedad debe mostrarse en favor de estos desgraciados que guardan conjunta ansiedad natural que el más alto Tribunal de la Nación, confirme la terrible sentencia que hace unos meses dictó la Audiencia de esta capital. Los dos jóvenes victimas de su incultura, impulsados por los perversos instintos de una mala educación había hecho germinar sus oscuros cerebros, asesinaron a una pobre mujer, llamada Salomé Pérez “La Bejarana” que había sido más que una madre para el “Cojo Zarate”. Horrorizados por su acción, temiendo ser sorprendidos huyeron al monte, en el paraje conocido como “El Corchito” sin consumar el dinero del robo que era lo que les indujo a cometer el crimen ocurrido en la calle de “La Ermita”. La justicia humana, pesó y analizó los hechos y pronunció su fallo, la justicia de los hombres los ha condenado a morir en el infamante cadalso”.

Desde el mismo periódico, se decía que era la hora de la piedad, de ese hermoso sentimiento que anida en los corazones humanos y se debían dejar oír sus voces pidiendo clemencia para esos desgraciados que arrepentidos por el atroz delito, aguardaban angustiados el terrible momento. La Semana Santa estaba próxima y el mundo cristiano conmemoraría los sufrimientos de aquel que se sacrificó por todos los hombres,  y en aquellos días,  se indultaban de la pena de muerte a muchos infelices,  ya que dicha sentencia para Pérez Martín y Torre Martín, se hallaba a la espera de los informes del Tribunal Supremo y todo se dejaba en manos del Ministro de Gracia y Justicia, el ilustre paisano natural de Moguer, Sr. Burgos y Mazo, cuyos humanitarios sentimientos eran más que conocidos,  y quién podría activar la tramitación del expediente y proponer a sus compañeros de Gabinetes que aconsejaran el indulto de los reos de Bonares, con motivo del Viernes Santo, evitando así un día más de luto.

A esta petición de indulto, tras reunión,  se sumaron los obreros2 de la Sociedad de Maquinistas “El Progreso” de Ayamonte e Isla Cristina y la de Fogoneros “La Razón” quienes acordaron dirigir un mensaje al Ministro de Justicia, Sr. Burgos y Mazo,  pidiéndole que interpusiera su influencia para conseguir dicho indulto.

La actitud de aquellos obreros que secundaron el llamamiento pidiendo clemencia para aquellos desgraciados hechos que acaecieron el 24 noviembre de 1912,  según la prensa, fue digna de los mayores elogios. “Esa generosidad que muestran la cultura de los pueblos deben congratularse con la actitud tomada por estos obreros, que acordaron gestionar que no mueran dos de sus semejantes”.  En aquella sentida carta remitida a la prensa decían: “Por humanidad debemos pedir perdón para esos dos seres desgraciados que asesinaron por egoísmo hijo de la ignorancia y de la incultura, evitando un día de luto a nuestra capital. Olvidemos su delito del que acaso sean responsables y procuremos que no desaparezcan semejantes cuyas vidas como la de todos los hombres son sagradas”.  Esta carta de la Sociedad de Obreros y Maquinistas de Ayamonte e Isla Cristina, iba firmada por el presidente D. Manuel Gabiño y el Secretario D. José Cantero.

Encontramos con fecha 2 de marzo de 1915, un documento3 remitido  desde la Asociación de Fogoneros “La Razón” de Isla Cristina y Ayamonte,  en la que informaban por escrito al Sr. Gobernador Civil de la Provincia de la constitución de la misma. El escrito está firmado por D. Juan Izquierdo y  D. Bartolomé Vázquez.

La Junta directiva4, que debía renovarse cada seis meses, con sede en Isla Cristina, en la C/ Gómez Galdón (Carreras) se constituyó el 20 de enero de 1915 y estaba conformada por Presidente: D. Juan Izquierdo, Vicepresidente: D. Alejo Pascual, Secretario: D. Bartolomé Vázquez, Contador: D. Facundo Aguilera y los Vocales: D. Eduardo García y D. Vicente Márquez y Delegado: D. Joaquín Rivera. De  los integrantes de la Asociación “El Progreso” solo podemos destacar  a D. Manuel Gabiño y D. José Cantero, los  firmantes de la carta remitida al Ministro de Justicia.

El 19 de marzo5, llegó la noticia de que el recurso a la sentencia de muerte para Francisco Pérez Martín “El Cagahigo” de 20 años y natural de Bonares y José de la Torre Martín “El Cojo Zarate” de 20 años, natural de Almonte y residente en Bonares había sido visto en el Tribunal Supremo y confirmado el terrible fallo. Todo quedaba en las gestiones que según la prensa, el Sr. Burgos y Mazo, en pro de los reos pudiera hacer, ya que además eran vecinos y naturales de un pueblo perteneciente al distrito representado por el ilustre paisano durante varias legislaturas. Todo el pueblo de Bonares6 se sumó a la petición también en un mensaje al ministro de Gracia y Justicia solicitando los indultos que S.M debía conceder el Viernes Santo.

El 2 de abril, se tuvo conocimiento7 de la noticia del indulto para los autores del crimen de Bonares siendo acogida con alegría, ya que se esperaban las  inminentes ejecuciones. El Gobernador Civil de la provincia recibió un telegrama del Jefe Superior de Palacio que decía: “Tengo el honor de participarle que S.M. el Rey, haciendo uso de su Regia rogativa en el acto de la Adoración de la Cruz, ha indultado a Francisco Pérez Martin y José de la Torre Martín ambos condenados a muerte”.

Según José García Díaz8, José de la Torre “Cojo Zarate” murió en agosto de 1945 a la edad de 60 años, permaneciendo en el penal de Santa María casi cuarenta años de prisión donde murió de neumonía. Francisco Pérez Martin, fue trasladado al penal de Monte Hacho en Ceuta, donde se desconoce que fue de su vida. Según Benjamín Coronel9, cuando fueron indultados, dicen que Francisco se fue voluntario a la guerra de África y nunca más se supo de él,  y de José de la Torre,  no se sabe, se dice que se fue a Almonte y nadie lo vio,  a los dos  se les perdió el rastro. 

Lo cierto es, que la Sociedad de Maquinistas “El Progreso” y la de Fogoneros “La Razón” de Isla Cristina y Ayamonte, intercedieron para que dicha sentencia no se ejecutara y se salvaran las vidas de los reos porque: “sus vidas como la de todos los hombres son sagradas”.

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1.- Diario La Provincia 2/3/19

2.- Diario La Provincia 6/3/1915

3 y 4.- Archivo Municipal de Isla Cristina Leg. 93

5.- Diario La Provincia 19/3/19156.- El Progreso de Sevilla 22/3/1915

7.- Diario La Provincia 3/4/1915

8.- García Díaz, José. http://pinceladasdelahistoriadebonares.blogspot.com

9.- Coronel, Benjamín. https://bonaterrahistorica.blogspot.com

miércoles, 2 de marzo de 2022

LA CENSURA EN EL CARNAVAL DE ISLA CRISTINA.

 Artículo publicado en el periódico La Higuerita 1-3-2022
Pepillo “La Rubiana”, Cristóbal Cordero “El Palomo”, La Aviadora, El Peral y la Escamúa en su salsa y disfrazados en una instantánea durante los carnavales de los años 60. Foto de Cristóbal Cordero, cedida a Mony y a Fernando do Carmo.

A veces solemos mitificar muchas cosas del pasado e idealizamos de una manera casi sublime los recuerdos y las vivencias, aquello que nos contaron nuestros antepasados, colocando determinados hechos que hemos vivido en primera persona casi en un “baldaquín de la memoria”,  glorificándolos como hechos irrepetibles.

Muy lejos de todo eso, lo cierto es, que cualquier tiempo pasado no tuvo por qué ser mejor, sino diferente e influyen para ello muchas circunstancias para que desde la objetividad,  concluyamos en tales afirmaciones. Cada etapa tiene su contexto, sus limitaciones y sus circunstancias especiales vinculadas a los momentos de florecimiento o decadencia en que se viven. Es seguro que ni los personajes ni las circunstancias socioculturales y políticas son las mismas, y que cada persona tiene unas peculiaridades que las hacen diferentes a las otras, todo suma, ahí reside la grandeza y ese es el patrimonio que debemos preservar y proteger casi de una forma inmaculada, sin renunciar nunca a evolucionar, a aprender y a mejorar según nos marquen los tiempos.

Con el devenir de los años, sin duda,  todo ha evolucionado a mejor, salvo esas excepciones que desgraciadamente sí añoramos y que no hacen falta desgranar,  y que como la corriente, desgraciadamente, nunca volverá.

El Carnaval de Isla Cristina con el paso de los años se ha ganado por meritos propios y por el gran legado de su historia la concesión del reconocimiento a ser denominado Fiesta de Interés Turístico de Andalucía, una declaración que tiene más importancia de la que creemos, y que los isleños,  artífices de todo esto,  aún no lo hemos asimilado como fuente de riqueza, proyección y exportación cultural y económica para nuestra localidad, ni siquiera lo han hecho las instituciones y asociaciones con responsabilidades de organización.

Quizás, todo ese potencial cultural y efímero sea producto de ese carácter anárquico que nos caracteriza, fortalecido por esa idiosincrasia tan peculiar que nos aporta la mar, el sentido musical, el ingenio improvisado, la desorganización innata, la sátira en las letras, la  libertad que le atesora,  y ese legado de padres a hijos,  generación tras generación.  El Carnaval de Isla Cristina tiene la grandeza de ser, aunque  por razones más que obvias y  manifiestas,  se le relegue al abismo de la indiferencia mediática, y de la que  todos somos culpables. 

Esta “organización desorganizada”  el Carnaval, la Fiesta de la Libertad,  donde el pueblo se manifiesta tal y  como es  llegando a ser capaz de enfrentarse abiertamente al poder establecido y demostrando su fuerza,  siempre estuvo encorsetada por las autoridades competentes bajo unas normas de conducta para la buena organización. Las primeras normas y noticas al respecto que conocemos1, fueron dictadas por el alcalde D. Lorenzo Elías en 1832 ejerciendo como presidente del Ayuntamiento de la Real Isla de La Higuerita con el fin de salvaguardar la inmoralidad, y donde se autorizaba “las máscaras y las diversiones racionales durante los tres días que duraban las carnestolendas”, y desautorizaban “la multitud de prácticas abusivas que ni tienden al placer y desahogo público ni guarden conformidad con la seguridad personal, el decoro popular, la decencia ni las buenas costumbres”. 

Con el devenir del tiempo se fueron publicando bandos y ordenanzas que fueron dando un orden a la fiesta con restricciones a la vestimenta,  donde taxativamente se prohibía vestir de ministros de la religión, militares,  llevar armas o verter aguas fecales sobre las máscaras así como en el año 1876 se publica el reglamento para las normas de uso y comportamiento en el teatro. Estas normas se fueron adaptando a las circunstancias de las fiestas y a los tiempos. 

Los concursos de teatro, siempre fueron organizados por los propios empresarios quiénes otorgaban por un jurado  los premios,  así como la organización de los  bailes,  que eran de iniciativa privada y se celebraban en los Casinos,  Asociaciones Culturales y Teatros. Nunca por la institución pública que lo apadrinó y los llegó a autorizar organizándolos en plena dictadura por  iniciativa del alcalde D. Emiliano Cabot del Castillo a partir de 1968 con el nombre de Fiestas Típicas de Invierno. 

En todas las etapas de las carnestolendas de una manera u otra ha existido censura, muchas veces por mandatos organizativos y otros,  por el ideario del momento. Es así,  que algunas de las coplas no llegaban a  insertarse en las en tiras (cancioneros) o eran adulteradas al publicarse y posteriormente, se  interpretaban o no, como fueron concebidas con el riesgo que conllevaba la  manera original durante de concurso o en las calles. 

 Contraviniendo una opinión generalizada, fue quizás durante la democrática II República, una de las etapas de más censura, el propio semanario La Higuerita, nos hace referencia impresa del visado2 por la censura que lo atestigua. En 1935, la prensa3 nacional nos narra la visita al carnaval de Isla Cristina y Ayamonte de dos diputados por Huelva, los Sres. Cano López y Guzmán para solucionar temas pesqueros donde se afirma: “El Carnaval transcurre muy animado. Han sido detenidos 17 individuos por contravenir las órdenes gubernativas disfrazándose de mujer”. 

Tras la Guerra Civil, el Carnaval es oficialmente prohibido, suspendiéndose toda actividad y concurso.  Es a finales de la década los años 40 del pasado siglo cuando comienzan a irrumpir tímidamente algunos disfraces callejeros de forma individual,  siendo perseguidos y detenidos por la autoridad. En 1954, irrumpe la primera  murga callejera “Los Asturianos” dirigida por Luis Garrido “El Carbonero” y el primer grupo de disfraces “Las Botellas de Tío Pepe” organizada por Claudio Núñez García, este también quién recuperó las carrozas, y años después el Entierro de la Sardina. 

A partir de ahí, las autoridades ejerciendo su obligación,  hacían cumplir las normas pero conscientes de que no había peligro hacían de vez en cuando la “vista gorda”. 

Ya en la etapa contemporánea debemos diferenciar dos partes bien definidas, la primera, que abarca parte de la dictadura franquista comprendida entre 1968 y 1978,  en la que era obligatorio pasar las letras que se iban a interpretar al censor de turno para que diera el visto bueno, y la segunda, desde 1979 ya instaurada  la democracia con una nueva Constitución hasta nuestros días, aunque sus coletazos censores,  se alargaron algunos años más.  Recordemos ese mismo año,  el suceso acaecido estando en escena la murga “Los locos de la Morana” dirigida por Manuel Garcés “Lolín”  y habiendo sido advertida de que determinados temas no se podían interpretar, estos jóvenes, hicieron caso omiso en un momento muy crucial y determinante de la transición española, sobrepasando los límites de lo permitido, con actitudes obscenas y teniendo que ser reducidos y detenidos violentamente. También en 1980, fue detenido Francisco Canela Tobarra, director de la murga “Los reclutas de San Fernando que vinieron andando”, todo a instancias del mando de la Ayudantía Militar de la Comandancia de Marina de Isla Cristina, quién interpuso denuncia al interpretar que era  una burla hacia el ejercito de la Marina, ya que vestían uniforme de soldados y utilizaban los galones de la jerarquía militar. Tras unos días difíciles, el tema pudo solucionarse, siendo autorizados a continuar en el concurso aunque quedaron descalificados, rectificando y adaptando el tipo al que le pusieron faldas escocesas y eliminando los galones que portaban en las mangas, buen susto fue, el que se llevaron. Así mismo en 2001, al cuarteto “Aunque no te lo creas, hemos salido este año” dirigido  por Victoriano Ochoa y Manuel Raya  le cerraron las cortinas durante su actuación bajo el argumento oficial,  de evitar la alteración del orden público.     

Nunca hubo un tiempo de mayor libertad para expresarse que el que actualmente vivimos en pleno siglo XXI y que mana de la democrática Constitución Española.  Un Carnaval del pueblo, escrito y cantado para el pueblo, en ese Parlamento de Coplas, donde explosionan  esos sentimientos contenidos que se airean con el desenfreno de los problemas cotidianos, que se enmascaran, se cantan y se gritan por febrero inundando de multicolores la Fiesta de la Libertad. 

La única censura hoy, es la que nos imponemos nosotros mismos por pudor, respeto,  miedo, el qué dirán,  y sus consecuencias colaterales.   

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1.- López Márquez, Vicente. Isla Cristina Por los caminos de la Historia. El Carnaval de Isla Cristina en el siglo XIX

2.- Semanario La Higuerita. 22-10-1934

3.- La Vanguardia de Barcelona 6-3-de 1935 

martes, 15 de febrero de 2022

LOS AGUADORES EN ISLA CRISTINA

 Artículo publicado en el periódico La Higuerita 13-2-2022

El aguador Luciano Rodríguez. Foto coloreada, década de los años 60

En tiempos pretéritos, el emprendimiento, casi siempre vino de la necesidad, las circunstancias y el ingenio. A lo largo de los siglos, finales del XIX y XX, pero sobre todo tras la Guerra Civil española, muchos ciudadanos tuvieron que ingeniárselas para poder sobrevivir, convirtiéndose muchos de ellos en verdaderos profesionales en muchas materias imprescindibles y que hoy, han pasado a ser historia.

Con el paso de los tiempos muchas de aquellas profesiones fueron desapareciendo de nuestro entorno social, la evolución y los adelantos técnicos así como las normas sanitarias,  hicieron que muchos de aquellos empleos artesanos, vinculados al sector industrial o pesquero,  y otros, dedicados al servicio de la sociedad, hoy no existan,  y sean un vago recuerdo que añoramos con cariño como fueron los llamadores, los tenderos de carburo, zapateros, lancheros, lateros, caleros, carboneros, diteros, y un largo etc.

Una de las profesiones que han desaparecido entre otras, es la figura del aguador, cuya misión era la de distribuir el tan preciado líquido,  por falta de una red que llevara el agua a las viviendas. Podríamos aseverar, a modo jocoso, que el primer aguador de La Higuerita,  fue José Faneca Zaragoza,  quién por la necesidad, al quedarse de guardián, solo en su choza, encontró un pozo junto a una pequeña higuera de la cual se benefició tanto él como la colonia durante algunos años,  hasta que la salinidad de la tierra  corrompió el manantial y se abrieron nuevos pozos.

El aguador, podríamos aseverar que es una de las  profesiones más antiguas de la humanidad, aún en los territorios del tercer mundo, observamos como las mujeres acarrean el agua haciendo kilómetros diarios con cantaros sobre sus cabezas y cinturas, como en antaño lo hicieron también las mujeres isleñas que llenaban sus vasijas en los grifos habilitados por el ayuntamiento para tal menester en la Plaza de Abastos, el colegio de La Ermita, la calle Sevilla, calle Extremadura, calle General Mola (Del Prado), el Hospital, etc.,  todo mucho antes de que el agua corriente llegara por las tuberías a nuestras casas.

En Isla Cristina, fueron  varios los emprendedores que ofrecieron ese servicio a la población para aquellas personas que no podían o no querían desplazarse hasta aquellos grifos, así como a las pilas y fuentes que se fueron instalando en la localidad. La gran mayoría de las viviendas carecían de agua corriente y eran muy pocas, las que contemplaban aljibes subterráneos que recogían y almacenaban el agua de la lluvia para el propio suministro, por ello, la figura del aguador, fue además de necesaria, imprescindible, y  se convirtió en una forma interesante de ganarse vida y generar puestos de trabajo.

Entre otros aguadores, podríamos destacar a varios empresarios que durante el siglo XX  prestaron estos servicios, y que se servían para ello de un grupo de trabajadores qué, con carros de tracción animal  trasportaban la cuba o los cantaros de barro y hacían el reparto casa por casa.

Dos de aquellos emprendedores fueron Rafael Munell Fragoso y Francisco Ramos Bueno.

Rafael Munell Fragoso, tenía su base en Pozo del Camino, donde posteriormente, también instaló una fábrica de gaseosas junto al “paso nivel” que denominó,  de marca “Miloja”.  Allí encontró un manantial de agua potable de donde se surtía y que según cuentan, a su descubrimiento al golpear la tierra, brotó el agua con una gran presión hacia arriba, dando las analíticas que se hicieron en Madrid,  una calidad exquisita, superando a otras aguas minerales.  También regentó un taxi, así como uno de los puestos más grandes del antiguo mercado de abastos.

El aguador Luis "Bienvenida", en la década de los años 60 


Para este empresario trabajaron entre otros: Bonifacio Carrasco, un señor que era de la Punta del Caimán, y antes de él un tal Juan. También Luis Contioso Lanza “Luis Bienvenida” quién apodó el nombre de su esposa  Bienvenida Elías Jabares1 a quién les sucedieron sus hijos Luis y Paco.

Francisco Ramos Bueno, tuvo su negocio y las cuadras para el ganado donde guardaba los barriles en un huerto que existió con entrada por la C/  Cervantes, lugar que ocupó posteriormente el Cine Victoria y que abarcaba también hasta el Paseo de las Palmeras y  la C/ Norte (Jesús del Gran Poder).

Este emprendedor, que posteriormente fue encargado de los camiones del servicio de limpieza en el Ayuntamiento de Isla Cristina,  llegó a tener más de un carro en los que  trabajaron entre otros Manuel Martín Guerrilla, que vivía pasando la Bardilla junto a la bodega de Realito y Nena.  Antonio Anastasio Mora, hermano del Guardia Municipal José Anastasio Mora, más conocido como “El Cabo Mora”,  ambos de Pozo del Camino. También Luciano Rodríguez Torres, que vivía en la Barriada de Román Pérez, hermano de Trinidad, conocido por “Trini el albañil”.

Así mismo, tenemos conocimiento de dos hermanos,  llegados de algún que otro pueblo del interior de la provincia que se llamaban Manuel y Francisco,  y que durante algún tiempo, también se dedicaron a esta noble labor.

En la fotografía restaurada a color, observamos a Luciano Rodríguez conduciendo uno de esos carros tirado por un mulo en la calle Serafín Romeu Portas. El niño que aparece detrás, subido en el carro es Domingo Acosta Beltrán. Curiosamente, justo detrás, observamos también un vehículo estacionado de la marca NASH, cuyo propietario era el sargento de las Fuerzas Áreas de los Estados Unidos Víctor Ivan Clement,  quien falleció en Isla Cristina en 19702, esposo de Purificación Sánchez Rodríguez, y hermana de Jaime y José,  “El Sánchez”, quien fuera cantinero de la Sociedad “La Unión”.

En la fotografía en blanco y negro de los años 60, realizada en la Barriada de Román Pérez en el otro lado del puente, podemos observar al aguador Luis “Bienvenida”, a su derecha a Josefa de los Santos Rodríguez, esposa de José Vélez Mascareña “El Merengue” y a su izquierda,  su hermana Manuela de los Santos Rodríguez esposa de Cristóbal Pérez Pereira.

A principio de los años 2000,  en la zona nueva de Ronda Norte,  a instancias de la empresa Islanorte, el Ayuntamiento de Isla Cristina, reconoció la importancia que tuvieron los aguadores, otorgando y rotulando una de sus calles con este nombre en reconocimiento a una gran labor, concretamente, en una zona muy cercana a donde estuvo uno de los grifos que mejor agua proveían, y que se ubicaba cerca del matadero y junto al  hospital y la fábrica de luz (Ntra. Sra. de las Mercedes)

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1.- Bogarín Díaz, Jesús. 180 linajes isleños

2.- La Higuerita 21-9-1970

 

martes, 1 de febrero de 2022

CIEN AÑOS DEL EDIFICIO DEL CASINO “LA UNIÓN”, Y OTROS.

 Artículo publicado en el periódico La Higuerita, 1-2-2022

 
Casino "La Unión" en la actualidad. 

Los Casinos Culturales, surgieron en el siglo XIX, como una muestra de que el mundo cambiaba conformando espacios decisivos para el avance de la sociedad y la cultura de los pueblos.  Aunque el primer pensamiento nos pudiera llevar hacia un lugar con imágenes de juego y apuestas, lo más habitual es que se tratara de un lugar donde además de jugarse al mus o al billar, se convirtieron en epicentros de la cultura y de debates, tertulias, asociaciones y ateneos.

Isla Cristina,  a lo largo de su historia contó con varios centros de recreo y sociedades culturales1, como el llamado Casino de Isla Cristina, que fue inaugurado el 16 de mayo de 1879, y que se ubicaba en la Plaza de la Iglesia ( Paseo de las Flores) y que más tarde se denominó de la Juventud,  o posteriormente, el Casino Isleño, del que fue presidente y fundador don Román Pérez Romeu, para terminar de rebautizarse como Círculo Industrial y Mercantil en el señorial edificio propiedad de doña Hermenegilda Zamorano que se ubicaba en la Plaza del Caudillo (de Las Flores), y  tras haber ocupado otro soberbio edificio anteriormente, propiedad de los Sobrinos de Tomás López (Pérez Romeu) en la calle Real (Diego Pérez Pascual) y donde posteriormente se ubicó la Cofradía de Pescadores y Pósito Marítimo.  Esta sociedad industrial, fue punto de reunión de los fomentadores isleños que impusieron sus prejuicios clasistas a la propia asociación, llegándose a conocer con el sobrenombre de <Casino de los ricos> y que con el paso del tiempo dejó de ser una exigencia la posición social para ingresar en el mismo.

También, reseñamos el Casino de Artesanos y Marineros que estuvo situado en la Calle del Carmen, nº 35 y que fue inaugurado el 22 de mayo de 1897,  siendo su presidente Don Juan José Flores Amo2, constructor del antiguo Ayuntamiento y del Patio de la Calle San Francisco del que era propietario, así como de las mayoría de los patios y casas de la Calle Flores, que por él lleva su nombre.

Desaparecido este,  dejó paso a una nueva sociedad a la que se le puso el nombre de Círculo <La Unión>, que aglutinaba a hombres de todas las clases sociales con un mayor porcentaje de pescadores, empleados y pequeños comerciantes, su sede se ubicó en la Plaza de la Constitución (Paseo de Las Flores) dando también a la calleja Hernández (Recuerdo) este edificio, se enclavó en el mismo lugar del anterior, por ello, mientras se construía el edificio actual, se reunían en la calle Catalanes, siendo su primer presidente el industrial tarrafero de la época Don Eduardo Mantell, y de donde pasó a la Plaza de la Iglesia (Paseo de Las Flores) a la casa de Rafael Flores,  hasta su definitiva ubicación.

El edifico del Casino <La Unión> de arquitectura regionalista, atribuida al arquitecto sevillano José Espiau y Muñoz, fue inagurado3 la tarde del 13 agosto de 1922 con una nómina de 500 asociados, en su mayoría artesanos y marineros.

Casino "La Unión" en los años 30

Propiedad de los sobrinos de Tomás López, fue cedido en arrendamiento al círculo recreativo, ocupando el sitio más céntrico de la población y asistiendo el alcalde Don Román Pérez como padrino y copropietario, siendo bendecidas las  instalaciones por un sacerdote.  Presidía en aquel momento la entidad, Don Francisco Barbosa Vázquez y durante el acto religioso, el maestro Francisco Cervantes de la Vega, quien interpretó a piano la Marcha Triunfal de Tannhäuser para posteriormente servirse un ligero aperitivo: pastas, dulces y fiambres selectos, donde se descorcharon infinidad de botellas del dorado néctar.

El conserje se llamaba  Ramón,  y el camarero arrendatario del ambigú,  Don Rodrigo Cárdenas.

La construcción4 de dicho edificio estuvo dirigida por el maestro de obras Don José Flores González. El salón bajo del Casino La Unión, tiene aproximadamente doce metros por diez y ocho, con tres columnas equidistantes que sostienen el piso alto de iguales dimensiones, con otras tres columnas y azotea con terraza a la calle, desde donde se observaba el mar y las dos Puntas (del Caimán y del Moral), fue en su momento uno de los lugares más altos de la localidad. A los altos del edificio, da acceso una escalera con un largo tramo en que está montada. Sus anchas puertas y profusas ventanas a ambos lados entre huecos artísticamente construidas permiten una ventilación abundante por la que penetra mucha luz aún en las últimas horas del atardecer. Ya en su inauguración, estuvo provisto de instalaciones de agua corriente a las dependencias e inodoros modernos.

Sus paredes, aún conservan sus alicatados originales a más de un metro de altura con azulejos de la prestigiosa fábrica de mosaicos de Carlos González Álvarez-Ossorio y Hermano, hermanos del reputado arquitecto Aníbal González, y  que forman dibujos artísticos de un gusto y ejecución impecable. Un balcón con forma interior de medio punto en la fachada posibilita la visión en toda la plaza y sus calles adyacentes, el zócalo exterior es de piedra artificial labrada con gran calidad en su ejecución.

Aunque no fue un casino a la usanza, también tenemos que destacar, que en la década de los años 305, la situación política propició la creación de dos bandos ideológicamente definidos, mientras que la derecha <La Comparsa> se reunía en el Círculo Industrial de la Calle Diego Pérez Pascual, la izquierda, representada por  <El Bloque> tomó como sociedad en traspaso un  local que regentaba Don Pedro Cano, como  establecimiento de bebidas en la calle Emiliano Cabot Alfonso, después Pablo Iglesias y José Antonio Primo de Rivera (Paseo de los Reyes) para montar su sede política. Durante los años que duró la II República, se convirtió en un círculo de reunión dónde se realizaron  famosos bailes de carnaval. En 1935, el calañés Bartolo Pérez Alfonso tomó el traspaso de esta sociedad para convertirlo en un moderno Bar-Café, al que puso el nombre de Bar Europa. 

En 2022, se cumplirá el centenario del Casino La Unión, este magnífico edificio construido en el primer tercio del siglo XX, en años de prosperidad industrial, que embellece nuestro pueblo, y que aglutinó parte de la vida y de los mejores momentos del crecimiento económico de Isla Cristina.

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1.- Sosa Rodríguez, José.  Historia de Isla Cristina, Biografía sentimental. Capitulo XXXIII.

2.- Bogarin Díaz, Jesús. 180 Linajes Isleños

3.- La Higuerita. 13-8-1922

4.- La Higuerita. 7-5-1922

5.- La Higuerita. 1-4-1990  Biedma Viso, José